Más allá de los posibles cuestionamientos a la realización de estas 3 películas basada en el texto de Tolkien que cuenta la historia previa a los hechos de ‘El Señor de los Anillos’, las cuales se sienten forzadas, demasiado largas y, según los acérrimos fans, con demasiadas licencias creativas por parte de Peter Jackson, ésta parte final del Hobbit es quizá muy poco profunda en su desarrollo general pero es altamente espectacular y por lo tanto, disfrutable.

Y es que Jackson sabe bien cómo manejar las escenas de acción, las grandes batallas, todo de manera épica y montadas de manera tal que garantizan un buen espectáculo y entretenimiento, a pesar de la larga duración que, a diferencia de las dos entregas pasadas, no se siente tanto.

La historia inicia justo donde se puso pausa al termino de la segunda parte, el ataque de Smaug a la Ciudad del Lago, y a partir de ahí el vértigo será la constante en un relato donde lo que importa por sobre toda cuestión será la acción constante, sin detenerse demasiado en detalles ni lógicas.

Las batallas son lo principal en esta parte de la historia, tal y como el título lo indica, pero en ello habrá que poner poca atención a riesgo de no poder sostenerse dentro de lo narrado, ante el poco rigor en cuanto a la verosimilitud de su desarrollo y el uso de los espacios físicos.

A pesar de ello, la solidez de su cuadro de actores, entre los que destacan Martin Freeman, Luke Evans, Evangeline Lilly y Richard Armitge, y los que dotan de nostalgia a la nueva saga, Ian McKellen, Orlando Bloom y Cate Blanchet entre otros, inclinan la balanza hacia el lado positivo en ésta última y ágil entrega.

Así, Peter Jackson sabe unir a la perfección el final de ‘El Hobbit’ con las aventuras vistas en ‘El Señor de los Anillos’, con toda su experiencia deja al espectador con ganas de revisar aquellas películas, muy superiores en todos los sentidos.