En su anterior filme, el realizador francés Jérôme Salle exploró el racismo en un thriller que recibió unánimemente buenas críticas siendo presentada en el Festival de Cannes, ahora decide narrar la historia de la vida del célebre explorador Jacques Costeau.

Tras hacer la presentación junto a sus socios del “Aqua-Lung”, un artefacto que le permite a los buzos respirar debajo del agua, Costeau (Lambert Wilson) decide ir a lugares inexplorados a lo largo de los diferentes océanos para investigación y además documentar los hallazgos, esto con la complicidad de su esposa (Audrey Tautou), quien se desprende de sus joyas con tal de apoyar a su esposo.

La película va mostrando las diferentes misiones a las que se enfrentan los viajantes del Calypso, el proceso de filmación de sus películas, alguna triunfadora en el Festival de Cannes, a la par de la relación de Costeau con su esposa e hijos, Jean-Michel (Benjamin Lavernhe) y Phillipe (Pierrer Niney), centrándose sobre todo en éste último.

La parte medular del relato se centra en la relación de Jacques con su hijo menor, Philipe, dejando al resto de la familia de costado, y desaprovechando a sus intérpretes, siendo más notorio en el caso del que interpreta Taotou, que en su etapa joven presenta ciertos matices y terminando en su etapa adulta como una mujer resentida y un personaje totalmente desdibujado

Si bien la película evita regodearse con las imágenes subacuáticas consigue precisamente allá abajo del mar, las dos únicas secuencias llenas de emoción, primero un ataque de un grupo de tiburones y otro, un encuentro de Phillipe con una orca de enorme tamaño.

Por otro lado, el relato se queda corto tanto en mostrar la vida de Costeau como en cuanto a su vida como explorador, a pesar de tener una historia con mucho para contar, la forma en que está narrada, además de ser bastante convencional, es poco emocionante.

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