La segunda película de René Villareal, director de la notable ‘Cumbia callera’, es un fiel y actual retrato de la situación de hartazgo de miles de mexicanos asfixiados y oprimidos buscando una salida para tanto problema.

En el argot de los albañiles un “jhoyero” es aquel que se encarga de hacer los hoyos, o los “jhoyos” en la tierra, la película cuenta la historia de Juan, un joven que trabaja como mozo en la residencia de una familia regiomontana de un alto nivel económico.

El trabajo lo tiene como una herencia familiar ya que por ahí han pasado antes algunas personas de su familia, pero esa mañana no parece tan igual a las demás, ya que además de su luch, Juan lleva consigo una pistola. Montado en su bicicleta, Juan deberá recorrer toda la geografía de la ciudad de Monterrey desde uno de sus rincones más humildes hasta un barrio lujoso en una de las zonas de mayor nivel adquisitivo de la ciudad en lo que parece un día común de trabajo, donde su labor principal ese día será cavar un hoyo en el patio a petición de su jefe.

Villarreal se toma el tiempo en acompañar a Juan en su trayecto sin prisas, donde podemos ver como el paisaje y las condiciones van cambiando hasta el lugar donde vive la familia, donde el padre busca escalar posiciones y sacar ventajas de sus relaciones aprovechando el triunfo electoral de gente cercana a él, mientras la madre cumple el rol típico de obedecer al marido y cuidar a los hijos, que suelen vivir en la fiesta y dormir de día.

El retrato que Villarreal hace de la familia es acertado y hace un adecuado uso de cuanto cliché existe en una familia de dicha posición en la ciudad de Monterrey, pero queda como deuda el no muy acertado nivel de interpretación que es mucho más cercano al quehacer teatral, mucho más visible en la actriz Berenice Almaguer, que hace de la madre de la familia.

Con una historia que podría tener diferentes niveles de lectura y pareciera una analogía del desafortunado momento en que vivimos en el país, Villarreal consigue un relato digno, no a la altura de su ópera prima, pero que demuestra un verdadero oficio en el difícil arte de contar historias en la pantalla grande, y en la rareza que hoy día representa hacerlo en 35mm.

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