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Polonia Polonia · Suena Wagner y tengo ganas de invadir
Voto de Normelvis Bates:
5
Ciencia ficción. Thriller. Intriga. Acción Dom Cobb (DiCaprio) es un experto en el arte de apropiarse, durante el sueño, de los secretos del subconsciente ajeno. La extraña habilidad de Cobb le ha convertido en un hombre muy cotizado en el mundo del espionaje, pero también lo ha condenado a ser un fugitivo y, por consiguiente, a renunciar a llevar una vida normal. Su única oportunidad para cambiar de vida será hacer exactamente lo contrario de lo que ha hecho siempre: la ... [+]
30 de enero de 2011
33 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
Circula por estos pagos un tópico, que no sé si llamar curioso, perezoso o directamente idiota, que identifica a quienes se atreven a dudar del valor de ciertas pelis actuales con fósiles petrificados en el obsoleto blanco y negro de unos clásicos que habría que ir demoliendo, ciegos a las revoluciones que, día sí y otro también, tienen lugar a su alrededor, incapaces de asimilar las nuevas gramáticas que genios adelantados a su tiempo inventan a diario para espectadores tan visionarios y liberados de ataduras con el pasado como ellos. Después de ver “Origen” y de repasar muchas de sus muy entusiastas críticas, uno acaba sospechando, sin embargo, que la devoción monjil con que se glorifica a alguno de estos mesías es más propia de un costalero en plena Semana Santa sevillana que de un cinéfilo, que, por pomposa que suene la palabreja, no deja de ser un señor sentado ante una pantalla con una bolsa de cacahuetes y un cuenco, no debería hacer falta decir para qué: hasta un chimpancé sabe, con el debido respeto, que las cáscaras no se mastican.

El gran problema de “Origen” es que es pura cáscara. Tan preocupado está Nolan con la estructura externa de su obra, con sus giros y volatines, sus peonzas, sus bucles y sus cajitas chinas, que acaba descuidando las reglas más elementales de la sintaxis narrativa, de la creación de personajes, del encaje lógico de acciones significativas y seres de ficción con algo de carne y hueso. Bajo su pátina de enigma trascendente, “Origen” no oculta sino un jueguecito de ingenio tan enrevesado como banal y tan brillante como anodino, que, paradójicamente, cuanto más pretende sumergirse en la psique humana más se aleja de su objetivo de inquietar a quien no se contenta, como los espectadores de la prehistoria del cine, con dejarse amedrentar por la visión de un tren en marcha. Que “Origen” aturda los sentidos no significa que emocione. Ni mucho menos.

Que para darle algo de hondura al protagonista haya que recurrir al viejo truco de la esposa perdida y al cursi paisaje campestre con adorables niñitos indica cómo son de irrelevantes sus personajes y lo fácil que resulta desvincularse de esa panda de plastas que te explican todos y cada uno de los pasos que dan, despreocuparse de lo que pueda ocurrirles cuando, como los brutos pero entrañables Hombres de Harrelson, se montan en furgonetas, se suben a azoteas ajenas y se lían a tiros y mamporros contra todo lo que se mueve. Porque, al fin y al cabo, de eso se trata, de liarla parda y a lo grande, aunque con coartada freudiana. Al torpe e interminable correcalles de su segunda hora hay que reconocerle, sin embargo, que logró, sin duda involuntariamente, que me involucrara a fondo en la trama de la peli: dejé atrás los tres niveles de mi subconsciente, crucé a toda velocidad el cuarto, el limbo y hasta las putas puertas de la percepción. Me quedé frito, vamos. Roncando a pierna suelta. Ni sedación, ni maletín, ni hostias. Es lo que tiene ser un fósil, supongo.
Normelvis Bates
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