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Voto de Shinboneniná:
4
6,9
62.962
Drama
Berlín, 1942. Bruno (Asa Butterfield) tiene ocho años y desconoce el significado de la Solución Final y del Holocausto. No es consciente de las pavorosas crueldades que su país, en plena guerra mundial, está infligiendo a los pueblos de Europa. Todo lo que sabe es que su padre -recién nombrado comandante de un campo de concentración- ha ascendido en el escalafón, y que ha pasado de vivir en una confortable casa de Berlín a una zona ... [+]
20 de octubre de 2008
12 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
No he leído el libro, así que me ahorro las comparaciones. La película no me ha enganchado porque creo que cuenta una historia inverosímil. Parece que el texto original nació como un cuento para niños. Desde los códigos de la narrativa infantil, la historia puede resultar creíble, incluso fascinante. El problema viene cuando se intenta presentar tal cuento como si de una novela de corte realista se tratara, más aun cuando la temática gira en torno al totalitarismo genocida. Si nos dejamos llevar sólo por los sentimientos, podemos creer cualquier cosa. En eso se basa el fanatismo. Si sólo nos atenemos a criterios racionales, corremos el peligro de no conmovernos ni con el teorema de Fermat. Convendría moverse, por tanto, en un término medio, pero sin olvidar por completo ninguno de los dos extremos.
La historia que cuenta la película es tan poco creíble, que lastra cualquier componente emotivo. Para ilustrar mi argumento con ejemplos tendré que hacer un viaje al spoiler. Lo mejor, con diferencia, el personaje del médico pelapatatas; conmovedor de verdad.
La historia que cuenta la película es tan poco creíble, que lastra cualquier componente emotivo. Para ilustrar mi argumento con ejemplos tendré que hacer un viaje al spoiler. Lo mejor, con diferencia, el personaje del médico pelapatatas; conmovedor de verdad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
El niño es extraordinariamente avispado para cuestionar el estilo de vida nacionalsocialista, pero es tan estúpido que no percibe el drama y el sufrimiento que supone un campo de concentración.
Vale, el alemán ha vivido en una burbuja que le ha mantenido al margen de un mundo trágico. Pero, ¿y el judío? Él si conoce de primera mano las miserias y la brutalidad de la guerra, del campo, de la vida.
La madre, esposa de un oficial nazi, se horroriza de que en el campo se exterminen judíos; lo del niño tiene un pase, al fin y al cabo, tiene ocho años, pero lo de la señora es una rueda de molino XXL.
El padre del niño es el responsable del aniquilamiento y la esclavización de miles de personas, aunque para los nazis los judíos no merecieran tal consideración, pero no es capaz de poner orden en su casa, ni siquiera de enfrentarse con entereza a las preguntas de su propio hijo, un niño de corta edad. Serán los mecanismos de compensación.
Tendría que documentarme, pero me cuesta creer que a un oficial encargado de dirigir un campo de exterminio se le permitiese llevar a toda su familia cerca de tan siniestra instalación.
Las medidas de vigilancia del campo son de chiste de Gila, tanto el niño judío como el alemán quedan con absoluta libertad (con perdón para el judío), día tras día, sin que nadie se dé cuenta.
¿Cómo es posible que, tras la traición del niño alemán, cuando le culpa al judío de haber robado el pastel y, tras el severo castigo de que es objeto, vuelva a ser su amigo? El que piense que eso es verosímil es que sólo conoce a los niños que describen ciertos manuales de psicología.
Como todo el mundo sabe, cuando uno las está pasando putas, y eso no se le escapa ni a un niño de tres años, está esperando la mínima oportunidad para salir de esa situación. Pero, héte aquí, que, con dos cojoncillos, el de los bonitos ojos azules decide abandonar su mundo perfecto para meterse en la boca de un lobo que él todavía percibe como una granja habitada por paisanos con pijamas de rayas. Lo normal hubiera sido todo lo contrario. Claro que eso no removería las conciencias. ¿Qué mejor chivo expiatorio que un inocente niño alemán para lavar los pecados de un régimen atroz? Será muy bonito, pero a mí me parece una gilipollez supina.
Reitero, no me la creo.
Vale, el alemán ha vivido en una burbuja que le ha mantenido al margen de un mundo trágico. Pero, ¿y el judío? Él si conoce de primera mano las miserias y la brutalidad de la guerra, del campo, de la vida.
La madre, esposa de un oficial nazi, se horroriza de que en el campo se exterminen judíos; lo del niño tiene un pase, al fin y al cabo, tiene ocho años, pero lo de la señora es una rueda de molino XXL.
El padre del niño es el responsable del aniquilamiento y la esclavización de miles de personas, aunque para los nazis los judíos no merecieran tal consideración, pero no es capaz de poner orden en su casa, ni siquiera de enfrentarse con entereza a las preguntas de su propio hijo, un niño de corta edad. Serán los mecanismos de compensación.
Tendría que documentarme, pero me cuesta creer que a un oficial encargado de dirigir un campo de exterminio se le permitiese llevar a toda su familia cerca de tan siniestra instalación.
Las medidas de vigilancia del campo son de chiste de Gila, tanto el niño judío como el alemán quedan con absoluta libertad (con perdón para el judío), día tras día, sin que nadie se dé cuenta.
¿Cómo es posible que, tras la traición del niño alemán, cuando le culpa al judío de haber robado el pastel y, tras el severo castigo de que es objeto, vuelva a ser su amigo? El que piense que eso es verosímil es que sólo conoce a los niños que describen ciertos manuales de psicología.
Como todo el mundo sabe, cuando uno las está pasando putas, y eso no se le escapa ni a un niño de tres años, está esperando la mínima oportunidad para salir de esa situación. Pero, héte aquí, que, con dos cojoncillos, el de los bonitos ojos azules decide abandonar su mundo perfecto para meterse en la boca de un lobo que él todavía percibe como una granja habitada por paisanos con pijamas de rayas. Lo normal hubiera sido todo lo contrario. Claro que eso no removería las conciencias. ¿Qué mejor chivo expiatorio que un inocente niño alemán para lavar los pecados de un régimen atroz? Será muy bonito, pero a mí me parece una gilipollez supina.
Reitero, no me la creo.