He de reconocerlo. El cine de terror es un género que realmente me afecta psicológicamente. No el hecho de que sea algo real o no, que me pase a mi algún día o ese tipo de cosas. Me afecta el no poder aguantar con la luz apagada durante unos segundos, no poder ver el final de un pasillo estando sola en casa o ver sombras en montones de ropa encima de una silla. Por lo general, este tipo de cosas suelen ocurrirme durante un par de días o tres a posteriori de ver una película de miedo. Bueno, especifiquemos, de miedo de verdad.

Mi situación con Expediente Warren: El caso Enfield es la siguiente: había visto la saga Insidious en su correspondiente momento, me parecieron unas peliculas impresionantes, tanto por historia, malrollismo y miedo en general. Había visto también, en su día la primera parte de Expediente Warren en casa y me pareció muy buena. La semana del estreno, unos amigos nos comentan que quieren ver la segunda parte en el cine. Mi pareja y yo accedemos, aunque bajo la condición de que debíamos ver la 1 de nuevo ya que él no la habia visto.

Y en esas estaba yo, martes noche, día antes de ver Expediente Warren 2, viendo la predecesora. En una silla, en una habitación y tapada hasta las cejas de el miedo que me estaba dando el revisionar esta pelicula. No pego ojo en toda la noche, mi subsconciente empieza a crear en mi un estado de ansiedad por recordar que las críticas de la 2 en esta web son mejores que la 1 y auguran un manantial de mejores sustos y mayor terror.

Me presento el miércoles en el cine. La sala hasta las trancas. El cine mal organiza el acceso a la sala y aparecemos en ella cuando ya se había emitido el primer minuto del metraje de la película. Una escena genial en la que Lorraine Warren visualiza un asesinato. Busco mi asiento, como puedo, puesto que la mitad de la sala aún estaba llenándose.
Acto seguido, cojo corriendo mi teléfono móvil. Es mi artilugio fetiche. Contando con forma rectangular, podía cubrirme la cara con el en forma diagonal mientras veía las esquinas de la pantalla sin sufrir ningún infarto.

Inciso aquí. Lo se, no es la manera ideal de entrar en el ambiente de una películade terror si de primeras ya me estoy cubriendo los ojos. Pero lo digo enserio, tendría que acudir a un psicólogo si me hicieran ver estas películas con los párpados abiertos de par en par.

Volvemos al cine. La pelicula continúa con esquema muy similar a la de la primera, se notaba a la legua aún más cuando había visto esta 24 horas atrás. Una familia, una casa, una ouija... en fin, nada nuevo. Entra en escena la famosa "monja". LA VIRGEN, que susto. Fea (o feo) con ganas, muy mal rollo, esperas con ansias que te expliquen de donde viene ese ente tan horrible. Mucho chavalerío en la sala riendo y chillando hasta ese momento, con la monja la cosa empieza a ponerse seria.

La carcasa de mi móvil es muy bonita, no puedo ver otra cosa, la primera mitad de la película es un no parar de sustos. La escenografía (en los momentos que podía alzar la vista) parece impecable, la música no es muy especial pero yo la agradezco porque siempre me advierte de los momentos de ataque al corazón. De pronto, la película se desploma en el momento en que los Warren llegan a la casa (aunque es con ellos, con los que sucede la mejor escena de la pelicula, detallo en Spoilers). El móvil acaba en el bolso, en lo más profundo de este. Incluso se me abre el estómago y empiezan a darme ganas de comer palomitas. Una canción de Elvis suena, y me relaja.

Y me relaja hasta el final de la película, porque a raíz de ahí, jamás remonta. La historia se vuelve absurda y se empieza a resolver a trompicones. Quedan bastantes hilos sueltos, empieza a dejar de ser creíble la historia (que recordamos, esta basada en hechos reales) y todo se completa de una manera muy deprisa y corriendo.

¿Dormí esa noche? Si. ¿Pude mirar al fondo del pasillo? Bueno, eso ya es otro cantar.

En conclusión.
Sustos: si.
Miedo: no.
Malrollismo: si.
Buena historia: no.
Buenas actuaciones: si. (Quizás de lo mejor de la película)