Si comparamos la película con el libro (y no podemos dejar de hacerlo) la primera resulta fallida puesto que carece de los elementos que han convertido a este libro en ya clásico. Una cosa que se pierde es el narrador. El libro, además de relato histórico, es la vivencia interior de un niño, y es el narrador quien se encarga de mostrárnosla. Quizá toda esa riqueza interior sea difícil de plasmar en el cine, que, como lenguaje que también es, tiene sus propios recursos y materiales. Sin embargo parece como si la película intentara sustituir o compensar la falta de narrador con recursos de estilo muy forzados y enturbiadores del fondo de la historia; la banda sonora, por ejemplo, en vez de enriquecer, satura (tal vez es por su calidad que gana protagonismo); el espectador, y más en esta historia, no siempre necesita que le digan cuando viene un giro, el clímax... Los hechos ya hablan por si mismos. A mí la música particularmente me desconcentró, me recordaba una amalgama de muchas otras películas. Si es la fotografía, veo una obcecación por la belleza en las imágenes, por encima de la autenticidad o la búsqueda de la emoción.
El libro era sobrio, sin dramatismos. Y es que en según qué temas, como el holocausto, a veces parece sobrar todo añadido al propio drama de los hechos en sí. La crueldad, la violencia y el dolor pienso que (y esta es una opinión muy personal) deben tratarse con cierta frialdad y contención ("al estilo de Michael Haneke", quizás podríamos decir). Y de esa frialdad, precisamente nace la belleza de lo narrado.
En resumen, la película tiene una vocación de estilo excesiva y creo que equivocada para la historia. No aporta nada al género; las películas buenas siguen siendo las que son. Yo prefiero las que tienen un carácter documental y ceñidas a los hechos aunque no por ello renieguen del entretenimiento, o ya documentales propiamente (no puedo dejar de pensar en Shoah).