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España España · ciudadano del mundo (palencia)
Voto de kafka:
9
Drama. Romance Un viejo payaso (Charles Chaplin), después de evitar el suicidio de una joven bailarina (Claire Bloom), no sólo la cuida, sino que, además, se ocupa de enseñarle todo lo que sabe sobre el mundo del teatro para hacerla triunfar. Último y melancólico film americano de Chaplin. (FILMAFFINITY)
14 de enero de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Baste decir de esta adorable película las siguientes frases sacadas de su guión: "a ciertas alturas la vida es una costumbre" (Chaplin a Bloom); "¡qué oficio tan triste hacer reír!" (Bloom a Chaplin); "algo tan inevitable como la Muerte, la Vida" (Chaplin a Bloom); "están todos tan amables que me hacen sentir solo" (Chaplin a Bloom); "creo que me estoy muriendo, no lo sé, he muerto tantas veces" (Chaplin al doctor que lo atiende en las candilejas de su último teatro)... Todas ellas van a confluir en la lapidaria, melancólica y brutal sentencia chapliniana: "TODOS LOS QUE HACEMOS REÍR SOMOS TRISTES".
"Candilejas" es la historia del payaso Calvero (Chaplin) y la bailarina Theresa (Bloom) a quién éste salva del suicidio. Él, un clown ya decrépito y olvidado, alcohólico y destrozado, cuando en realidad es maravilloso, triste cuando contagia alegría de vivir a ella, enferma de las piernas por las fiebres reumáticas (spoiler), en un final en que el homenaje al Artista alcanza dotes de sublimes síntomas con la presencia del genio olvidado Buster Keaton, entre bastidores y tristes candilejas.
Orquestada magistralmente en una narración que comparte y coordina lo cómico y lo trágico, esta película supone la interpretación más evidente que Chaplin haya hecho de sí mismo (precioso autohomenaje en el trío de vagabundos que tocan en la calle...), una interpretación al que algún miope tuerto ha acusado de autocomplaciente y narcisista (bendito sea el narcisismo artístico de alguien como Chaplin, maldita sea), algo además absolutamente legítimo y insondable si fuera así, a la legendaria trayectoria de éste y a un derecho ganado a golpe de talento. Así pues, ¿quién mejor que Chaplin para volcarse en la caracterización del Artista, de sí mismo, supremo bastión de ello?, ¿quién, queridos ignorantes?; ¿quién mejor que él, vilipendiado hasta en el cénit de su obra, para simbolizar el ciclo del Artista, según el cual vuelve al final de sus días a hallarse con la sala vacía, con el olvido y la soledad?; ¿quién mejor que Chaplin, aún en su tendencia a lo folletinesco y lacrimógeno, para encarnar la dicotomía de la máscara y de lo real, sin que una cosa y otra lleguen a ser sino los dos lados de la vida y la muerte?.
Son obvias las pretensiones críticas de Chaplin con esta obra maestra: hacia los críticos y hasta al propio público, hacia tanto payaso disrfrazado de artista y hacia los artistas que no hacen sino payasadas, hacia el puto dinero y el mercantilismo, y, sobre todo, hacia tanto artista sepultado premeditadamente que no son sino más jóvenes cuánto más viejos pues a ese paso del tiempo lo dinamita un espíritu efectivamente más sabio, más inteligente, más inquebrantable, más autocrítico. Como Chaplin, genio único, para siempre.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
kafka
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