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Habitación 666 (TV)

Habitación 666 (TV)
1982 Francia
Documental, Intervenciones de: Wim Wenders, Jean-Luc Godard, Werner Herzog ...
6,1
477
Documental Durante el Festival de Cannes de 1982, el realizador alemán Wim Wenders reúne en una habitación de hotel a un grupo de conocidos directores para conocer su opinión sobre el futuro del cine. (FILMAFFINITY)
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
20 de abril de 2010
21 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Godard es pesimista, siempre lo fue. Con esa cara no me extraña.

La pinta de motero hincha del Borussia Dortmund de Fassbinder no tiene desperdicio. Lo que dice... pché.

Herzog se descalza, apaga la tele, y acto seguido minimiza la amenaza de la misma sobre la evolución cinematográfica. La implicación del espectador en una sala de cine es una experiencia vital que la Tv no puede imitar. Eso dice él. Depende qué espectador, supongo.

Spielberg nos habla de dinero y productores, focaliza ahí su atención al charlar sobre el futuro del cine. Evidente.

Un Antonioni inquieto reflexiona al estilo de su cine: diseccionando. No pone cara de interesante, no se quita los calcetines, no lleva gafas de sol y no se marca ninguna frase del estilo "soy Antonioni, chaval". Se centra en la cuestión técnica, en el problema material. Habla del continente y no del contenido. Frío, como es él. O como son sus películas al menos. El futuro del cine para el italiano se reduce a una cuestión técnica.

Wenders sale un instante, disfrazado de miembro de Los pegamoides, y presenta a Yimaz Güney. Ustedes dirán que mucho gusto pero que no les suena. A mí tampoco. Leyendo compruebo que, lo delata su "speech", es un tipo comprometido, rojo-pasión... La Turquía que le tocó vivir desde mitad del siglo XX hasta ese 1982 supongo que no le dejó muchas más opciones. Pero polariza su atención en las masas y la industria. Incluso menciona esa palabrota, "capitalismo", un par de veces. Y esa perspectiva tiene las patas muy cortas.

El resto pinta peor, algunos se quitan el muerto de forma sonrojante. Además, con internet este debate, así planteado, ha perdido toda vigencia. Pero sirve para reflexionar sobre cómo empezó todo aquellos días en que la MTV mataba la estrella de la radio con rudimentarios video-clips.

Wenders coloca una televisión detrás de cada entrevistado emitiendo constantemente, sin venir a cuento. Es un figurante del documental. Y la banda sonora, además, tiene sonoridad admonitoria casi, como si la amenaza apocalíptica del tubo de rayos catódicos quisiera el director-creador-documentalista-artista ceñírnosla a los oídos a través de un tema musical de cine de suspense.

Afortunadamente, por los fotogramas ronda un árbol (que aparece, saluda, y desaparece a cada rato) de 150 años al que, curiosamente y pese a ser espectador sempiterno de lo que sobre la tierra sucede, le vienen a importar un pito estas teorías.
Bloomsday
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2 de agosto de 2011
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante proyecto el que llevó a cabo Wim Wenders durante el Festival de Cannes de 1982. Lástima que algunos de los entrevistados no se tomen la cuestión en torno al devenir del cine con respecto a la televisión demasiado en serio, dando en muchos casos tan sólo muestras de su incesante y (no tan) agudo ingenio, o al menos en lo que a improvisación se refiere. Con unos más visionarios que otros, los momentos de Godard, Fassbinder o Spielberg son destacables. Cada cual con su manera de actuar y su forma de ser.

Contando con este precedente, deberían hacerse por lo menos cada década este tipo de entrevistas. El futuro del cine es aún si cabe todavía más incierto. Qué habrían pensado en aquel momento los entrevistados de haber sabido que casi treinta años después, la pieza en la que participaban estuviera en un formato .avi, y tras visionarla, un "usuario" sería capaz de hacer inmediatamente una breve reseña, y pudiera compartirla instantáneamente con el resto del mundo. Quizá más de uno se habría lanzado por la ventana en ese momento. Según se intuye en muchas de las declaraciones, existe mucho recelo hacia un futuro inalcanzable e incierto para aquel presente, que ya vemos como pasado. Y, tal como queda en evidencia, el más optimista de todos es quien ha terminado ganando. Tan sólo de momento, claro.

A continuación, los nombres de los cineastas entrevistados por orden de aparición:

Jean-Luc Godard
Paul Morrissey
Mike de Leon
Monte Hellman
Romain Goupil
Susan Seidelman
Noel Simsolo
RW Fassbinder
Werner Herzog
Robert Kramer
Ana Carolina
Mahroun Bagdadi
Steven Spielberg
Michelangelo Antonioni
Wim Wenders
Yilmaz Güney (voz)
hpbordon
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26 de enero de 2007
7 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fue en 1982. Wenders convocó a diversos profesionales del cine en una habitación de hotel y les dejó solos ante una cámara. Tenían que dar su parecer sobre el futuro del cine como tal: el de verdad, el de celuloide. En aquella época el vídeo comenzaba a tener protagonismo. Hay para todos los gustos, pero en líneas generales acertaron en sus pronósticos. Hoy en día el cine está regular. No nos engañemos. Los soportes digitales han sustituido gran parte del cometido de las salas de cine; de vez en cuando hay un resurgimiento pero la televisión es un gran obstáculo para el séptimo arte y lo va ahogando sin prisa pero sin pausa. Lo que el director alemán hizo estaría bien volver a hacerlo ahora, si puede ser con parte de los mismos protagonistas. En definitiva un experimento curioso, necesario para saber dónde estaban entonces y útil hoy día para saber donde estamos ahora.

JL. DANA Q
dana
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12 de octubre de 2007
7 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Wenders ha convocado al menos dos veces a otros directores para indagar en las motivaciones que les lleva a hacer cine y en el futuro del séptimo arte. La segunda vez fue con "Lumière et compagnie" en 1995 (película que esperemos puedan incluir próximamente en la base de datos los amigos de Filmaffinity). La crisis de la representación, tema de nuestro siglo en todas las artes, ocupa el trasfondo de estas iniciativas. Si algo dejan en claro es la despreocupación de los cineastas por la construcción de un discurso, sus respuestas son la mayoría de las veces pobres y escasamente valederas, claro que el tiempo de que disponen no da para mucho más que para buscar la brevedad y el aforismo, la contundencia y la nada. Negarse a responder como hacen algunos no es sencillamente una actitud malhumorada sino el reconocimiento de una imposibilidad.

Hay en la segunda de las películas mencionadas algunos hallazgos modestos. A propósito del centenario del descubrimiento del cinematógrafo se les propone a los cineastas convocados rodar un corto de 50 segundos con la cámara original de los Lumière. El cine dentro del cine es una constante en esos cortos en referencia a la revisión del propio discurso. Algunos se limitan a rodar despreocupadamente, sin pretensiones y lo dicen explícitamente como aquello que dicen los niños cuando pierden en el juego "esto no vale, ¿eh?", para que se lo tengamos en cuenta. Otros incluyen referencias al cine, a Buñuel y a Resnais por ejemplo, y a su mortandad. Aún otros aprovechan la ocasión para la denuncia social como Trueba o para el recuerdo como los cortos dedicados al aniversario de la destrucción de Hiroshima.

Pero para mí, no sé si consciente o no, el corto que los reúne a todos y cifra el problema de la representación, es el de Spike Lee. En sus 50 seg. rueda un primer plano de su hijo y la voz-en-off del director le apremia para que diga "dadda". El niño trata de articular algo, mueve los labios insensiblemente hasta que al final, bordeando el límite, pronuncia la palabra y el corto termina. Podría pensarse que algo puede ser dicho, después de todo, pero no debemos olvidar que el sonido no es sincronizado sino que es un añadido, un simulacro. El crío en realidad no logró articular palabra ninguna. No podemos dejar de pensar que el realizador con toda su autoridad de padre y de director no consigue transmitir nada, no logra formular un sentido y a nosotros sólo nos queda el ruido y la furia y el dadá, no el de Spike Lee sino el de Tristán Tzara. La coletilla final podría ser esa frase de Javier Marías: "Uno no debería contar nunca nada"
Langfuller
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