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La Chinoise

Drama. Comedia Godard y el maoismo. Estrenada un año antes del mayo del 68, "La Chinoise" relata las inquietudes por cambiar el mundo de un grupo de estudiantes franceses empapados del pensamiento de Mao Tse Tung. París, durante el verano de 1967, cuando pocos intentaban aplicar los principios que rompieron con la burguesía de la URSS y de los partidos comunistas occidentales en el nombre de Mao Tse Tung. Empapados del pensamiento de Mao y de ... [+]
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Críticas 28
Críticas ordenadas por utilidad
16 de noviembre de 2005
76 de 100 usuarios han encontrado esta crítica útil
Olvidaos de cualquier inclinación política que puedan tener, pues una película puede ser apreciada positivamente aunque no comparta con vosotros ideología. Olvidaos de quien es Godard, pues las obras maestras trascienden a sus autores. Olvidaos de la época en la que se hizo la película por lo que acabo de decir. Olvidaos también de la Nouvelle Vague, porque es un movimiento que habla de la libertad y por lo tanto cualquier dogma es inexistente (salvo el del buen gusto). Olvidaos incluso de que estais asistiendo a una película.

La chinoise demuestra lo que el cine, como arte, puede llegar a conseguir. No hace falta seguir los diálogos, ni comprender las imágenes, solo asistir a una experiencia sugestiva en la que los sonidos golpean a las imágenes. Imágenes limpias y sencillas, como si el film fuera realizado en el Renacimiento. Es una película para ver una y otra vez, para comprenderla cada vez más, para atender, si se quiere a sus diálogos y alcanzar el summun del orgasmo cinematográfico que nos propone el que posiblemente es el mejor director vivo, Jean-Luc Godard. Todo cabe en su película, a pesar de que el ámbito de acción se reduce a un pequeño apartamento parisino: el fracaso de las ideologías, la necedad del amor, la incomunicación del ser humano, la insolidaridad...

Godard dijo hace poco: "Matar a un hombre para defender una idea no es defender una idea, es matar un hombre". Fue en su última obra maestra, Notre Musique. Pocas veces se ha definido el mundo y el ser humano de una forma tan genial y sencilla. Quizás esta idea comenzó en La chinoise, una de las películas más geniales del que quizás ha sido el último director capaz de cambiar la historia del cine. ¿Cómo? Haciendo, como dice él, "políticamente cine", a golpe de obras maestras, de cine sincero, complejo, poético, intenso, dramático, combativo, intransigente...
miguel
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24 de mayo de 2008
61 de 83 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primera película del periodo militante de Godard, la sobrecarga ideológica limita su interés cinematográfico.
En ruptura con la estética de Hollywood, el autor aplica su doble óptica de documentalista y etnólogo.

Poco antes de la revuelta del 68, los componentes de una célula prochina, instalados en un piso parisino, lanzan ante la cámara dogmáticas soflamas revolucionarias.

Con distanciamiento brechtiano, la cámara que los filma aparece en algún plano, y las claquetas que dan paso a las tomas: por si el espectador olvida que está viendo una película sobre la realidad, y no la realidad…

Tal película se compone de una monocorde y acumulativa sucesión de proclamas maximalistas, hoy caducadas.
Poco interés, salvo para historiadores, puede encontrarse en ello; tampoco en la vida interna de la célula, pues los personajes, sin asomo de costumbrismo, quedan reducidos a meros portavoces ideológicos.

Lo interesante está en la libre y creativa gramática visual de Godard: montaje que integra ágilmente retratos de personajes históricos aludidos e imágenes fijas de aire pop (tomadas muchas de tebeos, a lo Lichtenstein); escenificación dominada por los tres colores primarios, a la manera de Mondrian: rojo, azul y amarillo.
En las paredes del apartamento, y también en grandes pizarras, se escriben consignas del Libro Rojo, como en los carteles que la película intercala frecuentemente entre escenas.

La composición de la célula es heterogénea: una de los cinco, limpiadora, se prostituye cuando en el piso falta el dinero, y lustra los zapatos de sus camaradas durante las conferencias; otra es una estudiante universitaria, familia de banqueros, que enuncia el ideario maoísta como quien recita un temario de oposiciones. Con igual talante afirma la necesidad de un terrorismo precursor, como el practicado por los nihilistas rusos en vísperas del 17.

Queda en el aire si la intención de Godard, al presentar a estos jóvenes prochinos a una luz un tanto ridícula, es satírica, o cuanto menos crítica: en una de las escasas escenas fuera del apartamento, una larga conversación en un tren en marcha, con un profesor universitario militante de la independencia argelina, éste señala a la maoísta empollona qué breve porvenir les aguarda, desconectados como están de cualquier base social. Y uno de los elementos de la célula, expulsado por “revisionismo”, señala ese mismo defecto mesianista: pretender encabezar el movimiento revolucionario de una masa popular de la que están desconectados y que no conoce su existencia.

Esa inflación ideológica, esa inmadurez, impregnan fatalmente la película y convierten muchos de sus pasajes en duro ejercicio de paciencia, a pesar del atractivo gramatical ya apuntado.
En este film de laboratorio se nota que la comunicación con el espectador no era la principal preocupación de Godard.
Archilupo
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11 de octubre de 2009
27 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
De alguna forma visionaria, La Chinoise podría considerarse el comienzo de la llamada ''etapa política'' de Jean-Luc Godard, marcada por una fuerte influencia de las corrientes adscritas al pensamiento Mao Tse-Tung desarrolladas al calor de la revolución y posterior constitución de la República Popular China, y que adquirieron cierta relevancia entre la intelectualidad europea durante la década de los sesenta.

La película, que juega con la ambigüedad entre el género documental, el teatro brechtiano y el filme tradicional ( todo lo tradicional que pueda considerarse el cine de Godard), narra las profundas discusiones de un pequeño grupo de jóvenes maoístas residentes en un apartamento parisino. Haciendo uso constante de metáforas visuales (barricadas construidas con ejemplares del ''libro rojo', radios que se convierten en fusiles, pizarras en los que los pensadores de la burguesía van siendo borrados, etcétera), Godard aborda varios de los elementos de discusión característicos de la izquierda de la década de los sesenta: la intervención norteamericana en Vietnam, las crecientes desavenencias entre la República Popular China y ''socialimperialismo'' encarnado en la Unión Soviética, o la Revolución Cultural China, así como aspectos concretos de la obra teórica de Mao Tse-Tung, como la cuestión de el carácter de la guerra, la contradicción o la lucha contra el revisionismo. Con estas discusiones, de cierta complejidad para aquellos que no cuenta con cierto conocimiento de la obra marxista, Godard deja patente su nulo interés en hacer de la Chinoise una película para el gran público ''despolitizado'', sino para una minoría intelectual con conciencia fuertemente progresista. Quizás gracias a ello esta película puede considerarse especial, y una de las películas mas innovadoras e interesantes (siempre y cuando se sea capaz de seguir de cerca las conversaciones, en el caso contrario probablemente sea un autentico aburrimiento) de ese genio que es Jean-Luc Godard.

Pese a todo ello, no cabe duda de que tras el filme, recorrido por el omnipresente color rojo, subyace una crítica irónica para con los círculos maoístas de la época (formados fundamentalmente por estudiantes universitarios), dejando entrever sus contradicciones no solo políticas o ideológicas, sino también personales, lo cual llega a revestir en algunos momentos un sentido livianamente cómico.

Recomiendo al menos un segundo visionado.
ChuloQueCastiga
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1 de octubre de 2006
25 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jean Luc-Godard es todo un señor exhibicionista con momentos tan delirantes como geniales. En mi opinión tan sobrevalorado como infravalorado. Autor de una de mis películas favoritas (“Vivir su vida”) en su primera y más fructífera etapa junto con Anna Karina.
“La chinoise” en cambio pertenece a su época más reivindicativa y políticamente panfletista. Sus años más rojos donde trasladaba sus discursos a su cine vanguardista, anticonvencional y libre.
Godard resulta fundamental para entender a la “Nouvelle Vague” y al cine moderno en su montaje revolucionario, aunque ayudase a crear y cimentar esa lacra que perdura en nuestros días, en forma de ecuación megalómana tan detestada por los guionistas llamada director = autor.

Su cine me parece que es de momentos, como mínimo interesante dentro de sus primeras etapas hasta antes de los ochenta, donde empezaría el declive en forma de sopor, destape y blasfemia poco punzante.
Godard salvaba películas irregulares (muchas sobrevaloradas) con secuencias y momentos sublimes y godarianos: la secuencia del cine en "Los carabineros" o el interminable travelling de “Week-end” por citar un par de ejemplos.

En “La chinoise” veo más de esos “momentos” y por eso me parece una de sus mejores obras. El filme se limita a colocar a cinco jóvenes idealistas en un piso donde no paran de hablar de cambiar el mundo con el cerebro reventado de ideología pro Mao Tse Tung.
La combinación de una imaginativa y minimalista escenografía basada en colores con pinceladas de humor, como el ataque a golpe de libros de propaganda a un tanque americano de juguete o las trincheras formadas con libros, enfatizan el discurso godariano y el panfleto sobre ideologías exacerbadas.

Godard también reinventa “La chinoise” al transformarla en un ejercicio recurrente en su obra sobre el metacine y el documental donde el discurso toma la palabra: los personajes hablan a la cámara y está se refleja en un espejo desvelando la cámara y al operador que filma.

“La chinoise” se convierte en un juego tan pueril como profundo, tan naïf como finalmente incisivo, donde las inquietudes de la juventud toman la palabra y dan pistas sobre lo que ocurriría un año después en mayo del 68.
Maldito Bastardo
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12 de octubre de 2022
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Murió Jean-Luc Godard. Un martes 13 de septiembre. En Rolle (Suiza) y rodeado de los suyos. A la edad de nueve décadas y un año. Murió de ‘muerte dulce’ o eutanasia. “No estaba enfermo, simplemente estaba agotado” leo en El País (que recoge a su vez la cita del periódico Libération).

Se fue sin hacer ruido. Su muerte coincidió con los fastos funerales de Isabel II. Pasó, quizás por ello, casi inadvertida. Dejó una obra ingente, irregular. Nunca fue santo de mi devoción. Y, sin embargo –a diferencia de lo que me sucede con la ínclita monarca, cuya persona ni siquiera me produce antipatía– mi mundo sin Godard es menos mundo.

De su filmografía me quedo con ‘Vivir su vida’ y ‘El desprecio’ –que tras un tibio primer visionado ha llegado luego a deslumbrarme–. De su ideario, me quedo con su afán de ir a la contra. Eso explica tal vez que se hiciera maoísta después de ‘La Chinoise’.

‘La Chinoise’ es, en esencia, una comedia. De ahí que pueda incomodar a los ‘creyentes’. Se enclava en una época y un tiempo ya cumplidos. Es lo que se ha dicho de ella –para bien, para mal– en tantas ocasiones. Resulta irreducible a un simple número. Me avengo a darle nota por exigencias del guión, sabiendo que al hacerlo traiciono mis palabras. Como haría Godard, siempre “au contraire”.

Ahora y en la hora de su muerte, ese es el gesto que quiero rescatar. No el desaliño, la soberbia, la reivindicación de clase –“Os hablo de solidaridad con obreros y estudiantes y vosotros me habláis de primeros planos y travellings. Sois idiotas.”–, la guerra, el ateísmo, la hosquedad, el metacine.

He querido volver a ‘La Chinoise’ y salir de la mano con su risa, la risa de Godard, un gesto digno y ya definitivo; testimonio de una broma interminable.
Servadac
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