Big Bang Love, Juvenile A

Creo que al valorar cualquier film de Takashi Miike, la subjetividad del momento en el que estás viendo la película te invade. "Big Bang..." me ha parecido interesante, aunque no descarto que la semana que viene me pueda parecer una gran chorrada mariponcia espacial.

El film nos cuenta las andanzas de dos presos muy diferentes, aunque están en prisión por el mismo motivo, el asesinato. Uno de los presos se convierte en el protector de otro, pero un día, el fuerte aparece muerto y comienza una investigación para esclarecer quién fue su asesino.

Tiene ciertas semblanzas con Gozu, aunque "Big Bang Love, Juvenil A" es bastante más bonita estéticamente. Su tensa ambientación, otra vez, muy del estilo Lynch con una música espectacular hacen de "Big Bang Love" un film a tener en cuenta. Miike también ha cogido ideas de otro de los directores de culto de occidente, Lars Von Trier, de quien plagia en algún momento las ausencia de decorados y los suelos pintados con tiza de "Dogville".

Pese a quien pese, Miike es un director muy a tener en cuenta. Aunque es cierto que puede realizar basuras cinematográficas de muy dudosa calidad, también crea maravillosos universos de obligada exploración. Puede gustar o no, pero no por eso deja de ser un director especial, o espacial. Hay quien dice que es un extraterrestre...

Esta película para llegarla a entender completamente, hay que entender a su director, Takashi Miike, bastante difícil, ya que es un personaje bastante peculiar, que con el paso de los años ha hecho más patente sus ideales cinematográficos, ganándose con ello un club de adeptos.

La película yo la catalogaría que está dentro de “Mundo Miike”, un mundo en el que tienen cabida sus fans, amantes y el mismo, por supuesto, ya que para los que no lo conocen la película se les puede atragantar un poco.

En ella se pueden observar las máximas características de este director, como son los símbolos, plagada casi en su totalidad, desde los personajes, los colores e incluso los objetos cobran un sentido, casi siempre metafórico, luego tenemos la violencia, otro de sus máximos exponentes, utiliza la sangre en ciertas escenas como si fuera el maná de la vida, y todo ello bien rodeado del impacto audiovisual, para que el espectador no dude de lo que esta pasando, y en el fondo le llegue los sentimientos del protagonista.

Otro tema recurrente en su obra, es la homosexualidad masculina, visible en la película, aunque sin llegar a los extremos masoquistas, también podemos observar que le encanta los efectos especiales, amante diría yo, ya que hay veces que lo que la naturaleza o el entorno no le puede dar, el le encanta plasmarlo como auténtico.

Para la película, el guión es lo de menos para Miike, lo importante es lo que plasma y lo que lo rodea, como si fuera un pintor surrealista con su obra, pero en movimiento y en constante cambio, de ahí mi baja valoración, porque es el Miike que menos me gusta, ya que para símbolos y experimentos están las pinacotecas y no el cine.

Lo dicho, como no seas amante, te vas a encontrar con una película difícil de tragar, aunque si te has tomado un par de copas antes de verla, igual la ves de otra forma diferente a como la ve el resto del mundo, porque eso es Miike, placer visual, defenestra erudición.

Seguir la pista a Takashi Miike con una media actual de tres películas por año es como seguir sus saltos de estilo y piruetas imposibles cinematográficas: en el 2006 pasó por una adaptación de un manga a un filme de acción, “Waru: Final”, y más acción con “Sun Scarred” y finalmente un homenaje imposible a “Dogville” con un drama carcelario surrealista gay.

No faltan cohetes fálicos, pirámides, desvanecimientos, toques lynchanos, fantasmas del pasado y, por supuesto, mariposas.
La historia carcelaria de un joven por matar a uno de los clientes del bar de ambiente donde trabajaba y la relación con su antagonista, un matón lleno de tatuaje hace situar la geografía cinematográfica de Miike de nuevo en las Antípodas.
Duelo de lo femenino y masculino, de represión donde confluyen referencias policíacas y juego de estilos visuales con rayos luminosos capaces de atravesar corazones. Miike en estado puro.

No hay nada como dejarse caer por la filmoteca un día sin niguna pretensión y volver con una grata sorpresa como la que hoy me dispongo a explicar.

46-okumen no koi (título original) es la última película de Takashi Miike; una obra a caballo entre la ambigüedad del lenguaje cinematográfico y la abstracción del arte. Con un impresionante manejo de la cámara, jugando con el enfoque para dar mucho juego a la narración, conseguimos obtener de una historia dramática un excelente film no lineal, donde se sucede la realidad, los recuerdos, los miedos, la imaginación... Añadiendo que la película cuenta con una fotografía muy trabajada y conseguida, ya tenemos todos los ingredientes para una sorprendente obra audiovisual.

Todo tiene cabida en el ambiente de una prisión casi surrealista: violencia, filosofía, locura, sexo... una mariposa azul nos guía entre las metáforas del film: un rayo de luz penetra en el corazón del joven Jun, haciendole sangrar (conseguir la libertad es un camino doloroso). Cuando su amigo Shiro le da a elegir entre el cielo y el espacio, Jun prefiere la religión (el cielo) a la ciencia (el espacio). Jun no cree que haya vida después de la muerte, pero no entiende porqué su amigo quería morir y no le dejó que lo hiciese él.

La película está narrada por capítulos, el último de estos tiene por nombre el título original de la película y juega con la libre interpretación del espectador al más puro estilo Evangelion. En definitiva, tenemos ante nosotros un film que no podemos dejar escapar ya que son pocas las obras audiovisuales que nos pueden hacer sentir tanto con tan poco, son pocas las obras en las que no se da por imbéciles a los espectadores.

Romance homosexual y thriller carcelario. Escenografía minimalista, fantasmagoría nipona y onirismo escapista. Decostrucción temporal y digresiones narrativas. Demostrando con creces (y por enésima vez) su heterogeneidad, Miike se aparta de la ultraviolencia gangsteril y del género del terror, vertientes por las que es conocido mayoritariamente pese a que no son las únicas que ha trabajado, y opta por elaborar una amalgama visual y temática tan atrevida como chocante. Y es que Big Bang Love, Juvenile A es un conjunto de elementos aparentemente dispares que, bajo la batuta del cineasta japonés, prodigiosamente adquieren ligazón.