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La estafa

Drama Richard, un broker de Wall Street, tiene que soportar que su esposa Edith despilfarre el dinero en caprichos. A tal efecto, Edith llega a emplear dinero de un fondo benéfico para invertir en bolsa por su cuenta, con pésimos resultados. Para restituir ese dinero acude a pedir un préstamo a un oriental de dudosa ética. (FILMAFFINITY)
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
7 de enero de 2010
28 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Espectacular muestra de incipiente cine clásico que en apenas 1 hora de duración asienta las bases de lo que se venía gestando progresivamente en los cortos de Griffith previos a 1913 (filmados con la Biograph) y la multitud de propuestas que habían tomado la dirección de una linealización del relato en el recién nacido tragaluz móvil.

Lo que hace DeMille en su primer film importante es recoger todos aquellos progresos en iluminación, dirección de actores, raccords de todo tipo (perfectos los raccords de mirada durante todo el juicio), uso de planos de todas las escalas, reunirlos todos y darles la forma del relato moderno tal y como lo conocemos a día de hoy, a través de una historia de engaños, centrada en tan sólo 3 personajes, y con momentos dramáticos propios del Griffith de “Lirios Rotos” (atención a la escena –para la posteridad- entre el villano Hayakawa y la zorra de Fannie Ward forcejeando en la estancia del primero).

Hay mucho de moderno en este film (la iluminación “a lo Rembrandt” que dicen algunos y que sentaría las bases de parte del posterior cine de Hollywood), la temática compleja llena de ironía dramática (información que conoce el espectador pero no los personajes), los mencionados raccords, etc, pero todavía se pueden observar algunos resquicios del cine más primitivo especialmente en la la puesta de los actores en escena: todavía vemos a los actores actuar a menudo de cara a la cámara, sin darle la espalda, y el dispositivo resulta, salvo excepciones, muy estático. Por lo tanto, no hay mucho lugar para los fuera de campo, aunque no deberíamos olvidarlo: hablamos de un film de 1915…

Por último, otro de tantos impulsos que dará DeMille (que figura como productor) en pro de la formación del cine institucional será el de la exaltación de la figura de la estrella, algo que hacía muy poquito la productora de Zukor (Famous Players) había impulsado con tal de conseguir una industria rentable y delimitar las líneas básicas del Nuevo Hollywood. La figura de Fannie Ward queda así resaltada desde los títulos de crédito (“Fannie Ward in… The Cheat”), siendo su nombre más grande que el del título de la película.

Película imprescindible para entender la gestación del Cine Clásico y, encima, un divertimento de cuidado.

****/*****
kakihara
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30 de octubre de 2012
19 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es desdeñable nunca apreciar una obra dentro del contexto en que se hizo, pero convengo que no todo el mundo es aficionado a la arqueología. Por eso el origen de mi crítica está en que “La Marca de fuego” posee esa y también otras virtudes que no por ser analizables en función del momento en que se hizo la película dejan de ser atemporales.

Quizás en estas películas haya que extirpar lo que no es cine de lo que es cine. Así, la composición de la protagonista Fannie Ward –no así la de Sessue Hayakawa, aspecto básico del éxito de esta película- apenas se sale de la gestualidad primaria de la prehistoria cinematográfica. Casi pueden oírse las instrucciones del director gritadas a pie de cámara:

“¡Recuerde a su marido!”

Y la protagonista alza los ojos en beatífica expresión evocadora.

“¡Recuerde que está herida y que le duele mucho!”

Y la protagonista de repente se retuerce de dolor, la mano en su espalda.

“¡Ahora muestre su rechazo al malvado!”

Y la protagonista compone una expresión de asco con un gran gesto de su brazo.

Etcétera; era 1915 y esto aún tardaría en pasar a la historia, aunque “La marca de fuego contribuyó bastante a ello, por motivos a los que luego me referiré.

La puesta en escena aún tiene ese carácter fuertemente frontal heredado del teatro, con los actores realizando escorzos antinaturales para no perder la cara ante la cámara, aspecto que ya nunca abandonaría del todo a DeMille en su prolífica carrera, y que paradójicamente acabaría convirtiendo en una virtud.

Sin embargo, “La marca de fuego” ofrece una trabazón de espacios y tiempos bastante avanzada para 1915, posiblemente sólo al alcance de Griffith. Eso se nota, por ejemplo, en el apreciable aprovechamiento del fondo de plano, seguramente por motivos de funcionalidad narrativa, pero en cualquier caso bastante llamativo. Se ve cómo en primer plano una pareja charla y al fondo, otra sale a la terraza. Cuando la conversación principal termina su finalidad narrativa, DeMille encadena con la conversación exterior. Hay una tendencia muy marcada no exactamente a sugerir profundidad espacial, sino a superar la rigidez del decorado como simple ornamento plano y utilitario.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Talibán
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30 de agosto de 2009
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mientras el Sr. Hardy se desloma trabajando, su mujer su funde el dinero en trapitos y en sociedades benéficas acompañada por el inquietante Sr. Arkau. Por si fuera poco, la Sra. Hardy invierte todo el dinero de la sociedad benéfica en la bolsa (y lo pierde, claro). El posesivo Sr. Arkau se ofrece a ayudarla; a cambio, sólo la quiere para él (y no dudará “en sellarla” como una propiedad más).

Realmente una GRAN película (¿la primera obra maestra de Cecil B. DeMille?) con una historia tan atemporal como la vida, escenas para la posteridad (algunas sorprenden por su dureza) y un malo malote que ya no podré olvidar.
Es cierto que el final quizás busca mucho el “dramón” y que la actriz, para hoy, “sobreactúa como una vieja diva” (pero es que ES una vieja diva).
Y sin necesidad de palabras, a estos actores se les entiende todo, desde lo que quieren decir a lo que quieren hacer (que por lo general, no es lo mismo).
Cinexin
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13 de diciembre de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película que nos ocupa es conocida en España como "La marca de fuego", aunque en Filmaffinity nos aparezca como la traducción literal de su título original. Sin embargo es ésta una de las contadas ocasiones en la que la imaginación de los distribuidores en nuestro país añaden algo a la película, suman en vez de restar, porque "La marca de fuego" no sólo nos recuerda el momento de más tensión emocional del film, sino que además refleja el tema sobre el que DeMille nos invita a reflexionar, y que hoy día está más vigente si cabe que en los albores del siglo pasado: La posesividad y el tratamiento de la mujer como objeto. Infinidad de veces el séptimo arte abordará este problema, pero esta obra hace antiguas a todas las películas actuales que enfocan un problema tan arraigado en nuestra sociedad sin aportar nada nuevo a lo que ya, en los comienzos del siglo pasado, recurriendo a un arte incipiente, DeMille trató con sencillez y con efectividad. Es cierto que los personajes están tratados superficialmente, y de manera un tanto maniquea; la mujer frívola y caprichosa, el maltratador carente de sentimientos y malo malísimo, y el marido sufridor que sabe perdonarlo todo. Amén de que valores a la sazón fundamentales, como el deshonor de una mujer mancillada, afortunadamente no tengan peso hoy día. Pero en el fondo, la película es sorprendentemente actual, porque, aunque no se atrevan a marcarlas con fuego, aún son muchos los que creen que una mujer es posesión suya.
AdolfoOrtega
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