Birdcage Inn

Morbosa, dura, sensible. Kim se repite, pero no importa porque su mundo es interesante y en el fondo creíble, pese a sus arrebatos poéticos.

Lo mejor: la base sincera de una historia sobre la prostitución y la discriminación en la adolescencia; los actores, exceptuando al que hace de "chulo" oportunista y destacando a los que interpretan al padre dueño del motel y a su hija biológica.
Lo peor: la falta de presupuesto. La música es blandita, y al final queda la sensación de que la historia se podría haber aprovechado mucho más.

¡¡¡Hombres, cuidado con la bragueta!!!

Una película que en ocasiones desgasta mucho el argumento de la prostitución. En un principio la idea atrae, sin embargo luego se vuelve grosero y pierde sentido. Me gusta mucho el principio de la película, la imagen de la prostituta vista debajo del agua, promete mucho, convirtiéndola en eje principal de la película, lo cual se cumple. Sin embargo luego la historia se vuelve muy predecible. La enemiga que se convierte en la gran amistad y única confidente, aquí topamos un tema bastante trillado.

Película de Kim Ki-Duk al 15%. Se notan demasiados sus inicios, el escaso presupuesto, la mediocre banda sonora que empaña el trabajo creativo.

Arranca con una metáfora que desencadena lo que vamos a ver: una tortuga perdida es rescatada por la protagonista y puesta en libertad en el mar.
La protagonista es una prostituta triste y solitaria. Una llorona que ha aceptado lo que es aunque se refugia en sus visitas marítimas (la libertad) y en pintar.
Kim Ki-Duk refleja en la puesta en escena ese encierro de la protagonista utilizando barrotes, vallas, etc. para indicar que está atrapada en su destino y vida. Como ese pez que nada en la pecera de su habitación.

Hasta aquí vale la historia. Lo que no vale son sus acompañantes forzosos, su nueva familia: una estudiante frígida envidiosa con aspecto de “rollo bollo” que la odia a muerte, un estudiante pajero aspirante a convertirse en fotógrafo del Playboy deseando perder la virginidad, los padres de los susodichos que regentan el negocio, el típico violento chulo-putas y el “marinero” que también simboliza la libertad.

La historia a partir de ese momento resulta típica, previsible y muy rutinaria. Incluye un polvo patético en alta mar a lo Jess Franco y una secuencia con metáfora que provoca la risa (ver spoiler).

No llega ni a curiosidad, aunque Kim Ki-Duk se luce en algunos momentos con lo que hay. Que es más bien poco.