Entras al cine y buscas tu asiento. Una vez te sientas, miras de reojo los anuncios y las promociones que saltan en la pantalla mientras apagas el móvil, ignorando el barullo de los demás espectadores, todos esperando a ver qué tal es esa película de la que tanto hablan. Se ve un cielo en la pantalla y empieza a sonar "Yellow" de Coldplay, sale el título "Boyhood", y ¡pum! Ya estás metido en una vida ajena, la cual te atrapará en 12 años contados en casi tres horas.

"Boyhood" es, sin lugar a dudas, una obra maestra. Me ha gustado tanto que no sé ni por dónde empezar. Comenzaré remarcando que me agrada mucho cuando en un arte tan comercial como es el cine, surge una película fuera de muchos convencionalismos, fuera de la necesidad de crear una historia con suspense, drama, giros de tuerca y tramas complicadas para entretener al público. "Boyhood" carece de complicaciones a nivel de trama, carece prácticamente de conflicto, carece de la estructura de tres actos a la que estamos más que acostumbrados, y demuestra que todas estas concepciones sociales sobre lo que una buena historia debe contar son justamente eso: convenciones. Convenciones que pueden (y deben) ser transgredidas. Esta cinta se basta con enseñar momentos de una vida, es una historia de aprendizaje muy distinta a lo ya visto. No trata de dar un mensaje específico, ni una moraleja trillada, simplemente es una oda a la vida, en especial la infancia y la juventud.

La paciencia de Richard Linklater y de todo el equipo que hay detrás de "Boyhood" es digna de elogio, pues el gran acierto de mantener durante todo el rodaje a los mismos actores hace que sea realmente complicado no involucrarse por completo en esas vidas. Da muchísimo gusto ver cómo crecen esos niños y los personajes de su alrededor. Como, en especial el personaje de Mason y su hermana, pasan de ser unos niños inquietos y muy enérgicos a convertirse en jóvenes adultos, aún suficientemente inmaduros, pero con una vida por delante para seguir cometiendo errores. Todos los personajes se perciben muy reales, muy naturales, justamente porque les acompaña ese paso del tiempo constante, el cual modifica sus personalidades, sus creencias y sus ideas pero siempre siendo la misma persona, por lo que podemos llegar a sentir cariño por cada uno de ellos.

Cuando escuché sobre esta película, pensé que era un concepto muy interesante, pero que muy posiblemente acabaría decepcionándome al ver el resultado final. No podría haber estado más equivocado, ya que creo que, de todos los errores que se podrían haber hecho al dirigirla, Linklater ha sabido cómo aprovechar el potencial de su idea al máximo. Deshaciéndose de las típicas transiciones temporales con informaciones como "el tiempo qué ha pasado" o "la estación en la que nos encontramos", el fluir de la vida en "Boyhood" está magníficamente presentado. La edición es realmente buena, presentando los sucesos y los cambios de tiempo con mucha frecuencia y sin aviso, lo cual podría haber resultado confuso y difícil de seguir, pero acaba por dar mucho más poder a cada cambio.

En conclusión, "Boyhood" es una muestra de que el esfuerzo, la planificación y la paciencia son virtudes que pueden llevar a realizar proyectos que, a la par que ambiciosos, acaban resultando en auténticas maravillas. Diálogos muy frescos, música muy bien elegida, personajes naturales, y, sobre todo, una gran cantidad de emociones en cada escena son sólo algunos de los factores que hacen de esta película una más que agradable experiencia. Por mi parte le doy 9 galletas y declaro, para los que no la hayan visto aún, que no merece solamente por lo menos un visionado, si no también un enorme aplauso al acabar.