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España España · Zaragoza
Voto de Paco Ortega:
9
Drama Con sólo catorce años, Antoine Doinel se ve obligado no sólo a ser testigo de los problemas conyugales de sus padres, sino también a soportar las exigencias de un severo profesor. Un día, asustado porque no ha cumplido un castigo impuesto por el maestro, decide hacer novillos con su amigo René. Inesperadamente, ve a su madre en compañía de otro hombre; la culpa y el miedo lo arrastran a una serie de mentiras que poco a poco van calando ... [+]
15 de diciembre de 2008
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La estupidez, la ignorancia, la torpeza y el egoísmo de los padres son la causa de la desgracia de los hijos, parece decir Truffaut en esta maravillosa película. La infancia y la juventud aparecen en ella como las víctimas sociales de unos comportamientos culpables de los adultos, viciados en el origen.

En algunos momentos la película nos llega a lo más profundo de nuestro interior. Jean Pierre Léaud está soberbio en su personaje de Antoine Doinel, una especie de alter ego del propio Truffaut, especialmente en ese monólogo que mantiene respondiendo a la sicóloga del correccional a donde ha ido a parar como consecuencia de una serie de errores encadenados. Nunca me gustó de mayor este limitado actor que me parece que siempre se interpreta a sí mismo, gesticulando en exceso, sobreactuando. Aquí, con tan solo quince años, está sencillamente soberbio: controlado, conciso, conmovedor.

La película me parece asombrosa y responde a una nueva concepción del cine y una nueva manera de mirar la realidad. Todo es significante en ella, todo está calculado, medido a la perfección, todos los planos son útiles para transmitir ese mensaje y esa denuncia, y para fotografiar con una hermosura sin límites los rincones de París, una ciudad a la que le faltaban sólo nueve años para que miles de jóvenes se pusieran a buscar el mar y formas de libertad y tolerancia debajo de los adoquines. Todos los actores responden a la perfección al plan general, componiendo un puzzle interpretativo colosal. Esos padres terribles, cada uno en su estilo, quedan plasmados en dos interpretaciones excelentes.

El niño huye finalmente hacia el horizonte después de haber soportado castigos, humillaciones y bofetadas. No lo tendrá fácil. Casi nadie que huye hacia delante termina en buen puerto, pero al menos resistir a la ignominia es una forma de dignidad. Los que se quedan detrás, sin embargo, se ahogarán en sus propios vómitos, en su propia violencia gratuita, en su pobre, culpable y castrante mediocridad.
Paco Ortega
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