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España España · málaga
Voto de nachete:
7
Drama Al este de Japón, en la zona que posee el paisaje más bello del país, en un pequeño islote vive una familia: los padres y sus dos hijos. Llevan una vida sencilla y austera debido a la escasez de agua y víveres. A pesar de ello son felices. Pero, un día, la desgracia llega a la isla y afecta duramente a la familia, que luchará silenciosa y resignadamente contra los elementos de la naturaleza. Un drama sin diálogos, en el que la imagen ... [+]
13 de noviembre de 2008
25 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
La paradoja que se extrae de la película es evidente: en una isla rodeada de agua lo que más falta hace es... agua. La rigurosa mirada con que Shindo registra las idas y venidas de los patriarcas, cubos de agua en mano, es fundamental: su vida se resume en la circulación del líquido elemento (ya de por sí símbolo de vida: siempre fluye, como el tiempo). Sencilla, pero dura, La isla desnuda se vuelca en la detallada descripción de la forma de vida de una familia que, por lo leído, está muy inspirada en la del propio director. La opción más polémica de la película -la ausencia de diálogos- resulta eficaz y comprensible, pero lo que puede deparar más de un bostezo es la obsesión por reiterar, con o sin fundamento, algunas de las actividades que marcan el día a día de los protagonistas.

Por muy bellamente que se filme el ascenso de los padres con el agua, sus viajes al pueblo o su actividad agrícola, si se insiste en ello nos vamos a aburrir. Yo me aburrí, vaya. ¿Qué pasa en veinte minutos de película? Suben agua, van a por más agua. Y luego suben agua y van a por más agua. No creo que hiciera falta ser tan exhaustivos (o tan insistentes). La partitura de Hikaru Hayashi, hermosa, puntea las imágenes, pero no siempre logra esquilmarles la sensación de hastío que emana de ellas por el simple hecho de estar "repetidas". Y hasta aquí lo negativo. Me ha costado soltarlo, pero era de rigor. Olvidada esta cuestión narrativa (no digo equivocada, pero sí discutible), hay que reconecerle a Shindo su sabia mano para filmar a los personajes y a la propia isla (un personajes más), a la que estos alimentan diariamente. Su capacidad simbólica es innegable, pero como sencillo retrato social, íntimo, funciona con suma perfección.

La isla del título está arropada por una familia entrañable. Está regada con el sudor de su trabajo y su sufrimiento, con el agua pura de una lluvia que no promete nada: que cae, simplemente cae. Ahora, mañana, siempre. En el bellísimo tramo final, que reconcilia a cualquiera que se haya aburrido con ella en los minutos anteriores, se ofrece una verdadera lección vital; en términos cinematográficos, también se ofrece poesía. Lo de esta pieza de cámara nipona iba muy en serio: viéndola, damos alimento al alma. Viéndola, sabemos que vivir consiste en seguir regando las plantas día a día, para que no se mueran. Porque esto continúa.

Vivir es siempre un eterno aprendizaje.

Lo mejor: el tramo final, conmovedor.
Lo peor: hay que tener paciencia para no huir durante los primeros 45 minutos.
nachete
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