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España España · Zaragoza
Voto de Paco Ortega:
8
Comedia. Drama Durante más de seis años, Simón el estilita ha hecho penitencia manteniéndose en pie sobre una columna. Un devoto muy rico le regala una columna mejor, y Simón realiza el milagro de devolverle las manos a un mutilado. Durante varios días, mientras Simón sigue haciendo penitencia, el diablo se le aparece y trata de hacerlo caer en la tentación. (FILMAFFINITY)
8 de marzo de 2009
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Lorca me hizo descubrir la poesía, en especial la poesía española, que conocía admirablemente, y también otros libros. Por ejemplo, me hizo leer la “Leyenda áurea”, el primer libro en el que encontré algo acerca de Simeón el Estilita, que más adelante devino “Simón del desierto”. Son palabras de Luis Buñuel dictadas a Carrière para sus memorias. Es la mejor información sobre el origen de este proyecto, que debió llevar en la cabeza toda la vida y que se concretó en esta producción mexicana de 1965, la última de las realizadas en ese país, y la tercera colaboración con Gustavo Alatriste.

Bastantes páginas después, y refiriéndose ya a la película, dice que le habló del proyecto a Gerad Philipe, pero que este le escuchó con una cierta displicencia y prefirió protagonizar “La fiebre sube al Pao” (1959). Por último, nos informa de que durante el rodaje, Alatriste tuvo unos problemas financieros que dieron al traste la idea de hacer una película de duración normal. Lo que más se resiente de tener que cortar es el final, que le parece abrupto, algo que ciertamente es así. Porque en ese final empezaba, sin duda, la segunda parte del proyecto.

Sea como sea, “Simón del desierto” es una delicia, una película llena de humor y de ironía, una metáfora sobre ese tema recurrente que hemos encontrado en otras perlas anteriores: la inutilidad social del sufrimiento. Los actores hacen un trabajo óptimo, y el dúo Silvia Pinal/Claudio Brook funciona a la perfección.

A estas alturas de su obra es más que evidente que cuando en una película sale un cura, un predicador, o un santo, aunque no haya ninguna mofa explícita, sus figuras quedan ridiculizadas “per se”. A Buñuel le gustaba disfrazarse de sacerdote en la Residencia de Estudiantes. Todo ello provenía del empacho que el joven Luis recibió en los jesuitas de Zaragoza, lugar donde estudió el bachillerato. En la sotana de aquellos seres Buñuel encuentra un paradigma de la impostura misma, y, de paso, un disfraz absolutamente risible, aunque a esas alturas no sorprendiera a nadie por la calle. “Simón del desierto” es un bromazo, en algunos momentos explícito, y quien la vea desde esta perspectiva se reirá de lo lindo, algo de lo que Buñuel se sentiría enormemente satisfecho.

Como las mejores películas de humor, contiene un mensaje final llamémosle "serio", que, por las causas aludidas, no desarrolla del todo. Cuando el personaje central se integra en la vida “normal” de una gran ciudad, de la mano de la persona que le ha hecho la vida imposible cuando habitaba en las alturas, descubre lo que es sufrir de verdad. Descubre un nuevo tipo de infierno: el de los demás, en palabras de Sartre. Ahí me ha parecido ver siempre un canto a la misantropía, actitud personal que poco a poco va ganando terreno en la vida del director de Calanda.
Paco Ortega
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