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España España · Barcelona
Voto de Adri:
9
Drama Versión libre, de carácter gótico, del popular cuento de los hermanos Grimm, que ha sido ambientada en España durante los años 20. Blancanieves es Carmen, una bella joven con una infancia atormentada por su terrible madrastra Encarna. Huyendo de su pasado, Carmen emprenderá un apasionante viaje acompañada por sus nuevos amigos: una troupe de Enanos Toreros. (FILMAFFINITY)
27 de septiembre de 2012
13 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todo el mundo conoce el cuento de la Blancanieves, el cine mudo acabó hace casi cien años y, por si fuera poco, el año pasado, en pleno siglo XXI, The artist, una película muda y en blanco y negro, fue reconocida por crítica y público a nivel internacional alzándose con el Oscar a la mejor película.

A pesar de ello, Pablo Berger quiso llevar adelante el proyecto que tenía pensado desde hace casi ocho años y, finalmente, ha creado su particular adaptación del popular cuento de los hermanos Grimm. En blanco y negro, muda y en la España taurina de los años veinte, esta versión de Blancanieves es una oda al cine mudo y al Cine en mayúsculas.

Obviamente, las comparaciones con The artist son inevitables, pero hay que dejar claro que el estar rodadas en blanco y negro y sin sonido son las únicas similitudes que poseen, en todo lo demás son películas totalmente distintas. Si The artist tendía más hacia el espectáculo y mantenía un cierto distanciamiento emocional con el espectador, Blancanieves es puro sentimiento y pasión. Además, el homenaje al cine mudo que rendía la francesa era argumentalmente explícito y lo hacía utilizando el lenguaje cinematográfico propio del cine sonoro (la mayor parte del filme estaba rodada como si fuera una película sonora), en cambio, la obra de Berger hace uso del lenguaje característico del cine silente y su homenaje está implícito en la historia.

Desde la sobreimpresión de Murnau hasta los Freaks (1932) de Tod Browning, pasando por los rostros en primerísimo plano de Carl Theodor Dreyer o Serguéi Eisenstein e, incluso, la corta y frenética ráfaga de imágenes del canadiense Guy Maddin, Blancanieves capta el alma del cine al que hace referencia y te traslada de lleno a los años veinte convirtiéndose, así, en un conmovedor y querido tributo a la cinematografía muda.

La impoluta y exquisita puesta en escena no impide advertir el enorme mimo con el que está hecha. La dirección de Berger desprende amor y cariño en cada fotograma. Maneja el humor, el afecto, la ternura, la tragedia y el drama con la misma delicadeza que irradia la interpretación de Macarena García como la inocente Blancanieves.

Torera en lugar de princesa y de nombre Carmen, esta Blancanieves está lejos —lejísimo— de la guerrera que vimos en la insulsa Blancanieves y la leyenda del cazador (2012) y de la risible veinteañera de Mirror mirror (2012). El ángel que tiene Macarena contrasta con la firmeza y energía que la estupenda Maribel Verdú imprime a su personaje de madrastra. La actriz madrileña interpreta por primera vez a una villana y lo hace con la contundencia, frialdad y vigor que el papel requiere. Nadie le hace sombra.

Una de las cosas más originales y acertadas que tiene el filme es la imaginativa adaptación de la famosa fábula a la iconografía taurina y al folclore español de la época. A pesar de realizar ciertos cambios como el nombre —que no el apodo— y el estatus de la protagonista, la búsqueda de la fama en lugar de la belleza de la madrastra o la profesión de los enanos, Berger es fiel al espíritu y la esencia del cuento a la vez que retrata con atino las costumbres de la época.

Señoras y señores, vayan al cine a ver la Blancanieves de Pablo Berger, una maravilla. Un baile para los sentidos. Prepárense para reír, llorar, vibrar, enternecerse, apasionarse y dejarse llevar por la magia de una historia mil veces oída, pero jamás contada de esta manera.

ADRIÁN PEÑA
http://bigkahuna3.blogspot.com.es/
Adri
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