Una vez más otra película trata de explicar ese cierto punto de encrucijada en que se encuentran algunos individuos sin que ellos acaben de saberlo.
El director/guionista “Lukas Moodysson” tiene desde el primer momento muy claro lo que nos va a contar y el mensaje de su película, otra cosa es cómo lo cuenta y si consigue su propósito.
Las primeras imágenes ya marcan lo que será la película y su formato. Primero por la insípida fotografía que parece estar retratando spots de televisión, por la ambientación, funcional y trivial, y por esos contenidos de plano que ya revelan una cierta vulgaridad.

Todo ello nos es contando, y mostrado, de forma algo reiterativa, con unos diálogos simples, que no sencillos, y extremamente alargados, sin muchas pretensiones pero con un claro tufillo a moralina. Nos muestra parte de la bondad humana, el sacrificio, el afecto, el dolor, la tragedia… y como estos elementos van haciendo tomar conciencia de que son los pequeños detalles cotidianos, esas pequeñas cosas, las que acaban siendo importantes en la vida. El director filma de manera monótona, sin pasión ni emoción, en una película donde lo que se cuenta pretende ser apasionante. Encuadra de cerca los rostros, mueve la cámara para mostrar primeros planos, sólo para acercarnos a los personajes, para que observemos cómo lo que piensan y dicen posee una gran intensidad, y eso hemos de notarlo. El guión es sencillo, sin pretensiones, pero quiere estar lleno de mensaje y para ello no duda en llenarlo de trucos y de algún sinsentido.

El típico ejecutivo que no quiere serlo, porque ha empezado desde abajo y desea recobrar esos años de romanticismo melancólico en la juventud, en una playa tranquila, lejos de las duras negociaciones del mundo al que pertenece. Para ello no duda en redimir, aunque sólo sea por una noche, a la típica prostituta de buenos sentimientos, que en agradecimiento le hará vivir momentos dulces y emotivos, porque será puta de noche, pero durante el día, y a su lado, se vuelve una chica guay. Eso sí, recuperada la gota de nostalgia, el señorito tendrá que irse y le dejará, a la redimida por una noche, un montón de chatarra que malvender, entre otras cosas, esa estilográfica hecha de mamut, que da título al film y que en determinado momento le hizo tomar conciencia de a dónde va y a dónde quiere ir. No obstante a la hora de firmar un suculento contrato no le hace ascos a usar otra estilográfica idéntica a la que renunció.

Al final, tanto camino andado para decir que siempre “vuelve el rico a su riqueza y vuelve el pobre a su pobreza” Todos sabemos eso y nos podría haber ahorrado tanto discurso bienintencionado, algo empalagoso, sobre todo monótono y lo que es peor, carente de emoción, como esas imágenes que han ido retratando en todo momento tan lacónico viaje.