Ni es para reír a carcajadas (yo diría que es más de sonrisas que de risas), ni se regodea en lo trágico buscando la lágrima fácil. De la historia se podría haber hecho un dramón o una comedia gamberra (los americanos son muy dados a los extremos). Sus directores sin embargo, dos jóvenes realizadores franceses, optaron por darle otro aire... Y es que, combinando en su justa dosis ambos ingredientes, sonrisa y drama (con más del primero que del segundo), han logrado crear un producto que no por familiar debemos menospreciar.

Una historia sencilla, simpática, cargada de muy buenos sentimientos, buena música y mucha química entre la pareja protagonista. ¿Qué más se le puede pedir a una peli aparte de una butaca centradita y la compañía ideal...?

Recomendable al ciento por ciento. Parece que el cine francés aprovecha un buen momento.