Sería difícil entender este tipo de cine sin entender a esa parte de la sociedad que lo ve.
El guión queda totalmente supeditado a la acción, por lo que aquí no hay historia, sólo una excusa para filmar peleas y mamporros, a cual más absurdo (por qué utilizar los puños o el cuchillo teniendo armas automáticas) y llenar la escena con planos, si llegan a serlo, que duran lo justo para empalmar con el siguiente, y así sucesivamente.

Cuando la película se relaja es para que los actores parloteen y empiecen a soltar rollos grandilocuentes con frases tan estúpidas como vacías de contenido. Como ya he dicho aquí no hay historia, sino tópicos manidos sobre mensajes bíblicos, niños fecundados que son la salvación de nadie sabe qué, absurda dicotomía entre el bien y el mal, con la eterna lucha entre ambos.

Lo peor es que todo lo expuesto en el film no deja de ser una excusa para mostrar una estética de la violencia, la peor de ellas, trivial y gratuita que sólo busca el espectáculo. No dudo que la violencia tiene su estética y que en ese sentido puede ser mostrada, pero a la conclusión a que el espectador debe llegar puede ser positiva o negativa. Cuando la estética con que esa violencia es mostrada nos repele, renegamos de esa violencia y buscamos cauces para censurarla; aquí esa estética pretende ser atrayente y hacernos participes de su sugestión y eso en esta película no deja de ser una contradicción, ya que nos inunda de arrebatado furor y cólera cuando el mensaje que quiere transmitir, con su infausta moralina, es que hay un futuro de paz y armonía en un mundo mejor.

Repudio este tipo de cine, hinchado, falso, vacuo y de estética ofensiva, pero entiendo su razón de existir por los caminos que va tomando la sociedad. Las nuevas generaciones tendrán que retroceder al pasado cuando, mejor o peor, el cine nos contaba una historia. Hoy día suele predominar el vacío, eso sí adornado.
Es lo mismo que poner guirnaldas a una mierda.