Comienzo con una frase rotunda, en la que muestro mis miserias cinéfilas, en la que abro mi corazón sabiendo que no muestro algo de lo que estar orgulloso pero que después de volver a ver "Shaolin soccer" no puedo negar:

- Soy un "empalmado".

Para el validador de turno que tenga el placer de estar leyendo esta crítica le diré que un "empalmado" no es lo que usted habrá pensado en primera instancia, es algo más aunque el símil sexual le venga al pelo. Un "empalmado" no es más que otra forma de llamar a los flipados, a los que con un par de tonterías, una buena pizca de efectos visuales y una historia innovadora se les camela sin problema alguno.

Normalmente lo que me "empalma" es el cine de terror, véanse mis votaciones, pero la acción trepidante en plan "Blade", "Wanted" o "Matrix" me la ha puesto dura más de una vez. Pero con "Shaolin soccer" he rizado el rizo.

Es terrible, lo bien que lo pasé viendo esta peli. La primera vez que la vi, me la tomé en serio y no como la comedia que es, dejándome un mal sabor de boca. Ni me hizo gracia, ni me impresionó. Lo curioso es que esto ocurrió en la época de mi vida en la que no había visto prácticamente nada de de esos grandes clásicos o grandes directores que tanto me han aportado en estos últimos años.

Ahora que, si relativizamos mi progresión, voy dando grandes pasos hacia el "gafapastismo" me he vuelto a encontrar con este filme ya sentenciado y que sólo he vuelto a ver por estar doblada en sudamericano cuya combinación con lo que recordaba podía ser de lo más interesante. No me equivocaba, me estuve riendo de lo lindo, hay gags grandiosos y los efectos especiales, que de primeras son bastante malos, ahora me estaban molando.

Recuerdo que de niño siempre me imaginé haciendo virguerías de ese estilo, con saltos imposibles y goles que superan toda razón física. Pues me volví a sentir como un niño, que buen "empalme".

No apta para intelectuales pretenciosos, os recuerdo que es mala, apta para cualquiera que pueda divertirse viendo las flipadas de "Oliver y Benji" pero en carne y hueso, eso sí todo amenizado con una buena sarta de chistes que con acento sudamericano son la ostia.