Pongámonos en situación, estamos en una plaza, discoteca, bar (Ponga aquí el lugar donde se ligue últimamente) y nos encontramos al oscuro y guaperas del capitán Harlock haciéndose el interesante en una esquina. Queremos conocerlo, no podemos dejar escapar a ese hombretón. ¡Que porte! ¡Que pelo! ¡Que ojazo! Y aún sabiendo que nos hará daño como en otras ocasiones ( Ahí esta nuestro desengaño amoroso con Deunan en Appleseed y Appleseed Exmachina o nuestro aún mas reciente coqueteo con Saint Seiya) nos acercamos para conocerlo, y por qué no, disfrutar de una divertida velada con él.

Nuestros 115 minutos de conversación comienzan bien. Nos cuenta una historia que nos gusta, adornada con una puesta en escena magnífica. El sabe jugar sus cartas, ve que estamos disfrutando y nos hace bajar la guardia. Es entonces cuando nuestro cerebro reptiliano nos lanza el primer aviso. Huye. Y gracias a esa alerta comenzamos a darnos cuenta que todo esto es un papel, un guión aprendido que el muy pirata ha utilizado un millón de veces y que ya nos conocemos. La historia que nos cuenta esta hueca, una narración llena de explosiones con la que hace años nos hubiéramos caído a sus pies y que, ya con alguna que otro romance a nuestras espaldas, hemos comenzado a aborrecer.

Y no te equivocabas. Cuando la conversación llega a su fin te das cuenta que ese apuesto capitán no es más que envoltorio. Un lazo muy bonito para un interior simple y aburrido. Pero Harlock no es tan tonto, y en un abrir y cerrar de su ojo le has pagado la copa, te ha robado el bono del metro y huye corriendo sin mirar atrás.

Otra decepcionante historia de cine para contar a tus amigos. Podrías haber optado por tantas otras posibilidades, no tan bonitas externamente aunque mucho más reconfortantes en su interior. Pero bueno, al menos has pasado el rato.

En definitiva, Harlock es un claro caso del chico tonto. Un síndrome que lleva años apoderándose del cine de animación japonés. Productos con un CGI muy caro para contar una historia barata hecha para engañar a los más jóvenes.

Hace tan poco que lo dejamos y cuanto echo de menos Miyazaki.

Este verano he decidido sacarle partido a mi curso "Mirmecología y Superhéroes" de CCC. Me he calzado mis zapatillas y me he puesto mi traje mas aventurero para adentrarme en su habitad natural.

A oscuras y con mi lupa he conseguido ver que Antman pertenece, según mi libro de texto, a la clase hormiga obrera. Esta clase de hormiga llama la atención por su número y similitud asociándose, en la mayoría de ocasiones, con las primeras partes de estas sagas. Su función principal es la de presentarnos historias y personajes que llamarán la atención de fans y pequeños. Pura mercadotecnia.

Dos claros ejemplos de la hormiga anteriormente citada son la Spidormiga o el siempre famoso capitán hormiga. Formícidos con una clara estructura en común:

- Una primera parte en la que se nos presenta el protagonista con todos sus problemas.
- Una parte intermedia en la que comienza a entender sus poderes y a entrenarlos. En muchas ocasiones, es en esta sección cuando se desarrolla la primera pelea entre hormigueros.
- Una última parte de la que prefiero no hablar para que me permitan publicar la crítica.

Estas hormigas comparten habitad Marvel con la hormiga guerrera. Su vida y trabajo hacen crecer y reproducirse a la majestuosa gran hormiga reina.

Fáciles de distinguir, las hormigas guerreras tienen una cabeza más grande, ordenadas según su nacimiento con un número en su nombre. Thormiga 2, la Irhonmiga 3 son muestras de guerreros que nos ayudan a no olvidar que nuestros personajes siguen ahí con nuevos supervillanos a los que combatir.

En el fondo del hormiguero encontramos la última clase de formícido, la hormiga reina. En silencio ejerce su labor de creadora y madre, alumbrando nuevas crías que perpetuaran la especie.

Todos conocemos a una de las hormigas reina más famosa: Los Vengadores. Pero no esta sola, dentro de nada saldrán de tierra otras reinas llamadas Civil War.

El tamaño de cada reina dependerá del trabajo individual de cada hormiga. Cuanto más nos haya gustado el trabajo de cada hormiga individualmente, más querremos verlas trabajar de forma conjunta.

El problema de Antman, y de este tipo de cine en general, es que si lo miramos en perspectiva todas las hormigas nos parecen iguales. Desde arriba todas son muestras del mismo patrón, con pequeñas diferencias en los personajes principales

Y el principal punto del que adolece este largometraje es que se queda a medio camino de todo. Intenta ser una película de acción, pero la acción es bastante pobre con batallas sin tensión aparente que despierta más de un bostezo. Intenta jugar la baza del humor, pero es un humor esta destinado a un público infantil con un protagonista y antagonista que rozan el ridículo.

Antman es una película que, como las hormigas, es fácil de ver y que divertirá a los adolescentes con un humor dirigido a ellos. Un cine que puedes encontrar en casi cualquier parte y que se olvida con facilidad por su gran parecido a sus semejantes.

Gestalt pura y dura. La suma de las partes es mayor que el todo. Todos los insectos de Marvel tienen como propósito de vida crear una gran hormiga reina que haga brillar su trabajo individual.

Ted fue un regalo original. Un peluche maleducado, grosero y vicioso que pasa el día fumando marihuana con su propietario y mejor amigo Mark Wahlberg. Y he de reconocerlo, la primera parte me gusto, me pareció una comedia divertida, protagonizada por una buena pareja de actores (aunque uno fuera un oso) y con unas situaciones realmente delirantes.

El problema con Ted 2 es, en mi opinión, el mismo que le sucede con su serie “Padre de familia”: el desgaste. Seth McFarlane ha decidido sacar del estante donde tenía abandonado a Ted, pero ya no es nuevo, el humor que lo envolvía esta cubierto por un buen montón de polvo y por las costuras del guión se escapa la chispa que le dio vida a este peluche cabezón.

Ese desgaste se hace más que evidente en la duración del largometraje. Es muy difícil mantener el mismo tono de humor durante sus casi 2 horas. Esto produce que encontremos un producto lleno de altibajos en los que en algunos momentos se llega al bostezo.

Otro punto que chirría en las dos entregas es el doblaje. Es de vergüenza ajena el doblaje de la Vane y de Ted. Esta claro que esto es muy subjetivo y que el trabajo de naturalización del doblaje esta para adaptar el guión al publico español pero ¿No hay mejores dobladores en España que Santi Millán? ¿No hay profesionales que han estudiado esta bonita profesión para dejar personajes principales a actores o famosos de turno?

McFarlane tiene que darse cuenta que tiene que hacer limpieza general. Es hora de esconder viejos personajes (Desde Ted a Peter Griffin) y dar vida a nuevas historias que consigan despertar esa bufonería sin sentido que tanto echamos de menos. Es difícil, lo sé, pero es mejor dejarlo a tiempo que agonizar durante años como nuestros queridos residentes de Springfield.