Religiones, ideologías, costumbres...son conceptos ambiguos, abstractos, que sin embargo son motivo de incomprensibles e injustificables desencuentros y separaciones, amén de conflictos más graves, que como últimas consecuencias, conducen a los seres humanos a la guerra.
Parece por tanto, dadas las actuales circunstancias, que sería muy difícil imaginar una relación de sencilla a mistad, entre un musulmán y un judío; si además la diferencia generacional entre ambos fuese grande el encuentro parecería imposible. Sin embargo, esta es la propuesta del director François Dupeyron, en el escenario del París de los 60, en el que todo lo nuevo va abriéndose paso en una ciudad que espera cambios y un giro que resuelva las necesidades sociales que están a punto de hacer estallar el sistema. En este escenario es donde se encuentran Momo, un joven judío al que le cambia la vida el hecho de quedarse huérfano, y el Sr. Ibrahim, un hombre aparentemente sencillo, pero que guarda un serena sabiduría y gran respeto hacia el prójimo.
El resultado es una historia dramática pero cálida, entrañable, humana y esperanzadora.
Abrir el Corán, o cualquier otro libro de enseñanzas, y encontrar una flor es una buena fórmula para no perdernos en las palabras, para conectar con el corazón y alejarnos de cualquier fundamentalismo que nos lleve en una sola dirección.

Asumir, integrar la muerte como algo que forma parte de nuestra vida debería ser una materia a impartir, no sé si en los colegios o en alguna escuela de la vida. Llegado ese momento creo que uno se va más tranquilo, cuando haciendo balance de su vida, siente que ha hecho lo que quería hacer. Creo que esa es una característica del personaje de Las invasiones... que aún reconociendo cómo no, sus errores, no se arrepiente de nada. Ha vivido la vida como quería vivirla y eso es precisamente lo que quiere compartir en sus últimos momentos con la gente que más le importa y poder despedirse de ellos. Quienes le acompañan en sus últimos momentos aportan con honestidad y sin juicios la experiencia vivida, aunque ello no significa que tengan que estar de acuerdo en todo cual familia feliz o amigos indiscutibles, sin embargo el permitir que esto fluya favorece la convivencia y ayuda a cerrar historias, sobre todo en momento tan crucial de la vida. esto podría ser de gran utilidad para abandonarse y "marcharse" sin miedo.

Tener la posibilidad de ver cine iraní, iraquí, afgano... paises tan lejanos, que ni entendemos, ni conocemos probablemente su historia, es una buena oportunidad para sin entrar en juicios, valorar situaciones actuales, tener una idea personal y crear masa critica.
La imagen de las explosiones de los budas, que se nos recuerda en este film, es un gesto incompresible de intolerancia, hacia lo que representa un icono de la filosofía budista, paradigma de la paz en el mundo.
En este ambiente nos presentan el mundo de los niños en un país donde el extremismo islámco que conocemos, ataca desde los juegos más inofensivos el concepto de lo que representa la mujer para estos pueblos, desde la más tierna infancia.
Esta naturalmente es la visión del director, que sin conocer sus posicionamientos ideológicos retrata una realidad que yo al menos no puedo contrastar.
Sin que esto se convierta en una critica política, pienso que a pesar de internet y de que cada vez tengamos más información, me resulta dificíl discernir entre la veracidad y lo que nos manipulan.
Por tanto, me quedo con algo personal de esta cinta y es la histora de la niña y su afán de querer conseguir algo -ir a la escuela en un ambiente tan complicado- y lo que hace por conseguirlo.

Cuando uno tiene la edad de los protagonistas de la peli, cuando las situaciones reflejan y recuerdan momentos vividos en cualquier otro rincón similar o no al de la historia; cuando uno se ríe y se emociona con situaciones más o menos cercanas a este relato... no le queda otro remedio que recomendar visionar esta buena comedia de tinte dramático o vicieversa, de nuestro tan querido y criticado cine español.
Cuando queremos ver la vida desde otra perspectiva hay que tomar altura y subirse a la Torre de Suso o a la propia y mirar a lo lejos, hacia nuestro pasado, para ver aquello en lo que no hemos estado finos y sobre todo hacia el futuro aprendiendo de los errores, sin traumatizarse por ello sino agradeciendo lo vivido. Esto parece que sea la idea de Tom Fernández -además de la mía propia- cuando nos propone este film, en el que Javier Cámara está explendido y muy bien acompañado por el resto de actores.
Si a esto le unimos cierta crítica social, dígase machismo, problemática minera, conflictos familiares... podemos hablar de una malgama de interesantes elementos como para no perdernos un buen rato de cine, sin olvidarse de una emotiva banda sonora y una hermosa fotografía. Qué más queremos?

El cine es tan grande, que se puede contar cualquier historia por sencilla que sea y disfrutarla, como un paseo por un hayedal en otoño, como la sensación de sentir el aire fresco en el rostro tras un día sofocante. Esto para mi es "Alamar"; entre pelicula y documental, la he disfrutado por su sencillez y naturalidad, por su cotidianeidad, referida ésta a lo que le ocurre a un padre y un hijo que se embarcan en un viaje para que el segundo descubra la naturaleza en su estado más puro, para que experimente algo tan sencillo como la pesca, para que se inicie en el buceo como si se tratase de una gran hazaña y a la vez lo más normal del mundo.
Quien tenga la oprtunidad de ver esta película, que no espere una historia con un gran argumento o algo que le cuentan que le sirva para reflexionar, ni siquera una película entretenida, porque posiblemente se vaya de la sala sin verla terminar.
Para ver "Alamar" hay que abrir una ventana y sencillamente ver pasar la vida.