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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3.333
Críticas ordenadas por utilidad
6
21 de septiembre de 2016
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
El siglo 26 antes de Cristo, fue conocido en Egipto como el Imperio Antiguo, y durante la cuarta dinastía en su primera mitad, el faraón de turno se llamó Khnum-Khufu, a quien se le recuerda especialmente por haber sido comisionado para construir la Gran Pirámide de Guiza, reconocida luego, como una de las siete maravillas del mundo antiguo.

Acerca de la vida y de la manera como gobernó Khufu, muy poco o nada se sabe a ciencia cierta, y son más las especulaciones y/o alardes de ciertos historiadores, cuando osan difundir materiales en este sentido. Por lo tanto, cualquier cosa que se diga sobre este faraón, es tan falsa o cierta como las probabilidades lo permitan. Lo que sí se sabe con certeza es que, durante el Imperio Antiguo (tiempo en el que transcurre la película “TIERRA DE FARAONES”), no existían los camellos ni los caballos amaestrados, los loros de la amazonía era imposible encontrarlos a menos que alguien hubiese hecho, entonces, un viajecito por América (¡!) y se hubiese llevado alguno. El cobre y el hierro eran aún tesoros por descubrir muchísimos años después… así que, cualquier cosa de éstas que podamos ver en la película, tan sólo obedece a la falta de rigor histórico conque, comúnmente, hace Hollywood sus películas. Se ahorran un historiador porque subestiman el arte (tesis sustentable a todo nivel) y porque consideran que, a la gran mayoría del público, sólo le interesa ver a actores atractivos y que les cuenten una historia emocionante o impactante… Y lo peor de todo, es que aquí les cabe razón.

Si también, ahora, obviamos esto y, además, nos tapamos los ojos ante el montón de obreros que fingen estar horadando las piedras… ante la ridícula escena en la que Khufu demuestra su fuerza dominando un becerro… o ante el pobrísimo uso de efectos visuales para que veamos objetos que caen durante el accidente del emperador… Lo que queda es otro interesante y sonrojante cuento de la manera como ¡tantas, pero tantas veces!, una bella y “frágil” mujer, ha sido la ruina de los tipos más codiciosos del mundo. Don Luci se ríe y quizás piensa: “¡Oh sexo, cuanto me has servido para derribar a los ‘poderosos’!

El guion de William Faulkner, Harry Kurnitz y Harold Jack Bloom, puede apreciarse, positivamente, en algunos atinados diálogos, en los aportes sobre la novedosa construcción y, sobre todo, en la trama que involucra al faraón, la segunda esposa y el protector del tesoro. En la actuación, Jack Hawkins, se asemeja un tanto a la única estatuilla que se conoce del faraón Khufu y logra hacernos sentir a un personaje de esos que dan grima con su prepotencia y su vanagloria; Joan Collins (Nellifer), con suficiente belleza y carácter como para moverle la escalera a cualquier prepotente; James Robertson Justice, el sensato arquitecto Vashtar que se jugará la vida para salvar a su pueblo; y Alexis Minotis, como Hamar, nos ofrecerá una anacrónica, pero impactante despedida para una reina y unos sacerdotes. Y en la dirección, Howard Hawks quedó tan desencantado con la escasa acogida que se le dio al filme, que dejó el cine durante algunos años y se dedicó a viajar para reflexionar sobre su futuro.

¿Y dónde quedó enterrado el cuerpo de Khufu? Les dejo la tarea.
Luis Guillermo Cardona
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8
14 de julio de 2016
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es la suerte de película hollywoodense que puede verse de dos maneras. La primera, es encantadora: Una joven china, Suzie Wong, tras haber padecido una difícil infancia criada por un tío, ahora que es una preciosa muchacha, y convertida en la preferida por los marines que visitan el bar del Hotel Nam Kok, sueña con ser una mujer digna y amada por un hombre de verdad… hasta que llega el día en que conoce al americano, Robert Lomax, un arquitecto y hombre de negocios que, a su mediana edad, ha decidido dedicarse a la pintura. La suerte de relación que va a darse entre ellos, dejará abierta una amplia puerta para conocer a todo un caballero como manda la vida, y a una chica con una personalidad, tan dulce y fascinante, que va a enamorar, no solo a él, sino a muchos de los que la vemos en la pantalla.

La valoración que da, el director Richard Quine, a la mujer china en general, es digna de encomio, pues, explica claramente por qué tantos hombres vivimos encantados con las orientales... y lo que se nos ofrece por este lado, es una historia de amor excelso e inmortal, donde, Nancy Kwan, se lleva todas las palmas con un debut cinematográfico digno de cualquier antología. Su, Suzie Wong es, definitivamente, uno de los personajes femeninos más bellos de toda la historia del cine, pues, la Kwan lo borda con una mezcla de ternura y sensualidad que, acuñada con esa fragilidad que va develándose a medida que la conocemos, no conduce a otro sentimiento posible que al ansia de protegerla eternamente. La escena de la tragedia que causa la lluvia, llevará a la cumbre éste sentimiento.

Pero, la segunda lectura que nos ofrece, <<EL MUNDO DE SUZIE WONG>>, está ya sugerida en el título, y por eso no se la llamó “La vida de…”. Los países capitalistas, con Estados Unidos de Norteamérica a la cabeza, venían seriamente preocupados por el ascenso que estaba teniendo el comunismo en el mundo. La URSS en 1917… Corea del Norte en 1948… China en 1949… Cuba en 1959… y por eso, durante la llamada, Guerra Fría (1947-1985), se dedicaron, entre otras cosas, a usar todos los medios de comunicación para difundir una pobre imagen de aquellos países que se habían escapado de las fauces imperialistas, al tiempo que idealizaban al hombre y a la sociedad estadounidense.

Por esta ‘sutil’ razón, es que vamos a ver a una China plagada de pobreza; con empleos informales que apenas sirven para no morir de hambre; con una sobrepoblación hacinada a la vera de los ríos o en tugurios montados en laderas a todo riesgo… y donde las mujeres son maltratadas tan asiduamente por los hombres, que ya extrañan cuando encuentran a alguien que no las apalee (¡!). Lo que no se menciona siquiera es que, esa, fue la penosa herencia imperial, pues, para entonces, la Revolución Cultural apenas llevaba 11 años en el poder, ¡absolutamente insuficientes para transformar largos siglos de opresión!

No obstante, sus calculados y perversos propósitos, el filme cautivó de tal manera, a casi todo el mundo, en su superficie romántica que, hasta a los críticos, se les hizo imperceptible el trasfondo político que permanece palpable en sus intenciones.
Luis Guillermo Cardona
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10
16 de abril de 2016
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todos en este mundo, hombres y animales, soñamos con una vida en paz y en eso, se supone, deberíamos, todos, poner el mayor empeño. Hay muy variadas maneras de visionar este anhelo, pero, en definitiva, la mayoría concluimos en la necesidad de un espacio propio, con suficientes alimentos, acondicionado para jugar y descansar, con seres queridos para prodigarles afecto… y con la suficiente seguridad para poder vivir tranquilos.

No es demasiado grande este anhelo, pero es suficiente para sentir que la vida es amable y generosa. Sin embargo, entre los millones y millones de seres humanos que hay en el mundo ¿Cuántos han realizado este sueño? ¿Cuánto hacemos cada día para lograrlo? ¿Cuál es nuestra contribución para que otros puedan alcanzarlo? y ¿Cuántos son los que, cada día, se convierten en escollo para las aspiraciones propias y de los demás?

La vida es aún más difícil para los que nacen o se crían débiles de carácter, porque los abusivos, los prepotentes e inescrupulosos (más débiles, por su parte, en cuestiones de moral) sabrán reconocerlos… y amargando a aquellos se amargarán ellos, porque la felicidad se torna esquiva para la víctima, pero también y en mayor grado, para el victimario. Es ley existencial.

“De ratones y hombres” (1937), novela de John Steinbeck, es uno de los más sensibles y sublimes retratos de los anhelos humanos que haya podido ofrecernos la literatura universal. Sus personajes principales son los excluidos, los arrinconados, los estigmatizados… y a ellos mira con bondad en sus inevitables falencias y en sus lesivos errores, dejando ver su fervoroso empeño en merecer un poco de lo que, por tanto tiempo, la sociedad en pleno les ha denegado. Pero también recrea, con inevitable reproche, a los “poderosos”, a los patrones que se sobrepasan, que maltratan y abusan.

En este sentido, la novela del galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1962, es un ejercicio de lucha de clases, como lo sería también su siguiente obra maestra “Las viñas de la ira”. Es el pueblo, representado por hombres esperanzados y honestos, a quienes acompaña la mujer sumisa, pero con ímpetu de rebeldía; el anciano que siente que ha perdido su capacidad competitiva, pero a quien no le falta voluntad; el afrodescendiente que, ante la exclusión, acude como alternativa a su derecho a formarse, y el hombre de limitaciones mentales que da lo mejor que puede hasta que sus instintos lo traicionen.

Pero en todo esto -y la película brillantemente dirigida por Lewis Milestone lo reafirma a plenitud-, se preserva latente aquel anhelado y merecido sueño de la humanidad entera, al que, por mucho que algunos hombres se esfuercen aún por hundir entre los pantanos, un día saldrá a flote y será cuando por fin haya luz, verde y viento, agua y sosiego para todos los desheredados.
Curiosamente, no fue la novela de Steinbeck, sino la adaptación teatral que sobre la misma hicieran Sam H. Harris y George S. Kaufman (quien también la dirigió), la que, tras verla representada en una sala de New York, animó a Milestone a llevarla al cine. En las tablas estaban, Lon Chaney Jr., en su gran papel de Lennie Small, Betty Field (Mae) y Charles Bickford (Slim). Solo Wallace Ford, quien en las tablas hiciera de George Milton, fue reemplazado por Burgess Meredith, actor de grandes recursos al que, Milestone, había visto en varios montajes.

Actoralmente, lo alcanzado es inmejorable, resultando también muy especial, el veterano Roman Bohnen como el anciano Candy. La fotografía en los tonos precisos para mostrar una vida gris; y la banda sonora del memorable Aaron Copland, con potentes melodías capaces de hacer aflorar nuestras contenidas emociones.

“LA FUERZA BRUTA” –título con el que se exhibiera en España y Latinoamérica- es un filme de mi más alto aprecio.
Luis Guillermo Cardona
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6
24 de julio de 2015
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo que puede verse en “EL ÚLTIMO TANGO EN PARÍS”, es de esa suerte de historias que me producen absoluto desconcierto. Lo de menos en ella, es el escándalo que levantó esa hipócrita iglesia en la que, decenas de curas de parroquia “encerraban” a los pequeños acólitos en las sacristías para desfogar su libido… A los alumnos en los seminarios, quienes hacían de instructores, les cambiaban a Dios por Baco… Y otro tanto ligaba con las “buenas” vecinas y con las monjas en los conventos, para probarles que, ellos, eran muy hombres. ¡Toda una orgía en nombre de Dios y del celibato!

Creo que, para directores como Godard, Malle, Fellini… y Bertolucci, “escandalizar”, era sobre todo una disposición a confrontar la hipocresía de los detentores del poder, cuya moral era de puertas pa’fuera, mientras que entre las cuatro paredes a diario ejercían como verdaderos demonios. Si se mira objetivamente las escenas “eróticas” de “EL ÚLTIMO TANGO EN PARÍS”, no se ve más que sugerencias a las que cada espectador debe añadir su propio nivel de morbo. Pero, aún con sus atractivos pechos, Maria Schneider es lo menos parecido a una mujer sensual, y el gran Marlon Brando, se mofa de los moralistas simulando acciones “pecaminosas” que deben de haberle resultado la mar de aburridas.

Lo que interesa también aquí, ya que el filme fue realizado por un director de gran cultura y con un amplio bagaje artístico, son las relaciones humanas entre dos seres antagónicos que, llevados por su soledad y sus vacíos afectivos, el acceso a un espacio impune, los lleva a desfogar su libido para calmar, Paul, su rabia contra sí mismo y su frustración tras el suicidio de su esposa quien tenía un amante, y Jeanne, la vacuidad existencial, no obstante que tiene un novio que juega a cineasta con lo autobiográfico y la improvisación de La Nouvelle Vague. Éste, un claro juego sarcástico que sin duda apunta a Truffaut, al usar como intérprete a Jean-Pierre Léaud.

A diferencia, el filme de Bertolucci luce cuidado en cada imagen; la atmósfera intimista y sórdida está perfectamente lograda; los encuadres transmiten eficaces sensaciones de turbamiento, angustia y soledad; y Brando se conecta con su personaje hasta lograr transmitirnos su desesperación y su desencanto con la vida. Pero, al preservarse esta situación como eje de la historia y sin esperanza alguna, lleva a que dicha conexión no dure lo suficiente y las improcedencias de Paul, terminen por resultarnos molestas y abominables… Así, el desenlace termina por parecernos más que ajustado a los requerimientos de la vida, aunque haya algo que nos dice que no debía ser así.

En fin, que se sale con el alma en el piso de esta película, pero Bertolucci ha logrado que percibamos la enorme complejidad que posee cada ser humano... y esto tiene su significado. A propósito, tiene alguien una clara idea de ¿por qué se suicidó Rosa?

Mención de aplauso para la notable banda sonora de Gato Barbieri, con cuya música en general, y una copa de vino, he pasado de maravilla unas cuantas noches.
Luis Guillermo Cardona
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9
26 de junio de 2015
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
En lo personal, disiento de la eutanasia, y entre las razones que me animan a invitar a las personas a seguir soportando con la mayor entereza los padecimientos que ahora las embargan, sin dejar de luchar para superarlos, puedo argüir el enorme crecimiento personal y espiritual que se gana con la resistencia al dolor. Con la huida del sufrimiento (la muerte) uno se quita el problema de encima… pero no aprende, ni se da la oportunidad de merecer la sorprendente y maravillosa compensación que, seguramente, se produce tras el acrisolamiento. Si el diamante no soportara los golpes de cincel que recibe cuando es una áspera roca, no sería luego la resplandeciente y estética piedra que vemos después.

Entre las cosas que hicieron grandes a Jesucristo, Gandhi, Espartaco, Papillon, Menahem Menden Beilis y otros tantos personajes de la historia y la literatura, ha sido, precisamente, su capacidad de resistencia al maltrato y al dolor. Aguantaron hasta el último aliento, y al final, se convirtieron en poderosas lecciones de vida para toda la humanidad. Jamás desearon morir y ahora viven para siempre. Y tú, ¿Te sentirás finalmente a gusto al no haber probado tu capacidad de resistir? En aquellos, para quienes has sido ejemplo, ¿no quedará la pobre idea de que es mejor renunciar a los grandes retos que atreverse a perseverar? ¿Qué te habrás perdido al eludir la gran prueba que te ofrece la existencia? y ¿Si será que hay más certeza en la opinión de un simple médico que en los infinitos poderes del Universo?

Pero, de la misma manera que creo esto, y a sabiendas de que no sé, exactamente, como actuaría ante semejante situación, pues, desconozco el alcance de mi voluntad y los niveles a los que puede llegar el dolor, también soy capaz de mirar con absoluto respeto a las personas que determinan morir antes que padecer la tortura de los síntomas que conllevan ciertas enfermedades. No todos los ánimos son fuertes, no todo el mundo nace preparado para la resistencia al dolor, por lo tanto no tenemos derecho alguno a juzgar o a reprimir. Se debe acudir a la persuasión, pero invalidada esta, cada ser humano tiene derecho a tomar la decisión que considere pertinente para su vida. Esto es libre albedrío.

Sobre este tema, el director danés Bille August, nos trae con su última película, <<CORAZÓN SILENCIOSO>>, una conmovedora y muy humana historia sobre, Esther (magnífica, Ghita Nørby), una gran dama con esposo, hijas y nieto que, afectada de una esclerosis lateral amiotrófica (enfermedad degenerativa que puede llevar a la parálisis total), ha optado –mediante decisión acordada con su familia- por terminar con su vida, siendo su propio esposo médico quien deberá practicarle la eutanasia.

Una reunión de familia en navidad, será ocasión para la despedida y entonces podremos conocer las fortalezas, el pensamiento liberal y adulto que emana de algunos personajes… y también los puntos por resolver que se abrirán en el proceso. Un guion muy bien consolidado por Christian Torpe, sirve a August para perfilar a unos personajes de caracteres un tanto disímiles que, a su manera, lucen bien adelantados algunos y otros todavía dependientes, pero juntos, terminarán dejándonos una lección de vida que vale la pena sopesar.

La historia transcurre en una casa de campo en la que, esplendorosos paisajes, servirán para exaltar la belleza de este mundo al tiempo que, un puñado de vidas, se debate con la decisión que han tomado y que, de pronto, va mostrando fisuras que hasta ahora nadie había considerado. ¿Se llevará a cabo el propósito que los convoca? ¿Habrá sólidas razones para echar reversa a lo planeado por “todos”? ¿Qué lección nos deja lo que finalmente ocurre entre aquella singular familia?

<<CORAZÓN SILENCIOSO>>, posee una historia muy adulta que puede dar lugar a concienzudas reflexiones… y una cosa es absolutamente segura: No deja indiferente a nadie con su especial planteamiento. Otra notable película para sumar a la brillante filmografía de ese gran director que sigue siendo, Bille August.
Luis Guillermo Cardona
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