Irati está dirigida por Paul Urkijo Alijo, que se llevó cinco nominaciones a los Goya, aunque se fue de vacío. A pesar de eso, es un filme redondo que nos lleva a la espada y brujería de antaño, con una aventura que ya les gustaría a los de Hollywood, con elementos de la tradición vasca con seres como la lamia. En el Siglo VIII comienzan a desaparecer las creencias paganas en favor del cristianismo, que se expande a gran velocidad. El padre de Eneko (Eneko Sagardoy) hace un pacto de sangre a una diosa ancestral y hace prometer a su hijo que liderará al pueblo tras su muerte. Años más tarde, Eneko tendrá que recuperar el cuerpo de su padre para erigirse como líder, pero para ello tendrá que visitar las cuevas donde habita la diosa. Lo guiará una pagana de la zona, Irati.

Ella será el alma de la película, una historia de amor bien llevada, platónica e inhóspita, tanto como los bosques y las cuevas que visitan, donde les esperan los seres más olvidados, pero todavía con nombre, que existen. Los efectos especiales están muy bien conseguidos, así como el vestuario y maquillaje, nada que envidiar a las grandes producciones y, sobre todo, con un mimo y gran respeto por la imaginería vasca. Estrenada en el Festival de Sitges, es una de las grandes películas españolas, que se destaca por su escasa producción fantástica, sobre todo del corte espada y brujería. Hay que decir que es todo un soplo de aire fresco para el género y un camino a seguir para los directores. Es visceral en sus escenas de acción y tremenda en su contundencia visual.

En definitiva, IRATI es una gran película española, de las mejores del año. Su trato y cuidado hacia la fantasía y la gran historia de amor que narra la hace imperdible a la par que interesante. Todo lo que la rodea está realizado con esfuerzo y dedicación, al igual que las interpretaciones de Eneko Sagardoy y, sobre todo, Edurne Azkarate. No tendría que haberse ido de vacío en los Goya, pero la vida es así. Seguid de cerca a Paul Urkijo Alijo, se lo ha ganado.

Till está dirigida por Chinonye Chukwu, quien deposita el peso interpretativo sobre las espaldas de Danielle Deadwyler, madre de Emmet Louis Till (Jalyn Hall), un niño de Chicago que se va a pasar unos días al sur, a Money (Mississippi), de donde ya no volvió debido a que tres hombres lo mutilaron y pegaron un tiro en la cabeza por, según la dependienta de un supermercado, coquetear con ella. Ya sabemos qué pasaba en los países del sur de Estados Unidos, pero hasta el año pasado no se aprobó la ley Emmet Till, que tilda los linchamientos como delitos de odio. El país de las oportunidades y de la libertad, dicen algunos. En cualquier caso, durante el filme nos conmoverá la lucha de una madre para que se haga justicia ante el asesinato de su hijo.

Y su lucha comienza por mostrar al mundo cómo quedó Emmet Till tras los despreciables actos que se cometieron. Una estampa que encoge el alma todavía ahora, de un niño que tenía sueños y que el sur arrebató. No era un chico criado en el miedo, sino en el amor, como su madre reza, por lo que no estaba preparado para afrontar el sufrimiento y temor con el que vivían los suyos el Money, Mississippi. Tenemos que tragar también la pantomima de juicio popular, con todos los presentes blancos, incluso los desprecios a una madre destrozada. Por lo demás, es una película que nos suena de haber visto ya, pero que es didáctica y todavía nos recuerda que hay que seguir luchando contra los delitos de odio racial.

En definitiva, TILL, EL CRIMEN QUE LO CAMBIÓ TODO es una buena película. Atrae al espectador la interpretación de Danielle Deadwyler y todo lo que es capaz de hacer una madre por su hijo. Sí, cambió la historia de alguna manera, pero a día de hoy estamos cansados de ver noticias de linchamientos de policías a jóvenes norteamericanos por su color de pie. Estamos lejos, pero luchas como esta son importantes seguir mostrándoselas al mundo. No os la perdáis.

Tár está dirigida por Todd Field, quien ha logrado estar nominado a 6 candidaturas, algunas de gran peso como película, dirección y guion original. Como no podía ser de otra manera, Cate Blanchett tiene grandes posibilidades de llevársela también, siendo quizás la candidatura más segura, aunque en mi opinión no está el pescado vendido. Ella es Lydia Tár, una exitosa y mundialmente conocida compositora que ha trabajado en las mejores y más grandes orquestas del mundo. Ahora está en la de Alemania, donde ha de grabar su última sinfonía. Todo comienza con un monólogo en una entrevista, destacando el éxito de su carrera, pero poco a poco las cosas se van torciendo, afectando incluso a su vida personal. En su camino se cruzan su mujer (Nina Hoss), su abnegada asistenta (Noémi Merlant), y amigos que son lobos con piel de cordero (Mark Strong).

Junto a Lydia Tár viviremos una montaña rusa de emociones en una interpretación que bien vale un Oscar por parte de Cate Blanchett, pero a nivel general, no es una película fácil de digerir, su ritmo es lento y en ocasiones todo parece aletargarse en exceso. La fotografía es genial, nominación también, aunque no es un filme de masas, ni ameno ni convincente para el público. Se compone de varias partes, con una introducción excesivamente lenta y un clímax final que no me ha seducido. Hay que remarcar, eso sí, las relaciones que se establecen entre los personajes, ese juego de poder y lealtades que se refleja en la cara de Blanchett, quien soporta todo el peso de la película y, posiblemente, le vuelva a llevar a lo más alto de Hollywood.

En definitiva, TÁR es una película en la que brilla Cate Blanchett, de pulso narrativo lento pero funcionando como un metrónomo. 6 nominaciones la avalan, aunque es una película rodada por y para los académicos. Ana de Armas le luchará el Oscar a una Cate Blanchett, eso sí, que está siempre espectacular. Solo por ella ya vale la pena. Echadle un vistazo.

La Ballena (The Whale) está dirigida por Darren Aronofsky, hacedor de buenos personajes con almas perdidas, errantes y vagabundas de una vida que tiene poco o carece de sentido. Un solitario profesor de inglés (Brendan Fraser) con obesidad severa que nos enseña cómo el solo hecho de levantarse puede costar un mundo. Amparado en un sofá y con la ayuda de su amiga enfermera (Hong Chau), verá cómo la semana se le anima y complica a la vez gracias a la llegada de un misionero (Ty Simpkins) y también la visita de su hija a la que no veía desde hacía 8 años (Sadie Sink). Con el objetivo de ayudarla con los estudios, sobre todo los que van ligados a la escritura, intentará reencontrarse con ella, topándose con un muro de odio y venganza por el cual el espectador no podrá hacer otra cosa que empatizar amargamente. Imposible no odiar y amar a un personaje que ha errado tantas veces y tan mal en su vida y, a la vez, conserva un poso de fe y optimismo tan grande en los demás.

La Ballena está nominada a mejor maquillaje y peluquería, por supuesto, pero también a mejor actriz secundaria (Hong Chau) y evidentemente a mejor actor. Brendan Fraser no solo tiene asegurada la estatuilla, si es que Hollywood entiende de esto, sino que alcanza el olimpo de las mejores interpretaciones de siempre. Enfundado en un cuerpo prostético de 300 kilos y ayudado en rodaje por 6 personas para moverse, el personaje que construye destroza al espectador con su capacidad de autodestrucción y a la vez de conmovernos por su humanidad. Refleja el gran problema de la obesidad, que es de la sociedad que juzga y apunta con el dedo, y nos deja con una película de redención, de fracasos continuos y de lucha inagotable hasta el final. Es un filme incómodo, de los que hay que ver en plenitud o logrará derrumbarnos, al que vale la pena abandonarse, al margen de las incorporaciones religiosas (Ty Simpkins) que alargan el conjunto y no merecen especialmente la pena. Mencionar el trabajo también de la joven Sadie Sink de Stranger Things, que apunta maneras.

En definitiva, THE WHALE (LA BALLENA) es una película que ya vale la pena ver solo por la interpretación de Brendan Fraser. Darren Aronofsky nos despezada como sociedad y consigue darle efectismo a un filme que quizás habría sido más grande apartando el tema de la religión. Pero su personaje nos embarga, nos llena con su talento y sensibilidad y es imposible no emocionarse con ella. Didáctica es poco. No os la perdáis.

Babylon está dirigida por Damien Chazelle, director de mi amada La La Land o Whiplash, quien vuelve a tocar las estrellas con esta película, mezcla de poesía salvaje y homenaje al cine, pero al cine en todo su esplendor. En ella refleja el cambio del cine mudo al sonoro, con sus enormes daños colaterales; el mundillo oscuro que rodea al cine, las drogas, orgías, excesos y amoríos que se desatan y desenfrenan en la oscuridad de la noche y de las mansiones. Cuantos actores y actrices con el cambio del cine sonoro se desvanecieron en la inmensidad del olvido, de las drogas y, solo algunos, lograron reengancharse a la industria. Damien Chazelle refleja en la primera hora todo el exceso del éxito en una fiesta impresionante y escatológica, llenas de coreografías y una brutal banda sonora obra del gran Justin Hurwitz.

Brad Pitt encarna a una estrella consolidada de Hollywood de los años 20, en pleno auge del cine mudo, con más de una cincuentena de películas a sus espaldas; toda una institución. Margot Robbie, por su parte, interpreta a Nellie Le Roy, una arrolladora joven que es una estrella en cuanto pisa el escenario, pero su vida está completamente desorganizada, movida por las drogas y los excesos, como bien se demuestra en los primeros compases de la película, llevando al personaje de Diego Calva al límite, a pesar de querer ayudarla en todo momento. Los personajes de Li Jun Li, Jovan Adepo o Jean Smart son una actriz china, un trompetista y una crítica de cine. Todos ellos verán cómo sus vidas cambian, algunas a mejor, otras a peor, pero siempre pagando algo a cambio. La industria del cine es sometida a una autopsia, con una crítica tremenda al star system, al olvido de aquellos que se labran un hueco, alcanzan una edad o no son capaces de adaptarse al medio.

En definitiva, BABYLON es una de las películas del año. El apartado sonoro es brillante, pero la dirección, la historia y lo que se narra en ella es una radiografía de Hollywood, ya sea de los años 20 o en la actualidad. Mucho que extraer, detalles, acciones y decisiones, todo ello en tres horas que pasan en un suspiro, con un elenco de intérpretes que hace posible lo imposible. Hipnotizante, eléctrica, estridente y excesiva, sí. Candidata a todo en los Oscars, seguramente, no os la podéis perder.