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Críticas de Chris Jiménez
Críticas 2.204
Críticas ordenadas por utilidad
8
8 de mayo de 2017
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Miramos nuestro reflejo en el espejo y descubrimos una verdad irrefutable; efectivamente sólo nos vemos a nosotros mismos ocupando un espacio tangible.
¿Pero se hallan todas y cada una de las fases de nuestra identidad y personalidad encerradas en una realidad tan insoportablemente plana?

Quizás sólo en nuestro inconsciente seamos capaces de averiguar la auténtica verdad; será esta cuestión, esta necesaria reflexión vital, la que recorra de principio a fin la obra que nos ocupa. Cuando uno habla sobre los orígenes del cine surrealista y experimental suelen venir a la cabeza grandes nombres que han sentado cátedra en el mismo como Luis Buñuel, Jean Cocteau, el japonés Teinosuke Kinugasa o el prestidigitador George Méliès, cineastas europeos u orientales en su gran mayoría...
Instigadores de un rupturismo formal el cual iniciaría una manera fascinante y absorbente de sentir la imagen en movimiento (donde habría de incluir a Germaine Dulac o Segundo de Chomón)...sin embargo, no son muchos los que recuerdan entre todos ellos a Maya Deren. Natural de Ucrania y emigrada a EE.UU. a la edad de cinco años donde llevaría una polifacética vida como poeta, coreógrafa, escritora, cineasta y militante troskista, estableció su arte en contra de los principios que regían Hollywood, tan preocupada de amasar éxitos en taquilla y de crear estrellas, en realidad juguetes rotos presa de las decisiones de la industria, que deshacía a su antojo.

Una mujer que acabaría erigiéndose como la creadora de un cine moderno, underground, donde primaba la captación de la sensibilidad de las formas y pensamientos más allá de lo tangible, siendo considerada como la madre del surrealismo, lo que dejaría bien patente en un pequeño trabajo realizado en 1.943 junto a su marido, también cineasta y fotógrafo, Alexander Hammid: "Meshes of the Afternoon", recibido con apatía e indiferencia en la época pero hoy considerado piedra angular del movimiento surrealista en América. Un año después, y con el deseo de expandir las posibilidades de su inédito universo, el tándem se embarcaría en otro proyecto...
Siguiendo la estela de la obra anterior, "At Land" comienza en la misma playa donde daba por concluido el clímax de aquella, en cuya orilla despierta la protagonista (la propia Deren) de esta historia, movida por un propósito esencial (aunque, como cualquier trabajo suyo, se pueden acoger toda suerte de significados e interpretaciones): encontrar de su indentidad perdida. Así la mujer, testigo de una creciente desesperación en sordina, se desliza por los más diversos ambientes y escenarios comenzando en una sala de fiestas atestada de individuos de clase alta que ríen y la ignoran (perfecta representación de los círculos de artistas de Hollywood, a quienes ella atacaba sin piedad).

La mujer se acerca hasta un tablero de ajedrez, donde verá caer una pieza hacia otro universo, la cual perseguirá sin descanso; significativo signo que perdurará hasta el final, y que se convertirá en la clave de "At Land". La búsqueda de la verdadera identidad se materializará en una extraña secuencia en la que ésta mantiene una conversación con un hombre cuyo rostro cambiará constantemente; intentando hallar una salida en la casa abandonada donde tendrá lugar su último encuentro con el amorfo individuo, la protagonista sale por fin al exterior. Habiendo habitado todos los planos de realidad, sólo le resta dar con la solución última.
La pieza perdida vuelve a aparecer sobre otro tablero en el cual dos mujeres juegan una partida a orillas del mar; robará la susodicha pieza (símbolo de su identidad) culpable de la desestabilización final, delirio de imágenes y significaciones aún más esotéricas y enigmáticas que todo lo transcurrido: las otras "personalidades" de la mujer "emergerán" en el mismo plano de realidad mientras la anterior promulga victoriosa la conquista de su existencia corriendo con los brazos en alto, siendo observada por sus "falsos" dobles.

Con la inestimable ayuda de Hammid, quien brinda una impecable labor en la fotografía (junto a Hella Heyman), y algunas importantes personalidades como el visionario poeta Philip Lamantia o el erudito compositor John M. Cage Jr., Deren, proponiendo una "trama" más elaborada que la de "Meshes..." (en aquella sólo ocupaba un escenario primordial), vuelve a demostrar un talento consumado a la hora de distribuir señales ambiguas y confusas pistas narrativas para crear un clima de permanente conspiración e insostenible malestar y modelar las atmósferas, estilizadas y cautivadoras.
Interpenetración en imposibles universos a través de la inquietud del inconsciente que claramente desbarata en la mayor parte del metraje todo principio de identificación y elimina todo acceso privilegiado al sentido; la actriz/directora factura otro maravilloso viaje a los confines de lo inexplorado donde se vuelve a experimentar con las formas, procedimientos y recursos formales estableciendo así unas coordenadas de juego intransferibles.

No tan célebre como su anterior (y más mítica) obra, la potencia de las oníricas imágenes de "At Land" y su afán por profundizar en el individuo, su identidad y psicología, lo convierten en otro pilar fundamental del movimiento iniciado por la sra. Deren, cuya influencia aparecería en futuros trabajos de Polanski ("Repulsión"), Aronofsky ("Pi"), Frankenheimer ("Plan Diabólico"), Bergman ("Cara a Cara", "Persona", "El Séptimo Sello"...) y, por supuesto, Lynch ("Mulholland Drive", "Inland Empire", "Carretera Perdida"...).
Chris Jiménez
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8
26 de abril de 2017
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quizás estar en la cumbre no sea lo más importante, quizás todo el dinero del mundo no dé la felicidad, quizás tener poder e infundir temor en los demás no es suficiente ni tampoco necesario. Hay que pensar en hacer algo más para ser verdaderamente respetado, querido y recordado.
Frank White es el paradigma de esta máxima.

El 19 de Septiembre de 1.990 se estrena en EE.UU. la nueva y muy esperada obra de Martin Scorsese "Uno de los Nuestros", con unos envidiables resultados de taquilla a los que acompañan las muchas alabanzas por parte de la crítica; dicha obra, lejos de no aportar nada nuevo al cine de gángsters, es sin lugar a dudas un retrato en profundidad de todas las leyes y códigos imperantes en el mundo de la mafia, y la fuerza de la violencia que los dirige e impulsa. Tan sólo tres días después llega a las carteleras otro título de mismo género con señor mafioso de personaje principal.
Es un fracaso en su momento pero demuestra valor y temple para resultar, si no mucho, por lo menos mínimamente fresco y revitalizador dentro de su estilo. La película se llama "El Rey de New York" y se trata de un nuevo proyecto que el guionista Nicholas St. John realiza en colaboración de Abel Ferrara, quien había dejado la década anterior con la más que decente adaptación de la novela "Cat Chaser" de Elmore Leonard; el director, que ha necesitado más de cinco años para levantar el proyecto, no se desmarca del "thriller" criminal al que se ha estado dedicando durante toda su carrera para ponerse al frente de una historia que vuelve a inmiscuirse en los entresijos y maquinaciones de la mafia de Manhattan.

El protagonista de dicha historia es Frank White, un individuo al que muchos podrían categorizar, sólo con verle salir de la prisión en la secuencia de apertura, como ese prototipo de señor de los gángsters adusto, peligroso, ambicioso y únicamente preocupado de su pequeño reino del crimen. Nada más lejos de la realidad. Un paseo nocturno en limusina por los más negros y sucios suburbios vuelve a colocar a ese otrora rey mafioso en su hábitat natural, la misma donde seguramente nació, se crió y fue adquiriendo experiencia, sabiduría y un nombre frente a la adversidad: la calle.
Así, Ferrara rueda un relato situado a ras de acera, cuyo único y esencial escenario será la calle (por mucho que el protagonista se pase la mitad del tiempo en una habitación del lujoso hotel Plaza), pues de ella, de sus recovecos, sus esquinas y su asfalto, irán surgiendo todos los problemas y situaciones que conduzcan la trama, y en ella se irán resolviendo. Al llegar, Frank, como todo buen gángster, anhela el control del territorio, y será algo por lo que luchará a muerte contra aquellos que se opongan; sin embargo su ambición no se limitará a lo personal ni será la codicia lo que guíe sus pulsiones, de ahí que el personaje desmitifique la figura del mafioso tradicional.

Frank es como un anti-Tony Montana, un filántropo de los barrios bajos, un hombre que hace para los demás y no para sí mismo, alguien que no deposita toda la importancia sobre lo material (atención a cuando ordena a sus hombres enterrar a Joey con el dinero), alguien que le presta más atención a los conceptos de lealtad, honor, honestidad y, sobre todo, justicia; de ahí que sus actos criminales, repugnantes a ojos de la policía, estén claramente justificados, pues su fin es el de ayudar a otros que lo necesitan (nunca tomó tanta fuerza aquel concepto que afirma que "el fin justifica los medios").
Ferrara y St. John abren una brecha en el género para observar también la situación desde el lado de la policía, cuyos expeditivos y brutales métodos chocan directamente contra los de los "villanos"; en este caso la duda se dispara: ¿quién actúa de forma incorrecta, quién infringe más la ley? Una salvaje guerra queda declarada entonces entre los supuestos defensores de la justicia y un Frank White cada vez más abiertamente en rebelión en las calles de la ciudad; el director nos arrastra desde los ambientes más pomposos hasta los más sucios y sombríos, impregnándonos con sus olores: el olor de la droga, del alcohol, del sexo, del sudor, de la pólvora y, en última instancia, de la sangre.

No obstante un viaje a las cloacas de la Manhattan nocturna con clase, con estilo, heredado a partes iguales del áspero cine de Don Siegel, John Flynn o Peckinpah (su influencia es bastante visible) aderezado con salpicaduras "neo-noir" más propias de Ridley Scott en el interior de una atmósfera implacable y amarga poblada de personajes de trazo grueso digna de las novelas negras de Donald Westlake o Elmore Leonard. En medio, la figura alrededor de la cual pivotan los hechos y demás personajes, un gángster de la vieja escuela con la fatalidad tras sus pies y convertido, por obra y gracia del guión, en auténtico benefactor de la comunidad.
A éste tiene la suerte de encarnarlo un imponente Christopher Walken que tanto agrada como da escalofríos a base de una interpretación al mismo tiempo elegante, melancólica y visceral; suyo es el protagonismo y suya es la película desde el mismo instante en que aparece (el cineasta sabe captar muy bien su dureza). Tras su alargada sombra, un plantel cuajado de futuras estrellas como Laurence Fishburne, David Caruso (¿en el papel más aborrecible de su carrera?), Steve Buscemi y un histriónico Wesley Snipes previo a su éxito como héroe del cine de acción; nada desdeñables Paul Calderón y el veterano Victor Argo.

Atravesada por brutales estallidos de violencia, escenas de trepidante acción, afilada crítica social y un humor negro de lo más agrio y rematada con una secuencia final emblemática, "El Rey de New York", pese a la controversia y el rechazo inicial del público y la crítica, ha ido elevando su estatus de película de culto para convertirse en una rareza fascinante dentro del cine de gángsters.
Ferrara y su guionista, junto a Walken, volverían a demoler los cimientos del género seis años después con la superior "El Funeral".
Chris Jiménez
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Akira
Japón1988
7,6
59.304
Animación
10
14 de febrero de 2017
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una fuente de energía de poder ilimitado está a punto de emerger en Neo-Tokyo y nadie imagina su capacidad de destrucción. El fin de los días está cada vez más próximo...
Nos sumergimos en una aventura que desafía las leyes de la lógica y el espacio-tiempo en un mundo donde la tecnología ha llevado a la civilización a su propia destrucción. Prepárense para conocer a Akira.

En 1.988, la animación japonesa regalaba a los fans una maravillosa trilogía cuyos títulos alcanzaron al instante la categoría de obras maestras: "Mi Vecino Totoro", "La Tumba de las Luciérnagas" y, cómo no, "Akira", punto de inflexión absoluto en la industria. Su artífice, Katsuhiro Otomo, había desarrollado una fructífera carrera como dibujante rompiendo con los convencionalismos del manga ya en sus primeros trabajos, consiguiendo con "Fireball" su primer éxito; tras trabajar más incómodo que otra cosa a las órdenes de Shigeyuki Hayashi en "Harmagedon" (adaptación de la legendaria "Genma Taisen"), decidiría embarcarse en su proyecto más ambicioso.
Reuniendo un cúmulo de influencias que iban desde "Tetsujin 28-go" o los relatos de ciencia-ficción de Jean Giraud hasta "Star Wars", y tomando muchos de los elementos ya mostrados en "Fireball", "Akira" empezó a serializarse en 1.982, siendo necesarios ocho años para ser completada. Pero en 1.988, cuando la serie, cuya popularidad ascendía a pasos agigantados, aún iba por su cuarto volumen, se le presentó al autor la oportunidad única de llevarla a la gran pantalla con el incentivo de contar con un abultado presupuesto que superaba el billón de yenes, el cual consiguieron varias productoras y compañías asociadas.

Pero Otomo sólo rodaría la película si le era concedida la total libertad creativa (con el fin de que no se repitieran las malas experiencias de "Harmagedon"), aunque todavía quedaba el inconveniente de que la obra original estaba a medias, por lo que debía condensar su universo y conducir la historia por una línea argumental más bien alternativa, obviando algunas subtramas y personajes que después tomarían importancia en el manga...pero nada de esto parece importar al comienzo del film ya que nos veremos indefensos ante una avalancha imparable de imágenes hecha para hiperestimular nuestros sentidos (el contar con un presupuesto de tal magnitud da sus frutos).
La historia se sitúa en una Tokyo futurista en 2.019 tras librarse una desastrosa 3.ª Guerra Mundial en la que los avances tecnológicos no han sido capaces de detener la enorme inestabilidad que atraviesa la sociedad por la corrupción política y la instauración de un sistema militar abusivo, causas de terribles actos de terrorismo; en este clima de inseguridad, las calles están dominadas por salvajes adictos a la violencia y al peligro, como la banda de motoristas liderada por el intrépido Kaneda. El frenesí y la ultraviolencia campan a sus anchas mientras Otomo presenta un Japón hundido en el caos recordando las consecuencias de las guerras que anteriores ignorantes iniciaron y que marcaron la Historia de la nación.

Este prólogo, que cabalga entre "Blade Runner", "Mad Max" y "The Warriors", pronto se ve interrumpido por el encuentro de Tetsuo, amigo de Kaneda, con un ser de apariencia infantil perseguido por agentes del Gobierno, quienes acaban secuestrando al chico y realizándole una serie de experimentos que terminan por alterar su mente. La pura acción es sustituida por el suspense al tiempo que la realidad comienza a quebrarse desde el punto de vista de Tetsuo, en cuyo interior se está desarrollando un poder a todas luces incontrolable (unas visiones que atormentan a éste sirven de premonición y amenaza).
La trama, que tendrá lugar en el interior de las instalaciones, se volverá tanto más angustiante cuanto que el protagonista vaya sucumbiendo a una evolución en la que poco a poco pierde su humanidad manifestando similitudes con la figura central de la historia que es a su vez el "macguffin" de la misma; objeto de investigación cuyos poderes lo convirtieron en un peligro para aquellos que secuestraron a Tetsuo o especie de nuevo mesías destinado a crear un nuevo mundo a partir de la destrucción total del actual, Akira nunca se presentará realmente en su forma física...de hecho es posible que nunca la tuviera.

Como nos va desvelando Otomo, aunque sin muchas concesiones a la explicación, lo que hace al espectador sentirse como Kaneda (inmerso en las enrevesadas intrigas sin saber el por qué) Akira no es sino la concentración de la máxima energía que reside en cada cuerpo, en cada ser del Universo, y la cual depende de las pulsiones y deseos del individuo, cuyo poder es capaz de expresarse exteriormente; el descubrimiento de la verdad y la inteligente demolición del "macguffin" se desarrollará en un tramo final de tensión creciente donde el director, lejos de olvidarse de la aventura, ofrece un espectáculo de proporciones colosales que a todas luces resulta incomprensible (detallado en Zona Spoiler).
El intrincado argumento, la precisión del ritmo, la enorme cantidad de detalles que contiene la imagen (donde se usan técnicas nunca vistas en el mundo de la animación), facturándose unas secuencias que se inyectan en las retinas, y una iconografía legendaria (los personajes, el diseño de la ciudad y, sobre todo, la moto de Kaneda), hacen de "Akira" una experiencia visual sin parangón, envolvente, trepidante y del todo arrolladora, que confirió al término "cyberpunk" una nueva dimensión tras su estreno, el cual, como estaba previsto, arrasó en taquilla logrando un tremendo éxito tanto a nivel nacional como internacional.

Desde entonces las influencias de "Akira" siempre han estado presentes en la ciencia-ficción, pues pronto sería considerada una cumbre del género en la década de los '80.
Su importancia histórica es tanto mayor cuanto que el autor decidió situar los Juegos Olímpicos de 2.019 en Tokyo...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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4
30 de mayo de 2017
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Dios mío, ¿qué demonios habrá ocurrido aquí?", se pregunta el dr. Copper al contemplar aterrorizado los restos del devastado campamento noruego.
Un enigma que también sigue presente para nosotros y que despierta nuestra curiosidad. ¿Qué sucedió en aquella base?, ¿quién o qué, y cómo, organizó ese desastre?

Muchos, como un servidor, han preferido dejar esos terribles sucesos a la imaginación...sin embargo esto no le sirve a todo el mundo y claro está, había que buscar una explicación rápidamente, ¿y qué mejor momento para hacerlo que en estos tiempos actuales en los que el negocio de los "remakes", los "reboots" y la resurrección de franquicias está tan a la orden del día en la industria hollywoodiense? "La Cosa" fue una de las películas más impactantes que descubrí en mi adolescencia y la que me introdujo en el tan fascinante universo de John Carpenter.
Una obra maestra de su director, del género y de la década de los '80 de la cual jamás desearía que realizaran una nueva versión...esperanza que dinamitaron Eric Newman y Marc Abraham, quienes ya produjeron el "remake" de "El Amanecer de los Muertos", al convencer a los ejecutivos de Universal para un curioso proyecto: traer de vuelta el clásico de Carpenter desde la perspectiva de una precuela. El guión, que correría por cuenta de Ronald Moore, y luego de Eric Heisserer, caería casi de rebote en las manos del desconocido holandés Matthijs Van Heijningen Jr., para quien significó su debut cinematográfico.

Yo sin embargo, recibí esta película con sospecha, aunque me decidí a ir verla al cine un día después de su estreno en España: 22 de Octubre de 2.011. La experiencia llegó a ser irregular, seguramente como para todo el público, tanto para los jóvenes que no la entendieron como para los que ya conocían bien la clásica, pero si algo me quedó claro fue el empeño que pusieron Heijningen y su equipo en homenajearla, de la cual se podía apreciar que eran grandes fans...pese a que en los créditos se jura adaptar la novela original de John Campbell.
Los eventos toman lugar días antes de los acontecidos en la estación de MacReady y sus compañeros, siendo protagonistas los científicos del campamento noruego (que más tarde veremos completamente destruido), quienes descubren en primer lugar al visitante alienígena enterrado en el hielo y su nave. Pero no sólo este elemento extraño vendrá a introducirse en su fortaleza rodeada de montañas, pues Kate, una paleontóloga americana, se une al grupo, una mujer (primera desemejanza: antes el elenco era totalmente masculino) que servirá de guía al espectador además de erigirse por encima del resto en todos los sentidos (detallado en Zona Spoiler).

Primer aspecto del film que me hizo saltar la alarma: presentar una variante femenina de MacReady, síntoma de la corrección política que impera en el cine actual...y una rara similitud con "Alien vs. Predator", cambiando a Sanaa Lathan por Mary Elizabeth Winstead. Tras la presentación de personajes y situaciones, el director rompe el denso ritmo con el despertar de la bestia, que tampoco parece representar ninguna dificultad para la gente de la base (la liquidan en un abrir y cerrar de ojos), y comienza poco a poco a modelar una atmósfera de conspiración y tensión haciendo que despierten las dudas, las desconfianzas y el recelo entre los individuos...
Como hacía Carpenter. Heisserer y Heijningen se limitarán a copiar paso por paso las situaciones de aquella (desde el análisis de sangre saboteado hasta los conflictos entre los miembros del equipo), e incluso repitiendo sin vergüenza algunas muertes y frases ya escuchadas, por lo que la trama, pese a guardar un par de sorpresas, estará llevada de forma previsible (gracias a las resoluciones y planes de Kate, que no tarda en ponerse al mando del grupo) y sirviéndose de unas dosis de dramatismo artificial y poco convincente y de unos parámetros más emparentados con el cine comercial hollywoodiense de hoy día que con el de los '80 al cual pretende homenajear el director.

Un argumento que se desarrolla de forma caótica y desenfrenada, y rematado con un último tramo excesivo y fuera de lugar que parece deberle más a "Alien" (tanto más cuanto que Kate asume el papel de teniente Ripley) y a "Depredador II", y donde la acumulación de sinsentidos resulta ya casi indigesta, todo ello mientras Heijningen despliega numerosas pistas y claves para hallar el nexo de unión con el anterior film (el hacha, el bloque de hielo, el monstruo de dos cabezas y, cómo no, el perro-cosa que logra escapar del campamento al final), aunque sin respetar al 100% la fidelidad de los hechos. Por eso mismo creo que se comete un enorme acto de hipocresía al expresarse en los créditos que el film se basa en "Who goes There?", la novela original de John W. Campbell, cuando es obvio que la principal inspiración es el clásico de Carpenter.
Las comparaciones siguen siendo odiosas pues el humor negro y el "peckinpahniano" sentido de la violencia que reinaban en aquella se reducen y tergiversan, con el agravante de unos efectos digitales espectaculares, sí, pero exentos de la apabullante belleza que poseían los creados por Rob Bottin tres décadas antes. Una empoderada Mary Elizabeth Winstead con cara de circunstancia durante todo el metraje lidera (y con mano de hierro) un reparto compuesto por actores noruegos en su totalidad, donde destacan unos buenos Joel Edgerton, Tron Espen Seim, Jørgen Langhelle y Ulrich Thomsen.

Pese a su inconsistencia, fallos y agujeros argumentales, que no son pocos, esta especie de precuela/"remake" de la mítica obra de 1.982 consigue entretener decentemente de principio a fin, pues ese es su único cometido. Con el tiempo se ha llegado a convertir en un placer culpable para mí, ya que cada vez que me he visto la de Carpenter lo he hecho junto a ésta (resultando en un film de 202 minutos...).
Ni que decir tiene que su paso por la taquilla fue tan poco exitoso como las críticas que le brindaron tras el estreno.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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9
28 de febrero de 2019
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Intensas luces rojas brillan a través de las ventanas de una fraternidad, alguien acecha entre tinieblas a las despreocupadas chicas del interior.
Un asesino se cuela en la residencia y se prepara para matar a una joven en la ducha...

¿Acaso DePalma me está intentando vender un "slasher" barato con otras mil referencias a Hitchcock? Pues no. Todo es humo, una mentira, una ilusión; el director me ha pillado desprevenido, y gracias a su talento lo seguirá haciendo durante el resto de la película. Las opiniones de los seguidores y del público en general difieren bastante, como con cualquier obra de Brian DePalma, no así yo considero "Impacto" una de las mejores de su filmografía, quintaesencia de su estilo, su técnica y su particular universo de misterio, violencia y humor negro, siendo además mi tercera favorita del cineasta después de "Los Intocables de Eliot Ness" y "El Precio del Poder".
La idea sobrevino a éste mientras rodaba su degenerada y morbosa versión de "Psicosis" ("Vestida para Matar") y la llevó a cabo tras haber rechazado varios proyectos, como "Flashdance" o "El Príncipe de la Ciudad". Reuniría en su guión un nuevo homenaje a la serie "B", al cine negro clásico, a las intrigas de carácter político, a su mentor Hitchcock (ni que decir tiene) y a dos títulos en particular de los que tomaría muchas referencias: "La Conversación", de Coppola, y "Blow-Up", el influyente clásico de Antonioni, pero si a algo hacia alusión "Impacto" era al famoso escándalo Chappaquiddick sucedido en 1.969, en el que el senador Ted Kennedy, junto a una joven que le acompañaba, ex-secretaria de su hermano, sufrió un accidente de coche cerca de un puente que acabó con el vehículo estrellándose y hundiéndose en el agua.

Aunque la historia varíe según quien la cuente, la chica murió y Kennedy logró escapar, quien abandonó el lugar y no alertó del suceso inmediatamente; como es lógico, todo se supo poco después formándose un gran revuelo en el país y haciendo añicos la reputación del senador. Lo que aparece en "Impacto" es una recreación tergiversadora de aquel suceso, con un final menos trágico (la chica se salva); el caso es que Jack Terry, un insatisfecho técnico de sonido que trabaja en cutres producciones, presencia desde un puente un grave accidente de coche mientras recoge efectos para su última película. El conductor está muerto, pero consigue sacar a la joven Sally.
Todo es más complicado de lo que parece, pues Jack sabe algo que podría destapar un asesinato: antes de que el auto acabara en el río se escuchó algo parecido a un disparo. Nadie le quiere escuchar, los amigos del senador quieren que cierre la boca, la policía lo toma por loco, y más aún cuando otro testigo que hizo fotos del accidente vende la exclusiva; pero Jack, con ayuda de Sally, quien al parecer tenía un papel especial en el caso, está dispuesto a revelar la verdad de lo ocurrido. No hay duda de que DePalma sabe engañar a su público; tras "Vestida para Matar", un "slasher" como con el que da comienzo "Impacto", a cámara subjetiva y más propio de Argento o Freda, no resultaría extraño...pero todo se basa en la ilusión, en el ojo mentiroso del cinematógrafo.

En realidad nada es lo que parece, la atrapante red de mentiras y engaños que nos propone el director, haciéndonos participar constantemente en ella a través de Jack (voyeur accidental, reverso de L.B. Jefferies, aunque tan sumergido como él en la trama criminal), se irá desenvolviendo con virtuosismo y un claro guiño al espectador, pues éste no se avergüenza de mostrar sus influencias, más aún cuando el protagonista trabaja en la industria del cine. Cambia la fotografía de "Blow-Up" por el sonido, usa el "flashback" de Jack para referirse a la obra de Coppola, se acuerda de "La Ventana Indiscreta", "Crimen Perfecto" y "Frenesí" de su mentor, de "Taxi Driver".
Así como de las conspiraciones de J. Pakula, Lumet y Frankenheimer donde la clarividencia ante el avanzar de la inhumanidad se da en beneficio de la ambición, de la "nouvelle vague". Hasta tiene tiempo de homenajearse (¿acaso no aparece un fragmento de "Murder á la Mod" en la televisión de Karp?). Sin embargo, y por algún motivo, todo encaja a la perfección: la mordacidad de los diálogos, la tensión constante manejada con nervio por el director (sobre todo en el último y frenético tramo, que eleva la emoción hasta límites insospechados), el recurso del metacine y la estilizada puesta en escena, que nos introduce en una atmósfera de sordidez, violencia, fatalidad y misterio tan perturbadora como sofisticada.

Todo ello da como resultado un fascinante juego de claves y pistas por el que el fan del "thriller" deseará ser absorbido, cual paisaje esperando ser capturado por el ojo de la cámara. Regresan John Travolta y Nancy Allen a los brazos de DePalma, el primero brindando una de las mejores actuaciones de su carrera, creíble y con el que es fácil sentirse identificado; la segunda demostrando ser tan detestable y pazguata como siempre al comienzo pero cambiando poco a poco mediante avanza la trama (se le llega a coger un cariño especial a Sally, una chica mangoneada, que hace lo que puede para ganar dinero y que se hallaba en el momento menos indicado y en el lugar más inoportuno).
También se reúnen con el director John Lithgow y Dennis Franz, en una pequeña variante de sus recurrentes papeles, además del genial músico Pino Donaggio y Vilmos Zsigmond, que ofrece un gran trabajo de fotografía. Por estas y muchas más cosas que es mejor dejarlas a la curiosidad e imaginación del espectador, "Impacto" permanece imbatible entre los mejores "thrillers" realizados en los '80 y como una de las obras cumbre del cineasta...aunque otros no lo crean así.

"No necesitamos buscar más, es fabuloso, es el grito más espeluznante que he oído en mi vida".
Estoy de acuerdo.
Chris Jiménez
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