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Voto de Chris Jiménez:
10
7,6
59.472
Animación. Ciencia ficción. Acción. Thriller
Año 2019. Neo-Tokyo es una ciudad construida sobre las ruinas de la antigua capital japonesa destruida tras la Tercera Guerra Mundial. Japón es un país al borde del colapso que sufre continuas crisis políticas. En secreto, un equipo de científicos ha reanudado por orden del ejército un experimento para encontrar a individuos que puedan controlar el arma definitiva: una fuerza denominada "la energía absoluta". Pero los habitantes de ... [+]
14 de febrero de 2017
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una fuente de energía de poder ilimitado está a punto de emerger en Neo-Tokyo y nadie imagina su capacidad de destrucción. El fin de los días está cada vez más próximo...
Nos sumergimos en una aventura que desafía las leyes de la lógica y el espacio-tiempo en un mundo donde la tecnología ha llevado a la civilización a su propia destrucción. Prepárense para conocer a Akira.
En 1.988, la animación japonesa regalaba a los fans una maravillosa trilogía cuyos títulos alcanzaron al instante la categoría de obras maestras: "Mi Vecino Totoro", "La Tumba de las Luciérnagas" y, cómo no, "Akira", punto de inflexión absoluto en la industria. Su artífice, Katsuhiro Otomo, había desarrollado una fructífera carrera como dibujante rompiendo con los convencionalismos del manga ya en sus primeros trabajos, consiguiendo con "Fireball" su primer éxito; tras trabajar más incómodo que otra cosa a las órdenes de Shigeyuki Hayashi en "Harmagedon" (adaptación de la legendaria "Genma Taisen"), decidiría embarcarse en su proyecto más ambicioso.
Reuniendo un cúmulo de influencias que iban desde "Tetsujin 28-go" o los relatos de ciencia-ficción de Jean Giraud hasta "Star Wars", y tomando muchos de los elementos ya mostrados en "Fireball", "Akira" empezó a serializarse en 1.982, siendo necesarios ocho años para ser completada. Pero en 1.988, cuando la serie, cuya popularidad ascendía a pasos agigantados, aún iba por su cuarto volumen, se le presentó al autor la oportunidad única de llevarla a la gran pantalla con el incentivo de contar con un abultado presupuesto que superaba el billón de yenes, el cual consiguieron varias productoras y compañías asociadas.
Pero Otomo sólo rodaría la película si le era concedida la total libertad creativa (con el fin de que no se repitieran las malas experiencias de "Harmagedon"), aunque todavía quedaba el inconveniente de que la obra original estaba a medias, por lo que debía condensar su universo y conducir la historia por una línea argumental más bien alternativa, obviando algunas subtramas y personajes que después tomarían importancia en el manga...pero nada de esto parece importar al comienzo del film ya que nos veremos indefensos ante una avalancha imparable de imágenes hecha para hiperestimular nuestros sentidos (el contar con un presupuesto de tal magnitud da sus frutos).
La historia se sitúa en una Tokyo futurista en 2.019 tras librarse una desastrosa 3.ª Guerra Mundial en la que los avances tecnológicos no han sido capaces de detener la enorme inestabilidad que atraviesa la sociedad por la corrupción política y la instauración de un sistema militar abusivo, causas de terribles actos de terrorismo; en este clima de inseguridad, las calles están dominadas por salvajes adictos a la violencia y al peligro, como la banda de motoristas liderada por el intrépido Kaneda. El frenesí y la ultraviolencia campan a sus anchas mientras Otomo presenta un Japón hundido en el caos recordando las consecuencias de las guerras que anteriores ignorantes iniciaron y que marcaron la Historia de la nación.
Este prólogo, que cabalga entre "Blade Runner", "Mad Max" y "The Warriors", pronto se ve interrumpido por el encuentro de Tetsuo, amigo de Kaneda, con un ser de apariencia infantil perseguido por agentes del Gobierno, quienes acaban secuestrando al chico y realizándole una serie de experimentos que terminan por alterar su mente. La pura acción es sustituida por el suspense al tiempo que la realidad comienza a quebrarse desde el punto de vista de Tetsuo, en cuyo interior se está desarrollando un poder a todas luces incontrolable (unas visiones que atormentan a éste sirven de premonición y amenaza).
La trama, que tendrá lugar en el interior de las instalaciones, se volverá tanto más angustiante cuanto que el protagonista vaya sucumbiendo a una evolución en la que poco a poco pierde su humanidad manifestando similitudes con la figura central de la historia que es a su vez el "macguffin" de la misma; objeto de investigación cuyos poderes lo convirtieron en un peligro para aquellos que secuestraron a Tetsuo o especie de nuevo mesías destinado a crear un nuevo mundo a partir de la destrucción total del actual, Akira nunca se presentará realmente en su forma física...de hecho es posible que nunca la tuviera.
Como nos va desvelando Otomo, aunque sin muchas concesiones a la explicación, lo que hace al espectador sentirse como Kaneda (inmerso en las enrevesadas intrigas sin saber el por qué) Akira no es sino la concentración de la máxima energía que reside en cada cuerpo, en cada ser del Universo, y la cual depende de las pulsiones y deseos del individuo, cuyo poder es capaz de expresarse exteriormente; el descubrimiento de la verdad y la inteligente demolición del "macguffin" se desarrollará en un tramo final de tensión creciente donde el director, lejos de olvidarse de la aventura, ofrece un espectáculo de proporciones colosales que a todas luces resulta incomprensible (detallado en Zona Spoiler).
El intrincado argumento, la precisión del ritmo, la enorme cantidad de detalles que contiene la imagen (donde se usan técnicas nunca vistas en el mundo de la animación), facturándose unas secuencias que se inyectan en las retinas, y una iconografía legendaria (los personajes, el diseño de la ciudad y, sobre todo, la moto de Kaneda), hacen de "Akira" una experiencia visual sin parangón, envolvente, trepidante y del todo arrolladora, que confirió al término "cyberpunk" una nueva dimensión tras su estreno, el cual, como estaba previsto, arrasó en taquilla logrando un tremendo éxito tanto a nivel nacional como internacional.
Desde entonces las influencias de "Akira" siempre han estado presentes en la ciencia-ficción, pues pronto sería considerada una cumbre del género en la década de los '80.
Su importancia histórica es tanto mayor cuanto que el autor decidió situar los Juegos Olímpicos de 2.019 en Tokyo...
Nos sumergimos en una aventura que desafía las leyes de la lógica y el espacio-tiempo en un mundo donde la tecnología ha llevado a la civilización a su propia destrucción. Prepárense para conocer a Akira.
En 1.988, la animación japonesa regalaba a los fans una maravillosa trilogía cuyos títulos alcanzaron al instante la categoría de obras maestras: "Mi Vecino Totoro", "La Tumba de las Luciérnagas" y, cómo no, "Akira", punto de inflexión absoluto en la industria. Su artífice, Katsuhiro Otomo, había desarrollado una fructífera carrera como dibujante rompiendo con los convencionalismos del manga ya en sus primeros trabajos, consiguiendo con "Fireball" su primer éxito; tras trabajar más incómodo que otra cosa a las órdenes de Shigeyuki Hayashi en "Harmagedon" (adaptación de la legendaria "Genma Taisen"), decidiría embarcarse en su proyecto más ambicioso.
Reuniendo un cúmulo de influencias que iban desde "Tetsujin 28-go" o los relatos de ciencia-ficción de Jean Giraud hasta "Star Wars", y tomando muchos de los elementos ya mostrados en "Fireball", "Akira" empezó a serializarse en 1.982, siendo necesarios ocho años para ser completada. Pero en 1.988, cuando la serie, cuya popularidad ascendía a pasos agigantados, aún iba por su cuarto volumen, se le presentó al autor la oportunidad única de llevarla a la gran pantalla con el incentivo de contar con un abultado presupuesto que superaba el billón de yenes, el cual consiguieron varias productoras y compañías asociadas.
Pero Otomo sólo rodaría la película si le era concedida la total libertad creativa (con el fin de que no se repitieran las malas experiencias de "Harmagedon"), aunque todavía quedaba el inconveniente de que la obra original estaba a medias, por lo que debía condensar su universo y conducir la historia por una línea argumental más bien alternativa, obviando algunas subtramas y personajes que después tomarían importancia en el manga...pero nada de esto parece importar al comienzo del film ya que nos veremos indefensos ante una avalancha imparable de imágenes hecha para hiperestimular nuestros sentidos (el contar con un presupuesto de tal magnitud da sus frutos).
La historia se sitúa en una Tokyo futurista en 2.019 tras librarse una desastrosa 3.ª Guerra Mundial en la que los avances tecnológicos no han sido capaces de detener la enorme inestabilidad que atraviesa la sociedad por la corrupción política y la instauración de un sistema militar abusivo, causas de terribles actos de terrorismo; en este clima de inseguridad, las calles están dominadas por salvajes adictos a la violencia y al peligro, como la banda de motoristas liderada por el intrépido Kaneda. El frenesí y la ultraviolencia campan a sus anchas mientras Otomo presenta un Japón hundido en el caos recordando las consecuencias de las guerras que anteriores ignorantes iniciaron y que marcaron la Historia de la nación.
Este prólogo, que cabalga entre "Blade Runner", "Mad Max" y "The Warriors", pronto se ve interrumpido por el encuentro de Tetsuo, amigo de Kaneda, con un ser de apariencia infantil perseguido por agentes del Gobierno, quienes acaban secuestrando al chico y realizándole una serie de experimentos que terminan por alterar su mente. La pura acción es sustituida por el suspense al tiempo que la realidad comienza a quebrarse desde el punto de vista de Tetsuo, en cuyo interior se está desarrollando un poder a todas luces incontrolable (unas visiones que atormentan a éste sirven de premonición y amenaza).
La trama, que tendrá lugar en el interior de las instalaciones, se volverá tanto más angustiante cuanto que el protagonista vaya sucumbiendo a una evolución en la que poco a poco pierde su humanidad manifestando similitudes con la figura central de la historia que es a su vez el "macguffin" de la misma; objeto de investigación cuyos poderes lo convirtieron en un peligro para aquellos que secuestraron a Tetsuo o especie de nuevo mesías destinado a crear un nuevo mundo a partir de la destrucción total del actual, Akira nunca se presentará realmente en su forma física...de hecho es posible que nunca la tuviera.
Como nos va desvelando Otomo, aunque sin muchas concesiones a la explicación, lo que hace al espectador sentirse como Kaneda (inmerso en las enrevesadas intrigas sin saber el por qué) Akira no es sino la concentración de la máxima energía que reside en cada cuerpo, en cada ser del Universo, y la cual depende de las pulsiones y deseos del individuo, cuyo poder es capaz de expresarse exteriormente; el descubrimiento de la verdad y la inteligente demolición del "macguffin" se desarrollará en un tramo final de tensión creciente donde el director, lejos de olvidarse de la aventura, ofrece un espectáculo de proporciones colosales que a todas luces resulta incomprensible (detallado en Zona Spoiler).
El intrincado argumento, la precisión del ritmo, la enorme cantidad de detalles que contiene la imagen (donde se usan técnicas nunca vistas en el mundo de la animación), facturándose unas secuencias que se inyectan en las retinas, y una iconografía legendaria (los personajes, el diseño de la ciudad y, sobre todo, la moto de Kaneda), hacen de "Akira" una experiencia visual sin parangón, envolvente, trepidante y del todo arrolladora, que confirió al término "cyberpunk" una nueva dimensión tras su estreno, el cual, como estaba previsto, arrasó en taquilla logrando un tremendo éxito tanto a nivel nacional como internacional.
Desde entonces las influencias de "Akira" siempre han estado presentes en la ciencia-ficción, pues pronto sería considerada una cumbre del género en la década de los '80.
Su importancia histórica es tanto mayor cuanto que el autor decidió situar los Juegos Olímpicos de 2.019 en Tokyo...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Cuando se habla de "Akira", muchos destacan su acción y su fascinante técnica visual, virtudes que hacen del film algo único (la fluidez de la animación, tanto en la expresión y el movimiento de los personajes como en la sensación de realismo que transmite el escenario; nunca se hizo ni se hará nada parecido), pero no nos atrevemos a escudriñar más allá de lo que ofrece la imagen.
Por otra parte algo lógico, pues Otomo, sin haber finalizado el manga, propuso una serie de intrigas y enigmas de aparentemente ininteligible solución que terminan por provocar la confusión en el espectador, dejándole en un estado catatónico tanto por el bombardeo de información imposible de asimilar como por los tremendos excesos a los que llega la técnica visual; así, cuando concluye la película, tenemos la sensación de haber asistido a un hecho grandioso y épico sin entender realmente las razones.
Llegamos a la mitad del metraje cuando Tetsuo logra escapar de las instalaciones en las que se hallaba confinado al igual que esos "niños", quienes manipulaban su mente por medio de asombrosas habilidades, lo que permite a Otomo abrir una brecha entre realidad y surrealidad y penetrar en la psique de los personajes. El misterio de Akira está presente y aunque Kei intente explicarnos a grandes rasgos lo que sucede, todo parece indicar que estamos ante un enigma insondable; un "macguffin" convenientemente destruido por el director al presentarse como una entidad sin forma, distribuida y criogenizada en pequeños frascos.
Para entonces Tetsuo, consumido por el gran poder que brota en su interior, ha ido perdiendo poco a poco su identidad, pues, siempre considerado un ser débil, cae presa del descontrol (ya en sus sueños se ve a sí mismo desintegrándose). Si Akira es la máxima expresión de energía que un ser puede acumular en su alma y su mente, los deseos y pulsiones de dicho individuo condicionarán el modo en que dicha energía se materialice al exterior; el acabar como instrumento del Bien o del Mal únicamente depende del portador, del recipiente.
Las pesadillas y visiones que asaltan al protagonista y las premoniciones de Kiyoko vaticinan el terrible desastre que se abalanza sobre la ciudad de Neo-Tokyo, lo que ocupa el tercer acto del film (sus últimos 25 minutos), donde seremos arrastrados a un espectáculo psicotrópico y a menudo indigesto en el que la pérdida de control de Tetsuo le lleva a convertirse en una masa ingente y grotesca de materia, de pura energía desatada, que despierta accidentalmente a Akira preparando el terreno para la catástrofe final. Todo su potencial se ha liberado, y su esencia, confinada en sí misma por el propio bien de la Humanidad, incapaz de asimilarla y enfrentarse a ella (se trata del súper-ser), toma la forma de un arma que lo consume todo a su paso.
Sin duda, en el grado adecuado, la energía y la fuerza espiritual pueden convertirse en herramientas de destrucción (Otomo parece recordar las catástrofes de Hiroshima y Nagasaki que asolaron su país, donde el mayor potencial del ser humano fue usado para matar). Tras la explosión, Akira "viaja" y transporta a los "niños" y a Tetsuo hacia un plano elevado de existencia y consciencia, transmutándose en la pura energía que gravita en todos los sistemas del universo.
En un conmovedor gesto final, Kaneda "absorbe" una ínfima cantidad de la esencia de Tetsuo, que a partir de ese momento albergará en lo más profundo de su ser. Aunque el director profundizaría mucho más en el complejo universo de "Akira" a través de los cómics (el misterio de su identidad se sigue manteniendo para los espectadores), pocos finales en la Historia (al menos de la animación) son capaces de transmitir la fuerza y brutalidad de la adaptación del que sigue siendo uno de las pilares definitivos de la ciencia-ficción "cyberpunk".
Por otra parte algo lógico, pues Otomo, sin haber finalizado el manga, propuso una serie de intrigas y enigmas de aparentemente ininteligible solución que terminan por provocar la confusión en el espectador, dejándole en un estado catatónico tanto por el bombardeo de información imposible de asimilar como por los tremendos excesos a los que llega la técnica visual; así, cuando concluye la película, tenemos la sensación de haber asistido a un hecho grandioso y épico sin entender realmente las razones.
Llegamos a la mitad del metraje cuando Tetsuo logra escapar de las instalaciones en las que se hallaba confinado al igual que esos "niños", quienes manipulaban su mente por medio de asombrosas habilidades, lo que permite a Otomo abrir una brecha entre realidad y surrealidad y penetrar en la psique de los personajes. El misterio de Akira está presente y aunque Kei intente explicarnos a grandes rasgos lo que sucede, todo parece indicar que estamos ante un enigma insondable; un "macguffin" convenientemente destruido por el director al presentarse como una entidad sin forma, distribuida y criogenizada en pequeños frascos.
Para entonces Tetsuo, consumido por el gran poder que brota en su interior, ha ido perdiendo poco a poco su identidad, pues, siempre considerado un ser débil, cae presa del descontrol (ya en sus sueños se ve a sí mismo desintegrándose). Si Akira es la máxima expresión de energía que un ser puede acumular en su alma y su mente, los deseos y pulsiones de dicho individuo condicionarán el modo en que dicha energía se materialice al exterior; el acabar como instrumento del Bien o del Mal únicamente depende del portador, del recipiente.
Las pesadillas y visiones que asaltan al protagonista y las premoniciones de Kiyoko vaticinan el terrible desastre que se abalanza sobre la ciudad de Neo-Tokyo, lo que ocupa el tercer acto del film (sus últimos 25 minutos), donde seremos arrastrados a un espectáculo psicotrópico y a menudo indigesto en el que la pérdida de control de Tetsuo le lleva a convertirse en una masa ingente y grotesca de materia, de pura energía desatada, que despierta accidentalmente a Akira preparando el terreno para la catástrofe final. Todo su potencial se ha liberado, y su esencia, confinada en sí misma por el propio bien de la Humanidad, incapaz de asimilarla y enfrentarse a ella (se trata del súper-ser), toma la forma de un arma que lo consume todo a su paso.
Sin duda, en el grado adecuado, la energía y la fuerza espiritual pueden convertirse en herramientas de destrucción (Otomo parece recordar las catástrofes de Hiroshima y Nagasaki que asolaron su país, donde el mayor potencial del ser humano fue usado para matar). Tras la explosión, Akira "viaja" y transporta a los "niños" y a Tetsuo hacia un plano elevado de existencia y consciencia, transmutándose en la pura energía que gravita en todos los sistemas del universo.
En un conmovedor gesto final, Kaneda "absorbe" una ínfima cantidad de la esencia de Tetsuo, que a partir de ese momento albergará en lo más profundo de su ser. Aunque el director profundizaría mucho más en el complejo universo de "Akira" a través de los cómics (el misterio de su identidad se sigue manteniendo para los espectadores), pocos finales en la Historia (al menos de la animación) son capaces de transmitir la fuerza y brutalidad de la adaptación del que sigue siendo uno de las pilares definitivos de la ciencia-ficción "cyberpunk".