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8
22 de noviembre de 2021
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Azor del suizo Andreas Fontana cuenta la historia de un banquero privado suizo que ante la desapariciòn misteriosa de su socio, que llevaba la "cartera argentina" en la época de la Dictadura Militar, debe reemplazarlo viajando al paìs junto a su esposa a contactar a sus clientes para evitar que el negocio se derrumbe.
Los clientes de este banquero, tímido y callado, son de la alta burguesía local. Su misión es hacer negocios oscuros, incliuyendo la fuga de divisas, a través de múltiples contactos que incluyen en primer lugar a la propia embajada suiza.
Un excelente Fabrizio Rongione, en la piel de este "casi burocrático" banquero, irá visitando a los clientes abandonados por su ex socio, cuyo paradero parece que nadie conoce. Militares retirados, terratenientes, empresarios oportunistas, altos dignatarios del clero son visitados a fin de asegurarse que el negocio continuará.
Fontana nos permite asomarnos a la "alta" sociedad de los ochenta en Argentina, sin estridencias, con más silencios que declamaciones, pero reflejando el clima de zozobra, temor y tragedia, latrocinio y violencia que ensangrentó a la Argentina en esos años. Prácticamente nada será explícito. Casi todos se entenderán mediante medias palabras o hasta silencios. Un bolso con contenido desconocido, una hija de una rica familia que ha desaparecido, algún retén militar en la vía pública serán suficientes para que Fontana recree el ambiente opresivo y atroz de esos años de plomo y cree un clima que no por las formalidades, besos y apretones de mano deja de ser inquietante y hasta por momentos claustrofóbico. El final posiblemente nos permita atar cabos sobre varios de los misterios iniciales.
La realización es excelente, sobria y bella. Actuaciones más que convincentes y muy buena reconstrucción de la Argentina de hace cuarenta años. Muy recomendable.
Los clientes de este banquero, tímido y callado, son de la alta burguesía local. Su misión es hacer negocios oscuros, incliuyendo la fuga de divisas, a través de múltiples contactos que incluyen en primer lugar a la propia embajada suiza.
Un excelente Fabrizio Rongione, en la piel de este "casi burocrático" banquero, irá visitando a los clientes abandonados por su ex socio, cuyo paradero parece que nadie conoce. Militares retirados, terratenientes, empresarios oportunistas, altos dignatarios del clero son visitados a fin de asegurarse que el negocio continuará.
Fontana nos permite asomarnos a la "alta" sociedad de los ochenta en Argentina, sin estridencias, con más silencios que declamaciones, pero reflejando el clima de zozobra, temor y tragedia, latrocinio y violencia que ensangrentó a la Argentina en esos años. Prácticamente nada será explícito. Casi todos se entenderán mediante medias palabras o hasta silencios. Un bolso con contenido desconocido, una hija de una rica familia que ha desaparecido, algún retén militar en la vía pública serán suficientes para que Fontana recree el ambiente opresivo y atroz de esos años de plomo y cree un clima que no por las formalidades, besos y apretones de mano deja de ser inquietante y hasta por momentos claustrofóbico. El final posiblemente nos permita atar cabos sobre varios de los misterios iniciales.
La realización es excelente, sobria y bella. Actuaciones más que convincentes y muy buena reconstrucción de la Argentina de hace cuarenta años. Muy recomendable.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Fontana nos muesta como con talento se puede recrear la salvaje dictadura de Argentina sin escuchar un solo disparo, sin pegar un solo grito y sin ver a un solo prisionero torturado.