El planteo inicial de Frutos... es singular: un ladrón novicio que no quiere robar y una pareja involucrada que trata de mantener todo "con pinzas". Aceptan negociar con tal que la cosa no escale. McDowell parece que sabe lo que hace: se vale de planos fijos en donde la situación se desenvuelve de modo deliberadamente "vainilla", light. Un constante no actuar y que no pase a mayores.

La propuesta es arriesgada y el tono de la peli comienza a padecerlo más pronto que tarde. El conflicto principal es evadido constantemente, por lo que el guión echa mano de situaciones hilarantes y una lectura sociológica caída del cielo. Las reflexiones políticas parecen rellenar, más que integrarse orgánicamente a la trama. El globo a medio inflar va filtrando aire. Aquí el espectador se dividirá en dos: el que termine de desinteresarse completamente y el que aporte migajas de voluntad frente a una historia que necesita paciencia alternativa para sostenerse.

Hasta que algo pasa. El tono de la peli se vuelve grave, pesado. Lo insólito es que se maneja bastante bien en este estilo. Uno no puede dejar de preguntarse para que coquetear así con otros géneros no del todo bien desarrollados, si el enfoque clásico podía ser encarado con solvencia. El desenlace se me antojó satisfactorio.

Frutos del viento queda así como una amalgama de estilos no siempre bien aprovechados, forzando innecesariamente una cuerda demasiado tirante.