Sentados en la calle se observan de hito en hito mientras dejan pasar el tiempo.
A un lado Ryan (Cleef), con quince años en un penal por la traición de sus compinches, "Cuando se cumple una condena no se tiene ganas de broma". Al otro Bill (Law), con otros tantos rumiando también venganza por el asesinato de su familia cuando era niño.
El coronel Douglas frente al Hombre sin nombre en la búsqueda de los malos. Esta vez la muerte tiene un precio que no se paga con los dólares de la recompensa, "wanted", sino con la sangre.
Un destino para dos hombres muy desiguales. Solo la presencia de Cleef se impone rotundamente al remedo de Eastwood al que intenta imitar hasta en el tic del ojo.
No se muestra aquí Petroni como un mal discípulo de Leone. La cinta es una digna seguidora-imitadora del maestro del western mediterráneo, muy, pero que muy por encima de los bodrios que a veces nos endilga este subgénero.
Hasta interviene Morricone. Sin embargo la banda sonora en esta ocasión abusa un tanto de los efectos musicales imponiéndose a la acción más que acompañándola.
La historia desde luego es bastante convencional, otra de venganzas. El guion es sólido, con encuentros y desencuentros entre los dos protagonistas. Buen fraseado, "Incluso un canalla como tu vale más vivo que muerto"; y cortante, "Yo solo sirvo whisky".
Más que correcta realización con intensas escenas como la del duelo en la cantina a la tercera nota del piano.
Buena película que recomendamos sobre todo a los seguidores del gran Sergio. "Pianista, toca tres notas".