Muchos films son menospreciados por no ofrecer lo que la gente espera de ellos. Babadook es uno más que se une a esta lista. Los que pretendían ver una típica película de terror que no ofreciera nada nuevo se llevarían una decepción bien gorda. En cambio yo he visto cosas muy interesantes que merecen la admiración y el máximo respeto porque dichas cosas nos hacen pensar y nos ayudan a entender la realidad que nos rodea de la manera más optimista posible. El Babadook es un monstruo sombrío que se alimenta del terror que genera su leyenda a aquellos que oyen hablar de ella. Es el temor que está en nosotros y el que nos da miedo reconocer. Este ser sombrío es la forma en la cual este temor se manifiesta. Pero en verdad somos nosotros los que le permitimos salir. No hay mayor monstruo que nuestro miedo más íntimo y personal. Este miedo conforme lo vamos ocultando se hace más y más fuerte. Y por el contrario nosotros nos vamos debilitando. La cinta nos enseña muy bien todo cuanto acabo de escribir. Amelia vive infelizmente junto con su hijo Samuel, quien es un niño de lo más odioso y problemático. Amelia no acaba de superar la muerte de su marido, que falleció precisamente el mismo día del nacimiento de su hijo. Samuel descubre el cuento del Babadook y su madre sin querer despierta al aterrador ente. El niño está convencido de que el Babadook es real y a consecuencia de eso Amelia sin ánimo ni fuerza se harta cada vez más de la situación. Los problemas no cesan y todo va de mal en peor. Los 2 actores están soberbios en sus papeles y nos dan unas actuaciones que de verdad hacen temblar. Sin menospreciar los efectos, el metraje gira en torno a una atmósfera insalubre e irrespirable. Siendo una película australiana más dificultades habrá tenido a la hora de atraer al público y no hablemos ya de agradarlo. Por suerte hay espectadores que valoran estas producciones incomprendidas por muchos, por no decir la mayoría, que no salen de los trabajos típicos del género.