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Voto de Luis Guillermo Cardona:
6
Ciencia ficción. Fantástico. Terror En una pequeña ciudad de California empiezan a suceder cosas muy extrañas: el comportamiento de algunas personas cambia de tal manera que causa estupor e incluso miedo entre sus parientes y amigos. (FILMAFFINITY)
5 de junio de 2013
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras el triunfo de los aliados en la II Guerra Mundial y la consolidación de la Unión Soviética como una potencia mundial, en los Estados Unidos de Norteamérica comenzó a desatarse una “epidemia de histeria colectiva”, como acertadamente califica este fenómeno el psiquiatra, Kaufman, del filme de Don Siegel. Temían con horror ser invadidos por los comunistas, pues, los estadounidenses pueden admitir cualquier cosa, menos que se les haga sentir iguales a los demás, ya que, casi todos, se sienten uno, único y superior... y tampoco admitirán que se les impida acumular y acumular y acumular, pues ¡es lo único que, a la mayoría, los hace sentir personas!

Entre los mayores histéricos en la década de 1940, se encontraban los directivos del FBI y el vicepresidente de la universidad de Georgetown -también escritor y cura-, Edmund A. Walsh, siendo ellos quienes presionaron al turbio senador republicano Joseph McCarthy, para que iniciara una agresiva cruzada contra el comunismo.

El pánico cunde cuando, el 22 de marzo de 1947, el presidente Harry S. Truman, firma la orden que ordenaba investigar la filiación política de todos los empleados del Estado. Se hicieron exhaustivos interrogatorios, seguimientos, allanamientos, acosos… se chuzaron incontadas líneas telefónicas… se maltrató a muchísima gente… y al final, de tres millones de empleados oficiales, sólo se expulsó a 308 “por presunciones”, y Judith Coplon, fue la única persona formalmente acusada de espionaje y encarcelada… teniendo que ser liberada luego, porque se comprobaron indebidas presiones del FBI.

Toda esta farsa llevaría a que, en abril de 1954, se iniciara un juicio contra el deplorable senador McCarthy, quien sería degradado y hundido moralmente, entregándose luego al alcohol hasta morir, tres años después, a causa de una cirrosis. Y ya Truman había expresado públicamente su avergonzada sentencia: “La Comisión de Actividades Antiamericanas, es la más antiamericana organización que existe en este gobierno”.

Pero, tras todo esto, es evidente que todavía quedaba gente enferma de histeria anticomunista, pues, en 1955, el escritor Jack Finney, publicaría su novela, “The Body Snatchers” (Los Ladrones de Cuerpos) para seguir animando las prevenciones; el ex-oficial del ejército y productor, Walter Wanger, (quien un par de años atrás había estado en la cárcel por intento de asesinato del representante de su esposa, la actriz Joan Bennett) de inmediato compró los derechos; y el fascistoide director, Don Siegel, fue llamado para dirigirla. ¿El resultado? <<LA INVASIÓN DE LOS LADRONES DE CUERPOS>>, sería un éxito comercial y de crítica, pues, es evidente que como thriller funciona satisfactoriamente, aunque su sustentación política es grotesca y de una ignorancia decantada. Sostener que, comunismo significa incapacidad de sentimientos, ausencia de escrúpulos morales, negación del amor y la belleza, y cero libertades, es tan… necio e irresponsable, como decidir que un hombre es malo por el simple hecho de que su piel es negra.

Un interesante thriller, que dejó al desnudo la penosa ingenuidad de tantísimos estadounidenses que, luego de ver esta película, pasaron varias semanas sin poder dormir.

Título para Latinoamérica: MUERTOS VIVIENTES
Luis Guillermo Cardona
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