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Voto de Sergio Berbel:
9
Thriller. Terror. Drama Distrito de St. Pauli, Hamburgo, años 70. Un barrio de ambiente nocturno frecuentado por bebedores, prostitutas, adictos al juego y otras almas solitarias. A primera vista, Fritz "Fiete" Honka es un perdedor. El hombre de la cara deformada deambula por las noches buscando mujeres solitarias en el antro del barrio, "El guante dorado". Nadie entre los asiduos sospecha que el aparentemente inofensivo Fiete, es en realidad un monstruo. (FILMAFFINITY) [+]
22 de junio de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fatih Akin sigue empeñado en mostrarnos los márgenes de la realidad, lo que esconde la sociedad en sus pliegues para que pase desapercibido, lo que hemos optado por no mirar porque nos desagrada o nos incomoda. Nos planteó un dilema moral de una profundidad insondable con su obra maestra “En la sombra”, nos asomó al precipicio de la salud mental jugando en zona fronteriza en “Contra la pared”, nos muestra el terror más pavoroso por realista y tenebrista del psicokiller en el supuesto de “El monstruo de St. Pauli”.

No es una película fácil de ver ni complaciente rozando lo desagradablemente insostenible. Akin no escatima escenas que nos revuelven el estómago y sordidez a borbotones a la hora de contarnos en “El monstruo de St. Pauli” la repulsiva y repugnante vida de un psicópata que asesina mujeres, las descuartiza y esconde los trozos en un doble fondo de su minúsculo y sórdido ático. Todo es desasosegante, sucio, repulsivo, claustrofóbico en su protagonista y el medio en el que habita, tanto él personalmente como la pocilga en la que vive y a donde arrastra a sus víctimas para violarlas y acabar con su vida.

Su fealdad, su alcoholismo descontrolado y su profunda inadaptación social hace que tan sólo se relacione con ancianas tan alcoholizadas como él en el bar del barrio, un antro irrespirable donde se dan cita los desahuciados de un barrio marginal, lo más bajo del escalafón social, los perdidos entre los perdidos, los ciegos en un país de tuertos.

Lo más provocador de la propuesta es que estamos ante la traslación de unos hechos reales ocurridos durante la década de los 70 en Hamburgo, cruelmente reales, despiadadamente reales, porque seres como el protagonista del film se cruzan a veces por delante de nuestras vidas sin que lo percibamos para nuestra suerte, como le ocurre a la joven rubia que principia y cierra el metraje de la cinta, metáfora visual perfecta que Fatih Akin nos regala para cerrar una película perturbadora y desagradable pero apasionante en su miserabilidad más absoluta, una de las más absolutas que se hayan asomado a una pantalla de cine.

La interpretación de Jonas Dassler, alfa y omega de la película, es prodigiosa y nos hace creíble un personaje real que paradójicamente navega en los márgenes de lo sostenible narrativamente por el pavor que despierta y significa contemplar su vida y su obra.

Película que debe verse con el estómago vacío porque es tan desagradable y aterradora como la vida misma.
Sergio Berbel
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