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Voto de Antonio Morales:
7
Drama Reconstrucción de la vida de Nicolás II (1868-1918), el último zar de la dinastía de los Romanov, y de su esposa Alejandra, durante los años de corrupción, opresión y miseria que desembocaron en la Revolución bolchevique de octubre de 1917. (FILMAFFINITY)
24 de enero de 2015
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sam Spiegel, productor de “Lawrence de arabia” y “Doctor Zhivago”, asumió el reto de llevar a buen puerto esta superproducción rodada casi toda en España, seguramente por motivos económicos y porque la URSS no hubiera permitido rodar en escenarios originales de San Petesburgo, Moscú y mucho menos Siberia. “Nicholas and Alexandra” es una biografía en clave dramática, de los últimos años del último zar de “todas las Rusias”. Es una película de productor que repitió las mismas fórmulas que le habían conducido a sus anteriores éxitos: intérpretes desconocidos para el gran público, para identificarse mejor con los personajes reales, la zarina y el zar (Janet Suzman y Michael Jayston, espléndidos ambos), y secundarios de lujo como Laurence Olivier, Michael Redgrave. Y por descontado, el oficio de un sobrio cineasta como era Franklyn J. Schaffner apoyado por un completísimo equipo artístico.

En el marco de una nación sometida a la miseria y al caos económico, Nicilás II estableció un estado autoritario bajo su mandato – la formación de la policía política llamado “Ojrana” es un buen ejemplo frente a los ataques de grupos revolucionarios encabezados por Natcheiev – hasta el punto de permitir la matanza de un nutrido grupo de manifestantes en San Petesburgo en 1905. Schaffner y su guionista James Goldman establecen las actitudes del zar con relación a la problemática del único heredero del trono, su hijo Alexis que padece hemofilia, su impotencia ante la enfermedad de su hijo y la realidad de su país. El matrimonio se abstrae de esa realidad confiando en un personaje siniestro como fue Rasputin (Tom Baker), un tipo tan cerca de Dios como del Diablo pero muy influyente en la corte.

Schaffner le imprime al film el esquema alegórico de “El planeta de los simios”, la ambigüedad moral de “Patton” y el humanismo pequeño burgués de “Papillon”. Sobre esta base la narración se articula a través de varios conductos entrelazados: a) una visión intimista del zar y su familia; b) su conducta política, influida decisivamente por su esposa; c) los reproches autoritarios de su madre; d) la descripción del oprimido pueblo ruso; e) el nacimiento de la conciencia revolucionaria, estimulada por los escritos de Lenin desde el exilio; f) la crítica situación de la nación rusa, sorprendida entre la evidencia de un mundo en evolución, los residuos del feudalismo y la superstición de los fetiches religiosos.

Travellings elegantes, palacios suntuosos, descripciones del horror y la injusticia, son las mejores imágenes de una de las mejores historias en torno a la desintegración moral y física de unos personajes populares. A la vez que se refleja la ascensión del dirigente bolchevique Lenin como líder de la revolución, tras el abandono del gobierno de Karenski. Como siempre en el cine de Schaffner, se mantiene el axioma de que los personajes pueden escapar de sus errores pero nunca de su tiempo. No deja de ser cruel y patético, así como lo que vino después, pero eso es otra historia. Todo lo apuntado se resume en tres horas de gran cine, que recrea un periodo fundamental en el devenir del siglo XX.
Antonio Morales
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