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Voto de Antonio Morales:
7
Bélico. Drama Durante la Segunda Guerra Mundial, en un campo de prisioneros alemán, unos seiscientos sargentos americanos comparten el barracón 17. En Nochebuena, dos de ellos se disponen a fugarse, pero son descubiertos y ejecutados por soldados alemanes que estaban al acecho. Los prisioneros empiezan a sospechar que en el barracón hay un traidor que informa a los nazis y llegan a la conclusión de que ese traidor es el sargento Sefton, un hombre más ... [+]
28 de diciembre de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Billy Wilder (escéptico por definición) pertenecía a una generación de cineastas en la que la comunicación activa con el espectador de su cine ocupaba un lugar central en todo el proceso creativo. Ajeno por completo a tentaciones sermoneadoras, Wilder apostaba por un tipo de intercambio en el que las soluciones a los problemas planteados no procedieran siempre de la pantalla: “El director debe estimular al público y distraerle, además de plantearle buenas preguntas. El cineasta que cree conocer las respuestas no es un artista, es más bien un imbécil”, sentenciaba. El método de Wilder busca la transparencia formal y la sencillez estilística, despojando a las imágenes de toda ornamentación ajena a las necesidades narrativas, huyendo de la pedantería y el narcisismo.

Que un cineasta realice un film sobre un campo de prisioneros nazi durante la 2ª Guerra Mundial y plantee la mayor parte de sus secuencias en tono de comedia es algo que, en principio, no puede dejar de sorprender. Pero si lo hace Billy Wilder, por el contrario, la cosa sorprende bastante menos. Sobre todo porque su protagonista es típicamente wilderiano, un cínico sin escrúpulos, un tipo que se dedica a comerciar partiendo de la escasez de recursos que genera la reclusión, al que no le incomoda mantener buenas relaciones con los guardianes alemanes. El film de Wilder, nada complaciente, parece buscar un cierto acomodo con la moral del momento con la transformación que experimenta el sargento Sefton (Wlliam Holden) sin olvidar que su empeño en atrapar al traidor, lo hace en buena parte como venganza y deseo de autojustificación más que por defender los intereses de sus compañeros (que desconfiaron de él) y cuando, se decide a colaborar en ayudar lo hace por claros intereses económicos, no patrióticos ni de amistad.

En “Traidor en el infierno”, Wilder adapta una comedia de Donald Bevan y Edmund Trzcinsi, convirtiéndola en una farsa, pero también en un alegato contra el linchamiento moral y físico de unos compañeros que no tienen pruebas para juzgar con tanta alevosía a un tipo amoral sospechoso de traición, que es el reverso del héroe cívico por su descarnado pragmatismo. En su lucha por la acomodación y egoísta supervivencia, trafica con cigarrillos y licor, ademas de otros objetos que atesora en su baúl personal, entre ellos el jabón, valioso en aquel sucio confinamiento, y que por su situación privilegiada genera recelo entre sus compañeros.

Wilder, el judío vienés, que emigró a USA cuando Hitler llegaba al poder, aprovecha al máximo los rasgos más patéticos de los hacinados, como la recepción de las cartas por parte de quienes llevan largo tiempo en cautiverio, las privaciones con el sexo femenino a las que se ven sometidos, la imaginación que le echan para ocupar sus largas horas de ocio. El ambiente de represión que sufren los prisioneros convertidos en espectadores que contemplan ventanas empañadas de vapor - tras las cuales se intuye, pero no se ve, que se están bañando algunas mujeres – o les hace organizar bailes desolados, para convertirlos en esperpento de lo grotesco, para construir algunos gags sarcásticos, pues se trata de sobrevivir lo mejor posible. También, al respecto, habría que hacer notar las composiciones de los que incorporan a los nazis – desde el colega de Wilder, Otto Preminger, convertido en oficial, hasta el increíble Sig Ruman – para demostrarnos que “Stalag 17” es un film que no desmerece en la carrera de un cineasta que ha edificado buena parte de su obra sobre la lúcida contemplación de la naturaleza humana, con sus virtudes y miserias.
Antonio Morales
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