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Voto de Antonio Morales:
8
Fantástico. Musical. Aventuras Dorothy, que sueña con viajar "más allá del arco iris", ve su deseo hecho realidad cuando un tornado se la lleva con su perrito al mundo de Oz. Pero la aventura sólo acaba de comenzar: tras ofender a la Malvada Bruja del Oeste (Margaret Hamilton), aconsejada por la Bruja Buena del Norte (Billie Burke), la niña se dirige por el Camino Amarillo hacia la Ciudad Esmeralda, donde vive el todopoderoso Mago de Oz, que puede ayudarla a regresar ... [+]
21 de marzo de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El año 1939 ha pasado a la historia del cine como el año de la mejor cosecha en Hollywood, se realizaron un buen puñado de obras maestras, una de ellas es “El mago de Oz”, punto de encuentro sentimental, como si algo indefinible la mantuviera a resguardo de la erosión del tiempo. La película fue considera durante años como una simple diversión para niños, pero a principios de los años sesenta el filme (oscuro y terrorífico, pero también alegre y luminoso) se convirtió en icono de una generación desencantada, que vio en él su primer viaje en LSD y una metáfora de la conversión del sueño americano en pesadilla.

Basada en un cuento infantil de L. Frank Baun, publicado en 1900, la película tuvo un accidentado rodaje por el que pasaron directores como Cukor, Fleming, Vidor y Thorpe. Rodada en un momento en el que la amenaza de la II Guerra Mundial empañaba la recuperación de la Gran Depresión, narraba cómo una niña de 12 años (Judy Garland, tenía 17) y su perrito Totó, eran arrastrados por un tornado a un universo paralelo de magia y terror, un mundo que reflejaba los miedos y las esperanzas que entonces acechaban a la humanidad. Los personajes forman ya parte de la memoria colectiva, las aventuras de una niña huérfana que vivía con sus tíos en una granja de Kansas y unos extraños amigos: un espantapájaros invertebrado sin cerebro, un hombre de lata sin corazón y un león sin coraje.

Victor Fleming firmó definitivamente otro film grandioso que se filmaba casi al mismo tiempo, “Lo que el viento se llevó”. La elaboración de ambas obras se interfieren, este es otro misterio del artesano Victor Fleming, cineasta poco reconocido por críticos e historiadores. Los flecos que Fleming dejó cuando fue llamado por Selznick urgentemente para su gran producción con Gable y Leigh, los finalizó King Vidor entre ellos la filmación del tema inmortal “Over the rainbow” que canta Judy Garland. Sobre esta maravillosa melodía se adentró la madre de Liza Minnelli en la historia del cine. Recorrió con sus zapatos rojos de rubíes, montada en el Arco Iris, el mundo, la fantasía inundada de luz y color que siempre pervivirá. Pues no tiene fin el viaje, que todos hemos emprendido (tanto en la infancia como en la memoria de la infancia) hacia la Ciudad Esmeralda en el país de Oz.

Se sucede como un relevo, generación tras generación, porque fatalmente sigue siendo, un viaje de una niña condenada a ser mujer. De todo menos inocencia, hay en este libérrimo y gozoso relato interior de un tiempo, el de entreguerras, que comienza a parecerse demasiado a este tiempo. El país de Oz es una quimera, un territorio de huida hacia ninguna parte que conduce a muchos rincones de la vieja memoria, pero sobre todo hoy, como entonces, a una llamada nostálgica a la libertad. En definitiva una obra que esconde más de lo que muestra.
Antonio Morales
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