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Voto de Antonio Morales:
8
Western Warlock, una pequeña ciudad que se dedica a la ganadería, está dominada por una banda de criminales. Para restablecer la paz y el orden, un comité de ciudadanos decide nombrar sheriff a un famoso pistolero (Fonda). Diversas circunstancias harán que el sheriff y su ayudante (Widmarck) acaben enfrentándose. (FILMAFFINITY)
11 de marzo de 2013
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Apoyándose en un magnífico guión de Robert Allan Arthur, el controvertido Edward Dmytryk realizó, en 1959, una de sus mejores películas: “El hombre de las pistolas de oro”, cuyo interés se ve incrementado por la gran interpretación de sus tres protagonistas: Richard Widmark, Henry Fonda y Anthony Quinn. El primero hace el papel de Johnny Gannon, un hombre que después de estar situado al margen de la ley acepta convertirse en sheriff de un pueblo: “Warlock”, llevando su conducta hasta extremos que rozan el heroísmo y el suicidio. El segundo interpreta a Clay Blaisdell, quien dedica su vida a recorrer los pueblos del oeste, contratado por los ciudadanos, para pacificarlos a punta de pistola. Y el tercero encarna a Tom Morgan, un jugador tullido inseparable de Clay Blaisdell al que adora por ser la única persona que le respeta.

Este admirable western tiene una progresión dramática llena de sentido en su desarrollo; hay un excelente retrato de personajes conflictivos; hay un buen uso de decorados y de paisajes; y la puesta en escena es sobria y concisa. Quizás se eche en falta un poco más de dinamismo en algunas escenas, pero tal vez se deba a que Dmytryk prefirió dar a la película u tono menos brioso, más sometido a las tensiones internas de los personajes que a los aspectos externos. Mientras los tres personajes centrales del film viven y se relacionan a la luz y a la sombra de una relación imposible. El film lleva también a cabo la disección de una comunidad un tanto mezquina y cobarde, cuando no hipócrita.

Cabe también destacar los papeles femeninos en la película que juegan una baza importante en el devenir de las relaciones personales con los protagonistas, destacando la siempre fascinante Dorothy Malone, sin olvidar la soberbia fotografía de Joseph MacDonald en color conjugándolo con el formato Scope para realzar la puesta en escena. Por cierto MacDonald tuvo una dilatada carrera como cameraman trabajando con los mejores directores de la historia: J. Ford, E. Kazan, N. Ray, H. Hathaway, S. Fuller, G. Douglas y R. Wise, entre otros.
Antonio Morales
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