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España España · Valencia
Voto de A POSITIVAR:
4
Acción. Thriller La lealtad de James Bond (Daniel Craig), el mejor agente de los servicios secretos británicos, por su superiora M (Judi Dench) se verá puesta a prueba cuando episodios del pasado de ella vuelven para atormentarla. Al mismo tiempo, el MI6 sufre un ataque, y 007 tendrá que localizar y destruir el grave peligro que representa el villano Silva (Javier Bardem). Para conseguirlo contará con la ayuda de la agente Eve (Naomie Harris). (FILMAFFINITY) [+]
12 de febrero de 2013
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
James Bond es, como Paco Martínez Soria o Pepe Isbert, un individuo atemporal. Pasan los años y él sigue igual de británico, igual de elegante, igual de inmortal e igual de promiscuo. En medio siglo de vida ha hecho grande eso de que si algo funciona hay que repetirlo hasta la muerte. Y si le añadimos la baza de que, al contrario de lo que pasa con Harry Potter, aquí sí podemos cambiar de actor aunque se note, pues tenemos 007 para rato.

En Skyfall, Sam Mendes ha querido reformular el personaje para hacerlo totalmente terrenal. Lo ha llenado de complejos, pues que el único trauma que tuviera fuera el no poder acostarse con Moneypenny le parecía poco. Ha hecho que el agente secreto sude, ponga cara de esfuerzo y que le caiga alguna lagrimita, cosa que Sean Connery no hubiera tolerado jamás. Incluso ha osado ponerle barba de dos días y dejarlo un rato con resaca. Que no digo yo que pongan en todas las películas la bomba que se apaga dos segundos antes de explotar y que el malo tenga siempre un gato a mano para acariciar, pero que por lo menos piensen en el espíritu de Ian Fleming; que tanta modernor le estará haciendo revolverse (que no agitarse) en su tumba.

En Skyfall se nos presenta al más famoso de los agentes británicos ayudando a su jefa M a librarse de su tormentoso pasado, que está retornando en forma de villano que quiere acabar con todo el Servicio de Inteligencia Secreto. Huelga decir que el malote está interpretado por un amanerado, oxigenado y contundente Javier Bardem.

La historia principal de la narración es la típica del cine bondiano. Y parte de la personalidad intrínseca de la saga está a salvo; a saber: por más que nos esforcemos no vamos a ver ni una sola teta, ni siquiera en los créditos; sale un casino, parada obligatoria para James y donde suelen estar todas las chicas Bond y todas las grandes pistas; no va a pedir el Dry Martini, pero se lo van a poner porque es Bond, James Bond; sigue teniendo licencia para matar, y por eso se va a poner a conducir y a disparar en medio de un mercadito callejero atestado de gente en Estambul; el malo va a soltar sus grandes y preparadas peroratas antes de entrar a matar para hacer la escena más ampulosa y de paso dejar al bueno que piense alternativas de escape; aparece el Aston Martin DB5, que Jimi tenía aparcado en un garaje alquilado en algún lugar perdido de la periferia londinense, y también vuelven a tener sus minutos M, Q y todas las letras de la Real Academia del MI6.

Eso sí, y esto merece un capítulo aparte, el agente Q, ese abuelito entrañable que surtía a Bond de artefactos para sus misiones; ese abuelito entrañable que hacia una bomba con un chicle, que convertía un bolígrafo de publicidad en un arma mortífera, que remendaba gabardinas como las de Bárcenas pero antibalas y que lograba que el copiloto de cualquier coche diseñado por él viajara acojonado por miedo a salir disparado en cualquier momento, es ahora un barbilampiño jovencillo con pinta de hipster sabelotodo y lo único que le proporciona a 007 es una pistolita de mierda, una mini-radio con un botón rojo y un perfil en Facebook. Y no solamente eso, sino que, además, se burla de la edad de James y se mete con su predecesor, el abuelito entrañable. Dos hostias. Espero que en la próxima película se lleve dos buenas hostias.
Siguiendo con capítulos aparte, también mencionar una secuencia en la que 007 sube los dos mil pisos de un rascacielos de Shanghái sujeto a pulso de una barra situada en la parte de debajo de un ascensor. Pues bien, resulta que estás todo el rato con el culete torcido por miedo a que James Bond se caiga, debido a que no para de sudar, apretar los dientes y poner cara de “no puedo, no puedo”; cuando todo sabemos que si hubiera sido Sean Connery, Roger Moore, Pierce Brosnan o Timothy Dalton y no un Bond de garrafón, no solamente hubiera subido sin problemas, sino que lo habría hecho con una sola mano y con la otra se la habría cascado. Si es que, para más inri, le hacen a James repetir el examen de ingreso al cuerpo de agentes secretos con licencia para matar y suspende tanto el físico como el psicológico, además de que le ponen un muy deficiente en tiro al blanco porque le tiembla el pulso.

Pero no pasa nada. Me voy a calmar porque, además de la canción de Adele (un Oscar seguro para la película), hay un preámbulo al uso repleto de tiros, peleas encima de un tren, agentes hablando con las solapas de sus chaquetas y persecuciones en moto, coche, todoterreno y escavadora. Quince minutos de acción trepidante hasta que a James Bond le pegan un tiro y entran los créditos típicos del agente andando por la pantalla a través de un círculo que simula ser un punto de mira.

A positivar a Javier Bardem, un villano que es una mezcla de personajes de No es país para viejos y Perdona bonita, pero Lucas me quería a mí y que, desde que aparece, se dedica a hacerle bastante sombra al acabadillo de Daniel Craig.

www.apositivar.com
A POSITIVAR
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