De por sí que el filme constituye todo un clásico de ficción combinado con terror de la década del cincuenta, con una trama original y novedosa. Una película relativamente corta, sin grandes elaboraciones en su guión, pero sí constituye una efectiva cita con el entretenimiento.
Viendo este filme 50 años después de su estreno, a uno le parecerá quizás infantil y podría llegar a cuestionar su contundencia, no obstante la película motiva y te mantiene entusiasmado durante su corto metraje.
Tenemos además como agregado, un leve discurso profundo de Don Siegel, que viene de la mano de valorar a la especie humana, con sus errores y todo, el darle cabida a los sentimientos, a los afectos, a la sensibilidad inherente de la naturaleza humana.
Frente a ello se presenta una raza alienígena frívola, con un poder devastador que posee la capacidad de clonar cualquier forma de vida sobre la faz de la tierra. No hay grandes desarrollos, sólo se presenta el inquietante argumento y los personajes tratarán de desenvolverse frente a tamaño problema suscitado en el pueblo de Santa Mira.
No hay tiempo para grandes explicaciones, el filme no la posee, quizás esa sea una falencia, así como su inconclusa resolución nos lleva quizás a quitarle méritos al producto final.
Hubiera sido mucho más interesante que se hubiera extendido más el guión del filme en detalles, causas y consecuencias. Pero no, el filme es limitado desde el relato, no por ello menos divertido, sólo que por allí queda reducido a un mero pasatiempo donde la ficción se combina con una pizca de horror.
En fin, plantas del espacio exterior que clonan humanos con la intención de dominar el mundo, frente a ello tenemos al ser humano presentado como un individuo que siente y se diferencia en todo momento de la especie invasora por sus sentimientos. Uno como espectador va sintiendo ese contraste que queda bien expuesto, el clon no posee sentimientos, en ello se diferencia y desde allí se debe hacer el análisis del discurso general del filme. El de valorar lo que nos puede llegar a distinguir como humanos., eso a lo cual ninguna inteligencia superior puede imitar, porque es único, singular e irrepetiblemente distintivo de la especie humana.