Todo un clásico del cine fantástico el que nos ofrece Don Siegel, autor poco dado a la ciencia-ficción pero un indiscutible maestro en tejer intrigas y proveer de buen ritmo a sus obras.

“La invasión de los ladrones de cuerpos” narra la historia de un pueblecito, Santa Mira, imaginario pero con el encanto de los pueblos californianos. De la noche a la mañana, la gente empieza a cambiar su comportamiento de forma extraña, hasta el punto de que el Dr. Bennell (Kevin McCarthy) se ve obligado a investigar cuando ve que no se trata sólo de una psicosis aislada. La terrorífica verdad no tardará en mostrarse ante sus ojos y los de su antigua novia, Becky (Dana Wynter)…

Inmersa en plena fiebre de la serie B de los cincuenta, con toda la proliferación de monstruos, ovnis y mutaciones, la cinta de Siegel discurre por terrenos parecidos pero contiene un elemento que la hace esencialmente diferente al resto: el miedo a lo desconocido no se materializa en ninguna forma maligna concreta (que la hay), sino que está dentro del cambio, de la ruptura de la costumbre que da el conocimiento de las personas. El hecho de que tus amigos y seres queridos pierdan, de alguna forma, sus características personales y pierdan cualquier expresión de sentimiento, genera un terror más íntimo, profundo y universal que cualquier bicharraco tentacular venido del espacio exterior. Siegel juega con ello y construye una trama casi hitchcockniana, en la que los dos personajes principales irán paulatinamente descubriendo pistas acerca de la terrible amenaza mientras huyen para no convertirse en uno de sus despersonalizados vecinos.

Es conocida la comparación de lo narrado por Siegel con la “caza de brujas” que aplicó el senador McCarthy y sus investigaciones sobre unos hipotéticos “enemigos soviéticos” infiltrados en el pueblo estadounidense. Aunque el filme sólo pretende ser fiel a la novela de Jack Finney, esto es un buen ejemplo de cómo el cine refleja los miedos y las inquietudes de la sociedad del momento, tal como hizo tan notoriamente toda la ciencia-ficción de la era post-atómica.

“La invasión de los ladrones de cuerpos” mantiene un ritmo narrativo envidiable y un nivel de tensión e intriga muy por encima de la media de productos similares de la época, con un crescendo imparable que culmina en uno de los mejores momentos del filme y de la historia de la ciencia-ficción: Kevin McCarthy totalmente desquiciado, en medio de una autopista, avisando a la gente de que “ya están aquí”. McCarthy volvería a repetir la misma escena autohomenajeándose en el excelente remake que hizo Philip Kaufman en 1978, y desde entonces nunca se ha desligado del fantástico.

Clásico imprescindible.