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Los valientes andan solos

Western Nuevo México, 1953. Jack Burns, un vaquero amante de la libertad y de los horizontes abiertos, llega cabalgando al pueblo de Duke City. Su intención es liberar a su amigo Paul Bondi antes de que lo trasladen a una prisión estatal. Bondi, que ha sido condenado a dos años de cárcel por acoger en su casa a algunos mexicanos que han cruzado ilegalmente la frontera, es un escritor que dejó su vida aventurera para casarse. Jack visita a la ... [+]
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Críticas 29
Críticas ordenadas por utilidad
12 de febrero de 2017
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un western muy adelantado a su época con un guion del siempre solvente Dalton Trumbo, nos narra la historia de un vaquero que vive al dia , en el campo con su yegua y sin ataduras de ninguna clase, hasta que para ayudar a un amigo suyo de juventud, que al contrario que el si que ha echado raíces y se ha casado con una (jovencísima y magnifica Gena Rowlands) que por su idealismo, ayudando a inmigrantes a cruzar ilegalmente la frontera(hay cosas que no cambian) lo han encarcelado, cierta critica a los viejos combatientes , como el manco del bar que se han quedado desamparados y abandonados en su amargura tras luchar en guerras en el extranjero. Destacar la verosimilitud en los quehaceres de l vaquero interpretado por Douglas y los agiles diálogos y también tristes que sostiene con su amigo en la cárcel, una persecución trepidante y muy bien rodada, con un divertido Walter Matthau como excéntrico sheriff, hasta llegar al intenso y esperado final.
zuriman
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24 de julio de 2019
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si atendemos a su autobiografía parece que si, o al menos una de sus favoritas. Si atendemos a la calidad de la película, sin duda se trata de una muy buena obra. Si atendemos a la interpretación de Douglas, probablemente es una de sus mejores, sino la mejor.

Un film duro, crepuscular que nos narra el fin de una época donde un vaquero se ve atrapado por unos nuevos tiempos, unas nuevas relaciones y una civilización llena de máquinas ajenas a un espíritu libre y solitario como es el del protagonista a solas con su caballo, y por que no decirlo,del propio Kirk Douglas como persona, que da la impresión de poner mucho de si mismo en esta cinta.

Un Douglas que en esta bella historia se rodea de unos más que correctos Walter Matthau y Gena Rowlands, con una dirección algo limitada de David Miller, pero que aun así muestra momentos de interés como la persecución en helicóptero, aunque se alternan con otros algo carentes de fuerza y dramatismo.

No obstante, la personalidad de Douglas, la fuerza de la historia y ese final que nos muestra la intensidad de la relación del protagonista con su caballo que culmina con una expresión sobrecogedora del protagonista, llenan por si sola una película no perfecta pero muy notable.
zymu
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7 de marzo de 2017
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estoy totalmente seguro de que Sam Pechimpah antes de rodar “La balada de Cable Hogue” (1969), había visto en más de una ocasión este grandioso western crepuscular y desconocido hasta ahora para mí, que me ha sorprendido y emocionado agradablemente. Son tantas las similitudes de la historia y el personaje que es imposible abstraerse de las comparaciones. Las dos hablan de amistad y lealtad, de nostalgia por los viejos tiempos que no volverán, pero incapaces de adaptarse al progreso, los automóviles son sus mayores enemigos y las carreteras son como vallas infranqueables que no pueden ser cortadas como las de alambre de espino. Ya no pertenecen al nuevo mundo y acabarán desplazados por ese futuro con olor a gasolina; en la primera, Jack (Kirk Douglas), es un vaquero sin vacas, en la segunda, Hogue (Jason Robards) es un buscador de oro sin suerte, una es en blanco y negro dramático y telúrico, la otra en color y en un cierto tono de comedia amarga, las dos son alegorías desmitificadoras del “Far west”, las dos tienen el aroma de una letanía triste y de un amargo destino.

Jack es el prototipo del antihéroe abocado al fracaso, el ocaso de una forma de vida, de una serie de seres desarraigados pero nobles y románticos que tienen ese brillo especial en la mirada. El individualismo fiel a sus ideas y profundos valores en lugar de guiarse por un régimen o credo. Ese dormitar de Jack del que es despertado por el ruido de unos aviones a su paso mientras se dirige a la ciudad. El “blacklisted” Dalton Trumbo es el encargado de adaptar la novela de Edward Abbey, y narra cómo un “misfit” va voluntariamente a la cárcel para ayudar a un amigo encarcelado por esconder a unos ilegales mejicanos. Que se siente desengañado y decepcionado por la conducta de éste. Su negativa a escapar de la prisión porque le esperan tras dos años de reclusión su mujer y su hijo, pero para Jack, la fuga es su única salida vital. Su huída es un camino peligroso que no duda en desviar por afecto a su traviesa y miedosa yegua “Whisky”.

Las secuencias de Jack con Jerri (Gena Rowlands) desprende un lirismo y una poesía que denuncian un pasado amoroso entre el inadaptado y la esposa de su amigo. Su relación es respetuosa, por lealtad a su compañero ahora encarcelado, pero flota es sus diálogos una nostalgia y una melancolía por una relación frustrada que no se termina de explicitar, aunque se intuyen los motivos. La iconografía es propia de los westerns que transcurren en desiertos: un infierno insondable de polvo, arena y rocas, hasta un puma merodea a su aire por el inhóspito lugar, y un sol cegador e inclemente, exquisitamente plasmado por la cámara de un tal Philip H. Lathrop, en un registro panorámico excelentemente aprovechado. El recurso al helicóptero y al Land Rover, también alude a ese progreso que en todo momento acosa al fugitivo, del que se sirve la policía que le persigue. Encabezado por un estupendo Walter Matthaw y un malvado George Kennedy que siempre fue un secundario de lujo.

Es en definitiva, la agonía del hombre del oeste convertido en anacronismo. Ese protagonismo indirecto que asume un camión cargado de inodoros, es toda una declaración de principios de como la sociedad trata a los insubordinados como Jack, protagonista de la rebeldía contra la domesticación impuestas por los convencionalismos, las cargas familiares en el nombre de ese mito que es la hombría responsable. Además de contar con la música del gran Jerry Goldsmith, todo ello constituye una de las mejores películas que he visto sobre el western crepuscular.
Antonio Morales
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29 de marzo de 2019
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
En una de las secuencias más conmovedoras, John responde a Jerry cuando ésta le insta a quedarse a su lado "Soy un hombre solitario hasta en lo más profundo de mi ser, y un hombre así es un tipo inadaptado...la única persona con quien puede vivir es consigo mismo, y lo único que de veras ama es poder vivir a su modo".

En pocas palabras se nos ha planteado la más sincera descripción del protagonista de esta historia en la que una vez más asistimos a la muerte del héroe idealista americano por parte del propio mundo en el que le ha tocado existir, una historia procedente de la segunda novela de ficción del famoso autor Edward P. Abbey (conocido por sus inclinaciones anarquistas y los discursos sobre moral, política y medioambiente que han poblado sus obras) "The Brave Cowboy", publicada en 1.956, la cual Kirk Douglas, fascinado tras su lectura, decidió llevar al cine.
Y lo haría reclutando muy apropiadamente a Dalton Trumbo (uno de los de la lista negra de Hollywood), con quien ya había colaborado en "Espartaco", para escribir el guión, y al polifacético veterano David Miller para el puesto de director. La fecha de los sucesos del libro se trasladarían de los '50 a los más modernos '60, concretamente a 1.962, momento en que EE.UU. vivía una situación de insatisfacción e inseguridad provocada por la Guerra Fría, los pactos de alianza de Cuba con los soviéticos, el conflicto iniciado en Vietnam o la Caza de Brujas, situación que se refleja de algún modo u otro en "Los Valientes andan Solos".

Para más inri, en el mismo año de realización de la película, se estrenarían dos míticos "westerns" que vinieron a derribar sus cimientos: "El Hombre que Mató a Liberty Valance" y "Duelo en la Alta Sierra". El crepúsculo del sacrosanto género había comenzado, y su espíritu melancólico hace su entrada en la primera escena, un plano de apertura con el paisaje natural de desierto y montañas como protagonista que recuerda a los arranques de los films de Mann; la cámara se desliza hasta el verdadero protagonista, John Burns, que descansa sobre la arena.
Evocadoras imágenes en la más pura tradición del "western" si no fuera por un estruendo que estropea el momento: John alza la mirada y ve cómo unos reactores cruzan el cielo. Así, en unos segundos, se resume el discurso y las intenciones de la película, que seguirá las andanzas de este anacrónico cowboy en una América contemporánea cínica y desencantada, en cuyas entrañas rezuma una violencia y resentimiento corrosivos (materializados literalmente en el personaje del manco), por las heridas de la guerra y por la situación actual, una tierra de leyes injustas y fronteras imaginarias que el protagonista no tiene intención de obedecer (cruzará el paisaje cortando las vallas).

Y no la tiene pues su fe se basa en la libertad del individuo (no necesita tarjetas de identificación para saber quien es), pagando en ocasiones dicha libertad al alto precio de un crudo choque con la realidad de la sociedad, la cual le rechaza y humilla; el sueño de Burns pervive pese a no ser comprendido, de este modo "Los Valientes andan Solos" se presenta como una de las más demoledoras desmitificaciones de la historia americana. Como el tren de "El Hombre que Mató a Liberty Valance", las cuchilladas de modernidad están bien representadas en esos vehículos con los que lidia el protagonista cuando cruza la carretera a lomos de su yegua Whisky, acción que le conducirá a un final trágico (detallado en Zona Spoiler).
Tras su presentación y una excursión a la prisión donde intenta liberar en vano a su amigo Paul, la película se centra en la emocionante fuga con el agreste paisaje de fondo, el cual actua de refugio y protección contra los modernos elementos (los coches, el helicóptero, las armas...), donde John se enfrentará a los hombres del sheriff Johnson, que a regañadientes cumplirá su trabajo dando palabras al constante rechazo del protagonista, tanto físico como metafísico, por parte de la sociedad ("Parece que estemos persiguiendo a un fantasma. Un caballo invisible, un vaquero invisible...").

Así, la persecución tendrá lugar en un Oeste degenerado, privado de sus virtudes, cuyas secuencias, filmadas por Miller con nervio y un brillante manejo de la tensión y la intriga, contendrán la obsesión por una violencia inevitable, fatalidad de la historia y de EE.UU., que al final dejará una impresión de estropicio y de desastre, de una separación definitiva (la tierra soñada por John y el mundo real). Si esta violencia no deja de obsesionar al director y al guionista es porque en ella encuentran un perfecto eco que a la vez aterra y fascina.
En sus propias carnes sufrirá esta violencia el protagonista, interpretado magistralmente por Douglas, cuyo granítico rostro, siempre adornado con su clásica sonrisa, será sin embargo la expresión misma de la derrota (pocas veces un personaje en la Historia del cine ha inspirado tanta compasión y lástima como el de John W. Burns); a su sombra, un puñado de notables secundarios capitaneados por un estoico Walter Matthau, destacando Gena Rowlands, Michael Kane y George Kennedy (en un papel odioso y repulsivo). Para rematar, diálogos afilados como cuchillos por parte de Trumbo, maravillosa fotografía en blanco y negro de Philip Lathrop y gran banda sonora de Jerry Goldsmith.

Todo ello reunido en una suerte de "western" moderno, contestario, amargo, cuyas influencias (que remiten a "Conspiración de Silencio" y la nombrada "El Hombre que Mató a Liberty...") impregnarían futuras obras como "La Balada de Cable Hogue" (el hombre del título sufre el mismo final que John), "Bronco Billy", "La Jungla Humana" e incluso la primera de las correrías de Rambo (que tomó no sólo la premisa y algunos elementos sino también el nombre del protagonista y el responsable de la banda sonora).
Fue, además, la película favorita de Kirk Douglas de todas las que había interpretado.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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17 de marzo de 2020
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es curioso que quienes más énfasis ponen en las libertades individuales, son los menos proclives a permitir que los desubicados se manejen autónomamente. El guión adaptado por Dalton Trumbo, sobre la novela de Edward Abbey, nos presenta a un indomable con principios y buen corazón que respeta a los demás y pide respeto para sus escasas y factibles demandas.

Jack considera que vivir tras las rejas no es el destino que corresponde a los hombres que duermen en el campo arropados por las estrellas; y menos si son recluidos por ayudar a seres HUMANOS a quienes consideran ILEGALES, como si estos dos términos no conformaran un oxímoron de dimensiones gigantescas. Pero el poder tiene claro que las migajas irrisorias solo corresponden a quienes permanecen dentro del redil; los otros, con toda claridad, son prófugos.
Por inercia, más que por convencimiento, los defensores del orden establecido intentan frenar las conductas de quienes no opinan lo mismo de expresiones como: dignidad, esclavitud, justicia o solidaridad.

El pensamiento convertido en tinta del más ilustre de los Diez de Hollywood (Trumbo), está muy presente en esta balada cinematográfica y los valores que le llevaron a la cárcel, por no desdecirse, están latentes en la soberana interpretación de uno de sus máximos valedores y amigos, el actor protagonista de este crepuscular western de David Miller.

Más que recomendable para quienes siguen pensando que algo estamos haciendo mal al comprobar que los índices de riqueza y crecimiento van por un lado y la felicidad, la naturaleza y la amistad viajan en sentido contrario.
Sinhué
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