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Bellísima

Drama En los estudios de Cinecittà, el director Alessandro Blasetti está haciendo un casting para seleccionar a la niña que actuará en su nueva película. Entre las madres que han llevado a sus hijas está Maddalena Cecconi, una mujer de barrio que sueña con ver a su hija en el Olimpo de las grandes estrellas. Contra la voluntad de su marido, Maddalena no repara en medios para conseguir su objetivo: inscribe a María en un curso de baile y ... [+]
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Críticas 22
Críticas ordenadas por utilidad
26 de abril de 2014
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yo me imagino a Visconti o bien trágico como en La tierra tiembla o bien dramático como el gatopardo o noches blancas. Tras el título de bellisima, esperaba encontrarme una historia hiperrealista de belleza incomprendida en un mundo que se echa a perder. Pues no, me hallo con un Luchino histriónico y una Anna Magnani al servicio de una comedia ligera, ligerísima, verborreica y abundante. La trama, sencilla, vodevilesca, casi y la moraleja, pues también sencilla y tontorrona. Aun así, como siempre, nuestros italianos no pueden hacer una película sin dejarnos algún detalle de su peculiar modo de entender la vida. Aun así, el realismo aparece dibujado, esbozado en los barrios más humildes, en la figura de la niña, en el escote generoso de la protagonista y en su particular modo de criticar la fábrica de sueños. Le doy un siete, que un italiano es un italiano, aunque eso sí, zapatero a tus zapatos.
angel
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6 de junio de 2011
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la carrera del gran director italiano Luchino Visconti se pueden distinguir dos grandes etapas:
- La etapa neorrealista, aproximadamente entre 1940 y 1960. Como películas significativas se pueden citar "Obssesione", "La terra trama", "Bellísima" y Rocco y sus hermanos". En esta etapa coincidió en planteamientos y formas con Rossellini y De Sica entre otros.
- La etapa que va aproximadamente entre 1960 y el final de su carrera (1976). Cine más ambicioso, con grandes medios, pero siempre con el sello Visconti. Se pueden citar "El gatopardo", "La caida de los dioses" y "Muerte en Venecia".
Si por algo merecerá ser recordada "Bellísima" es por su protagonista Anna Magnani, actriz poderosa, intensa, sensual, pura expresividad que llena la pantalla y la película.
Visconti despliega en "Bellísima" ese cine elegante, que sería una nota de identidad durante toda su carrera. Los brillantes y amplios movimientos de cámara, los actores dirigiendose a la propia cámara, los encuadres más propicios....y un perfeccionismo formal permanente.
Ahora bien "Bellísima" no está entre las mejores películas del director. Puede considerarse un película de transición. El argumento no es en absoluto original. Una historia tratada, con diferentes variaciones, muchas veces en el cine y la novela, si bien con resultados diversos.
La madre que quiere lo mejor para su pequeña hija, quiere que triunfe en el cine y en el espectáculo. Ambiciona para su hija todo lo que ella no ha tenido. Le desea con ahinco la fama, el lujo, ese mundo de actores, actrices y maravillosos escenarios como los que ella ve en el cine de su barrio. No quiere que sea como ella, toda la vida trabajando miserablemente, sin ilusiones, sin horizontes.
Y para ello, trabaja todas las horas extras que le son posibles, ahorra, y no duda en comprar influencias.
Mientras tanto, en los castings y ensayos, la niña llora y sufre. No entiende nada, no le gusta nada, no es su mundo. Al principio, la madre no es consciente de este sufrimiento. Cuando lo ve en toda su magnitud, se derrumba. Ahora solo quiere que su hija sea féliz lejos de los focos y del mundo del cine.
Al acabar la película varias preguntas quedan en el aire. ¿No es lícito esforzarse al máximo y sufrir en aras de conseguir una ilusión?, ¿Todo el mundo debe conformarse con que sus hijos sean su mera continuidad?. ¿Donde están los límites? El triunfo o el fracaso solo son conocidos al final del proceso.
Y para acabar unos párrafos de la canción "Princesa" de Joan Manuel Serrat: Tú no princesa, tú no. Tu eres distinta. No eres como las demás chicas del barrio.....Tú no princesa tú no, tú no has nacido para pasar las fatigas que yo pasé....Tú no princesa, tú no, por Dios lo juro, tu no andarás de rodillas fregando pisos........La nena vale, la nena estudia danza moderna y declamación.
Rober
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27 de marzo de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es casual que el director que aparece en la función de Bellísima, como responsable de escoger a la niña más bella del casting se llame Blasetti. Es más, dicho director está interpretado por el que también fue director de Cine (y que aún realizaría varias películas más), Alessandro Blasetti, célebre sobre todo por sus películas de capa y espada medievales, como La Corona de Hierro (1941) o incluso por los más cinéfilos por sus films netamente fascistas como 1860 (1934).

Bellísima es el pasaporte de defunción del neorrealismo. Realizada en una cronología ciertamente tardía (1951, seis años después de Roma, Città Aperta), la película es una auténtica sátira de ciertos aspectos del cine neorrealista. Sí poníamos en evidencia que el papel de Blasetti no era una elección casual, tampoco lo es la elección de la actriz principal, la célebre Anna Magnani. Célebre (pese a que ya había realizado películas anteriormente) gracias a la primera película neorrealista de Roberto Rossellini, Roma Città Aperta,en el 1945. No deja de ser un hecho bastante poético que el neorrealismo naciera en parte con Anna Magnani y muriera metafóricamente por sus manos en Bellísima, con esa magistral secuencia final. Por cierto, resulta paradójico que Magnani aceptara el papel que le ofreció Visconti, porque este mismo había descartado a la actriz en el film de Ossesione (1942), una vez se enteró de que estaba embarazada.

Bellísima es una crítica lúcida a la locura de muchas madres por tratar a sus hijas como simples objetos en su propio beneficio. Magnani interpreta a una madre que decide remover tierra, mar y aire para poder lanzar al estrellato a su hija, pese a que esta ni quiere ser una estrella, ni tampoco goza de las mejores dotes artísticas posibles. El tono de comedia pues, es el predominante en gran parte de la película. Y gracias a este tono satírico, Luchino Visconti puede retratar a más de uno con su película. Desde la farándula italiana, con ese casting inicial (recordemos que muchas actrices italianas del neorrealismo, como la propia Silvia Mangano, eran escogidas por sus participaciones en concursos de misses y castings muy cercanos al que muestra la obra) ya la película deja bien clara las intenciones.

Y es que Bellísima puede leerse perfectamente como crítica a la parte más fría de la sociedad italiana. Magnani sólo se interesa por el estado físico de su hija y célebres son las secuencias del film en la que vemos como trata de maquillarla, y aderezarla para que presente el mejor estado posible. En realidad, en este sentido la obra no deja de ser un reflejo del mismo caso que los padres que desean que sus hijos sean futbolistas o deportistas de élites, y que cumplan los sueños que ellos nunca pudieron llegar a realizar. Además Visconti incluye el deseo de escalafón social, y también pueden verse los deseos del personaje que interpreta Anna Magnani como el deseo de avanzar dentro de la burguesía.

El film es sin duda un ataque contra el mundo del cine, y en gran parte también es una reflexión sobre los niveles a los que había llegado el neorrealismo. Por ejemplo, cuando la madre rechaza la figura de la actriz que se cuela por sorpresa en casa, lo hace porque espeta que su hija no necesita la ayuda de nadie, que en el cásting la quieren naturales, porque ahora para ser actriz no hace falta interpretar (clara referencia a muchas de las películas neorrealistas que utilizaban actores desconocidos para sus películas).

Pocas películas alcanzan la belleza del final de Bellísima. Anna Magnani observa la cara amarga del cine, puesto que durante todo el film la hemos visto creer a pies juntillas que el cine es la gran plataforma por conseguir sus sueños (observemos la secuencia en que mira embelesada la gran pantalla de cine donde proyectan un Western, y como ella misma desea participar en ese mundo que parece tan lejano de su triste realidad),hasta que observa la trágica manera en como todos los responsables del casting, incluido Blasetti, se ríen de su hija de manera descontrolada, debido a su pésima actuación. Es precisamente en estos momentos cuando el tono del film varía tremendamente de la vía cómica a la dramática. Resulta no imposible emocionarse con el llanto de Magnani.

Por otra parte, a diferencia de películas como Alemania, Año cero (1948), que pese a que estaba realizada en Alemania, se había doblado ya en Italia, Bellisima es uno de los pocos casos del momento en que el film se rueda incluyendo la sonoridad registrada en el momento de las tomas.

http://neokunst.wordpress.com/2014/03/27/luchino-visconti-bellisima/
Kyrios
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8 de abril de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por esas cosas que tiene la vida de un cinéfilo, hay películas que van quedando pendientes, agradezco haber podido apreciarla para poder entender mejor por qué el Maestro Visconti goza del respeto que se le tiene. Sus películas son como la filosofía, pueden ser vistas en cualquier momento donde veremos temas actuales, de hecho yo la veo casi a 70 años de su estreno y me estremece como esas historias que se ven a diario.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
lassie
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16 de abril de 2008
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Film italiano imprescindible, visionario ya en la década de los 50, de la realidad que nos habría de invadir medio siglo después en forma de "castings", "triunfitos" y demás parafernalia.
De esa Italia de barrio pobre, de camiseta de tirantes, de un traje para toda la vida, de perfume barato y gomina, de cuerdas y pinzas de tender la ropa a la vista de los vecinos, surge el "American way of life" en forma de estudio cinematográfico redentor. Una meca de sueños, de aspiraciones, de deseos, de abandonar la mísera realidad por unos instantes o para siempre. Y tras todo sueño que se precie, el camino de espinas: sinvergüenzas diplomados, directores sin escrúpulos y vividores arrimados a la deslumbrante pasarela del mundo del espectáculo.
Encontramos en Anna Magnani a una de las precursoras de esa especie tan en boga hoy en día de padres explotadores que arrojan a sus retoños a interminables castings para protagonizar un anuncio de un bote de tomate o uno de esos programas -inclasificable según la Convención de los Derechos de la Infancia- donde unos pequeños imitan gestos, poses y andares de una tonadillera o del macarra de turno, mientras ellos expian sus culpas y muestran sus lágrimas de emoción al respetable.
La diferencia entre ellos y la Magnani es que ella sí sabe donde están los límites en esa loca carrera al estrellato a cualquier precio, dando una lección de catadura moral y de humanidad que ya quisieran para sí los programadores de las cadenas televisivas. Un lujo de mujer, un lujo de madre y un lujo de actriz.
Goiano
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