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Buenos días

Comedia Japón, años 50. Como todos los días, los miembros de una familia se disponen a afrontar sus problemas, sueños y realidades. El padre, con los altibajos de su trabajo y las exigencias que impone la educación de los hijos. La madre, administrando los ingresos familiares y atendiendo a las múltiples complicaciones de la vida doméstica. Y los hijos obsesionados por tener televisión en casa, y uno de ellos enfrascado en sus estudios y ... [+]
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Críticas 18
Críticas ordenadas por utilidad
17 de abril de 2013
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me estoy ajaponesando a pasos de gigante; en una semana llevo dos pelis niponas! Quién me iba a decir a mí que a estas alturas de mi vida cinéfila me iba a dar por este vicio!Bueno, es tanta mi empatía con lo japonés que mi primera crítica de Yasujiro Ozu ha sido literalmente bombardeada… a negativos. Se ve que a unos cuantos fans del reputado director no debió hacerle mucha gracia. En fin, a ver si ésta les gusta un poco más y me salvan la vida.

Para mí hay una palabra que define perfectamente el cine de Ozu: sencillez. Eso es lo que a mí más me gusta de él. Sus películas no tienen apenas acción; son meros testimonios costumbristas, estampas de la sociedad nipona. Gente que habla, que ríe, que come, que se levanta y que se acuesta. Y alguno dirá: y para eso voy yo al cine? Vaya rollo! Pues mira, no resulta rollo porque encima el tío tiene un gran sentido del humor y al mismo tiempo que te vas enterando de los entresijos de la sociedad japonesa, te ríes.

En este caso Ozu se centra en la vida de una comunidad, una especie de “La que se avecina” pero a la nipona. Con su radiopatio, sus chismecillos, sus intrigas, sus dimes y diretes, sus pequeñas tragedias diarias y el complejo entramado social que todo ello implica. Y entre todas esas historietas domésticas, dos niños que deciden hacer una huelga de palabras porque su padre les dice que hablan demasiado.

Y ése es precisamente el contraste, por un lado el constante blablabla vacuo de los vecinos y por el otro el silencio cómplice de los dos hermanos, que dicho sea de paso, son dos niños comestibles, ñam ñam ñam, sobre todo el peque. Y mira que yo tengo fobia a los niños actores, que me dan un repelús de morirme, pero es que estos críos son otro mundo. Vamos, que dan hasta ganas de adoptarlos, aunque a estas alturas ya deben de andar por los 90 años o por ahí.

En definitiva, una película amable, divertida, sin pretensiones, libre de artificios, pero también cuidada y estilosa. Un pequeño gran descubrimiento que recomiendo a todos los que buscan en el cine una forma amena de adentrarse en otros mundos que, después de todo, no son tan diferentes al nuestro.
Talía666
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8 de abril de 2014
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director nipón Yasujiro Ozu (1903 – 1963), uno de los pilares del cine clásico japonés, abarcó durante su carrera el cine mudo así como el blanco y negro y el color. Con la familia como eje de su filmografía, su obra se basa en el retrato de la sociedad japonesa contemporánea, lo cual hizo creer a sus compatriotas que este cine sería difícilmente entendido fuera de sus fronteras. Es por ello que la primera retrospectiva de Ozu no se llevó a cabo en Occidente hasta finales de los 70 en el Reino Unido.

En esta ocasión, nos presenta en color unos suburbios japoneses donde sus habitantes están obligados a vivir en comunidad. Se vale de una cámara fija que no se mueve en ningún momento y de unos encuadres milimétricamente planificados, en el que cualquier objeto de decoración o movimiento de los personajes ha sido antaño ideado en la mente del director. La posición de la cámara cuando hay movimiento de personajes se sitúa en la distancia justa que en la que se ha calculado la secuencia espacio-temporal.

En clave de comedia, Buenos días, nos presenta un seguido de personajes, las mujeres que disfrutan de las habladurías y de las invenciones sobre los demás guardando en ellas reminiscencias de la crueldad japonesa de antaño (la forma de tratar a la madre cuando le dice que la debería de llevar a morir al monte de Narayama), los padres de familia anclados en el tradicionalismo cuya vida va del trabajo al bar y del bar a casa a dormir, una generación joven con una vista más amplia hacia occidente (profesor de inglés y la joven de la cual está enamorado) y por último, unos niños los cuales reclaman la llegada irremediable de la occidentalización.

En estos niños se muestra lo que es la occidentalización japonesa, que no es un cambio de culturas ni de tradiciones (aunque sí que existe cierta destradicionalización vigente), sino que el fruto de esto será la convivencia de dos mundos condenados a entenderse. ¿Para qué desean con tanto fervor una televisión? Pues ni más ni menos que para ver combates de sumo, una tradición japonesa milenaria.

Lo que observamos en esta película, no se distancia mucho de lo que podría pasar en cualquier zona rural de nuestro país, donde hay mujeres que hablan por hablar (el gusto por el noble arte de malmeter sin fundamento), hombres que trabajan y se emborrachan y nuevas generaciones exigiendo una renovación de sus formas de vida.
Quizás lo que más se aleje de nuestra cultura sea la forma de protesta, la huelga de silencio, pues no es sino una huelga a la japonesa, en la cual lo que prima es la sobreproducción, es este caso de silencio, ya que su padre les culpa de hablar demasiado.

http://cinemonogatari.blogspot.com.es/2014/04/ohayo-buenos-dias-1959.html
Lluís
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26 de octubre de 2008
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pequeña joya, que aunque no es de las más conocidas de la filmografía de Ozu, si se puede considerar como un excepcional reflejo de la sociedad nipona de la época. Narrada de una manera pausada, pero para nada aburrida, nos relata la historia de una pequeña barriada japonesa, la relación entre los vecinos, entre padres e hijos, la llegada de la tecnología y los cambios que ello supone en un país tan tradicional y un largo etc de entresijos que dotan a la película de una gran riqueza narrativa, conformando un film muy entretenido a la vez que sencillo y recomendable para toda la familia.
o0_oscar_0o
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21 de agosto de 2012
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ver una película de este director es como llamar a la puerta de cualquier familia de Japón de los años 50, entrar y observar.
A pesar de tener ya sus añitos encima, trata una temática que siempre será actual e imperecedera.
Es una película tranquila, que te relaja completamente y que consigue hacerte olvidar los problemas del día a día, pues, ¿acaso no estamos viendo los problemas de los demás? Eso de que "en todas casas cuecen habas" es muy cierto y aquí tenemos una muestra de ello.
Es un cine costumbrista, sencillo pero con unas imágenes tan poderosas que ríanse los Batmans o los Avatares.

Señores, si alguna vez desean conocer otras culturas, si quieren consumir cine antiguo y de calidad o simplemente quieren conocerse a sí mismos vean a Ozu y descubrirán como este genio ha sabido desmenuzar la sociedad y servirla en películas que quedarán en el recuerdo de tantos y tantos.

Lo mejor: es Ozu, la mejor marca para saber que nunca te falla.
Lo peor: ¿porqué es tan complicado conseguir estas películas en España?
Iván
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5 de enero de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como la de cualquiera de sus películas, la peripecia argumental de “Buenos días” se puede resumir en un santiamén: dos pequeños hermanos que viven en un barrio periférico de Tokyo, fascinados por la televisión, insisten continuamente a sus padres para que les compre un receptor; éstos se niegan, “la televisión idiotiza”, le replican sus padres. Tras una de las discusiones, el padre les manda callar, y los niños deciden hacer una huelga verbal. A su vez, una serie de “historias secundarias” cotidianas de vecindad salpican el argumento.

La película posee una especial riqueza descriptiva, la puesta en escena en general, tampoco se aparta un ápice de la de sus otros films, ni un solo movimiento de cámara y el imperturbable emplazamiento de ésta a la altura del ojo de un hombre sentado sobre el tatami, un montaje que se ciñe a una sucesión de cortes, sin la menor concesión a fundidos o encadenados. La utilización extremadamente realista de unos decorados que se repiten de forma invariable y donde los objetos son cuidados de manera casi fetichista. Una dirección de actores con la que consigue desterrar todo asomo de sobreactuación, una minuciosa banda sonora, casi siempre naturalista, en la que la música jamás invade la “acción”; una estructura circular, que nos deja en el mismo punto del que partimos, simbolizado con los calzones tendidos a secar en una cuerda.

Esta película de Yasujiro Ozu es la más ligera y colorida del cineasta japonés, uno de los máximos creadores de la Historia del cine. De forma discreta y sutil, se puede apreciar en “Buenos días” una serena pero recóndita grandeza, una perfección minuciosa aunque sumamente modesta, una respiración fluida y armoniosa, un sentido del humor lleno de sabiduría; pero que a simple vista, no parece deslumbrar, y ni siquiera llama la atención como japonesa, porque trata de un Japón modernizado y con gran influencia americana, catorce años tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. Es una versión actualizada, sonora y en color de una de las grandes películas que hizo Ozu en los años treinta, “Nací, pero…”, muda aún en 1932, mucho más original y divertida.
Antonio Morales
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