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Buenos días

Comedia Japón, años 50. Como todos los días, los miembros de una familia se disponen a afrontar sus problemas, sueños y realidades. El padre, con los altibajos de su trabajo y las exigencias que impone la educación de los hijos. La madre, administrando los ingresos familiares y atendiendo a las múltiples complicaciones de la vida doméstica. Y los hijos obsesionados por tener televisión en casa, y uno de ellos enfrascado en sus estudios y ... [+]
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Críticas 18
Críticas ordenadas por utilidad
12 de diciembre de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se alza el Sol y cada uno de los vecinos debe comenzar sus quehaceres diarios: preparar la colada, hacer el desayuno para la familia, despertar a los niños para mandarlos al colegio y otras cosas.
Y entre ellas uno no puede olvidarse de mantener las formas y de saludar con el clásico "ohayo-gozaimasu".

Había llovido desde que la primera película en color fue realizada en Japón por Keisuke Kinoshita, pero muchos realizadores tardaron en adoptar esa nueva forma de cine; a Yasujiro Ozu la oportunidad le llegó, y casi por imposición del estudio, con su mordaz y dura "Flores de Equinoccio". Entre medias de ésta y de una especie de revisión del clásico "Historia de una Hierba Errante", no dirigida para su estudio sino para Daiei, y quizás porque ya se le está reconociendo más allá de su país natal (al ganar "Cuentos de Tokyo" en algunos festivales internacionales), decide filmar una comedia.
Como punto de inspiración se recuerda "He Nacido, pero...", uno de los más memorables trabajos de su primera etapa, y "El Coro de Tokyo", cuyas historias están enfocadas (parcialmente) desde el punto de vista de los niños; así comienza "Ohayo", con Zennosuke, Kozo y los dos hermanos Minoru e Isamu dirigiéndose al colegio, niños que se divierten, como niños que son, con las mayores tonterías y que no pueden apartar la vista de la televisión, lo cual será objeto de afilada crítica por parte de Ozu y Kogo Noda. Pero la situación es distinta a la presentada en 1.932, y lo importante no es tanto más el comportamiento de los pequeños como el microcosmos en el que moran y el cual se alza a su alrededor.

Ese microcosmos es una pequeña comunidad de vecinos donde, como en cualquier otra, cada uno de sus integrantes lidia con sus propias vicisitudes, ilusiones, tragedias y rutina; allí todos se conocen muy bien y todos saben qué se cuece en cada casa por mucho que se mienta para guardar las apariencias (lo más importante, según parece): un marido sin trabajo que no deja de regresar alcohólico, un hijo demasiado suelto del vientre o una madre con la cabeza desgastada por la edad. En el exterior, también como en toda comunidad, se práctica el chismorreo, la hipocresía, la calumnia y el desprecio en sordina.
Se modela el reflejo de la sociedad japonesa en ese vecindario, una sociedad que a finales de los '50 está cambiando mucho donde se enfrentan (otra vez en el cine del director) la cara moderna y la tradicional, situándose la primera en la vivienda de esa chica joven que viste muy a la moda occidental, tiene televisión y pósters de films extranjeros ("Fugitivos", la francesa "Los Amantes"); eso sí, no se tocará el tema del matrimonio por primera vez desde "Primavera Tardía". Ozu y Noda radiografían la dificultad de la vida profesional para el hombre maduro, con marcada melancolía.

La película está así más emparentada con "Memorias de un Inquilino", donde también se disponía una comunidad de vecinos (aunque todos unidos para superar la desgracia de la guerra), o "El Sabor del Té verde con Arroz". Sí es cierto que habrá un conflicto con el padre, pero a diferencia de lo sucedido con Keiji y Ryoichi se dará por algo tan banal y estúpido como es la manía de comprar un televisor; esta pelea es también el reflejo del choque entre una generación y otra, aunque Ozu se olvida de temas demasiado trascendentales y lo enfoca todo desde un punto de vista muy lúdico, a veces absurdo (los "chistes" de flatulencias son de no creérselo).
Son criticadas la testarudez y mal comportamiento de los malcriados niños, y a la vez también se observa la forma de ser tan cínica de esos adultos que sólo se dedican a quejarse, acusar al prójimo sin saber nada y parlotear de cosas insignificantes que no llevan a ningún sitio; no se deja títere con cabeza. Mientras, un profesor de inglés sin empleo da clases en casa, y el inglés, claro, está muy presente para los pequeños (que a menudo lo hablarán), y la televisión se presenta cómo un mal difícil de extirpar en la sociedad actual, un trasto invasor que atonta, pervierte y es capaz de destrozar el seno del hogar.

Tiene a bien quejarse Ozu en boca de su álter-ego Chishu Ryu (quien no se corta a la hora de decir que se trata de un cacharro con el que la sociedad se irá a pique y todos se volverán más imbéciles), pues veinte años más tarde será precisamente la popularidad de la televisión y el vídeo los que lleven al cine a una etapa de mediocridad y baja popularidad; esta crítica es muy necesaria y comprensible, visto el film hoy día. De hecho, al contrario de cómo se desenvolvían los problemas para los hermanos de la versión original, que aceptaban y comprendían la situación del padre de una forma madura, aquí los progenitores harán por satisfacer sus caprichos y finalmente se saldrán con la suya.
Además de Ryu, quien ofrece una actuación cuando menos discreta, tenemos la presencia de grandes actores como Kuniko Miyake, Eijiro Tono, Sadako Sawamura, Haruko Sugimura (otra vez detestable) y Keiji Sada que, sin embargo, se prestan a unos personajes quizás demasiado planos teniendo en cuenta lo que el director suele ofrecer normalmente. Los niños también acaparan la atención, pero la pareja Koji Shitara y Masahiko Shimazu no resultan carismáticos como los de "He Nacido, pero...", más bien aborrecibles hasta el punto de desear haber visto al padre cogiendo la televisión en brazos y estampándosela en sus respectivas cabezas.

Resulta curioso cómo el nipón, que desde hace tiempo ha abrazado el melodrama con un sentido del humor negro y afilado, decide desviarse por un momento hacia una comedia más ligera y mundana, con sus mismos personajes de siempre, tan cotidianos y humanos, pero ubicados en situaciones mucho menos ásperas.
Sería además la primera obra de Ozu en estrenarse en EE.UU., quien vuelve pronto al drama con la superior "La Hierba Errante". Lo más destacado es el vivo color que brinda la fotografía de Yuharu Atsuta.
Chris Jiménez
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20 de junio de 2016
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Voy a decir algo muy impopular, sobre todo para aquellos fieles seguidores del cine de Yasujiro Ozu. "Buenos días" es posiblemente su película más ligera y superficial, la más leve al menos que yo haya visto. Y no he visto pocas, de otra manera no diría algo así. No creo que tenga que ver con el color, aunque sí, va a suceder que también prefiero su cine en B/N. Mi opinión tiene que ver con el tono de comedia, al cual no estoy acostumbrado a la hora de aproximarnos a la vida del japonés en ese mismo momento en el que nos abre las puertas de sus casas.

No es que sea una mala película, de otra manera en la escala de estrellitas de FA le colocaría el número consecuente. Lo que sucede es que del maestro espero siempre lo mejor, historias más profundas que duelen y que hasta el occidental más blanquito puede comprender. La radiografía de la familia (y del vecindario) en esta película es una maravilla. Todo fluye como es habitual y nos queda una estampa tal cual era en ese año 1959, perfecta en ese sentido. Pero no me convence. Ni siquiera la música me ha convencido. Todo tiene que ver con tono supongo.

Me imagino que el maestro estaba de vueltas de todo a esas alturas. Lamentablemente sólo tendría tiempo de hacer tres películas más antes de dejarnos. Una cuestión de necesidad interior, supongo que necesitaba hacer una comedia y le tocaba. Yo prefiero al otro Ozu.
Luisito
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29 de agosto de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es un buenos días de despertar, un nacer todos los días.

Los personajes de Ozu, sobre todo los niños parecen andar por el cielo, con esos horizontes desde un punto de vista bajo: plano tatami, que como ya comenté en otro post , es el punto de vista del niño*, del hombre sobre el tatami sentado en seiza, pero también es un punto de vista muy subjetivizado, muy descorporeizado. Los niños aquí quieren una tv y en su protesta enmudecen, como si fueran invisibilizándose (¿sujetos de ese plano descorporeizado?), de algún modo, llegan a ser los ratoncillos que se comen la piedra pómez según cree la madre, hasta que salen de casa y desaparecen. Y en ese desaparecer convocan pareja, reúnen al profe de Inglés y su tía que ya habíamos visto que se gustan. Cuando vuelven a casa ya hay tv (todavía en su caja) y ya hablan, ya pueden otra vez decir buenos días (ohayo).

Pero lo bonito aquí es que la tv ha llegado por el bar (primero con la conversación del padre con otro que le relativiza los efectos negativos de la tv, ya con unas copitas tomadas) a través de ese estado de conciencia levemente alterado que produce el sake y que la cultura Japonesa admite con tanta naturalidad, sin prejuicios y que en las pelis de Ozu, habitualmente ayuda a sus personajes a “ver las cosas de otro modo”, les anima a dar un paso, a tomar una decisión o a cambiar de opinión. Ese “otro modo” similar al del supersubjetivo del que hablamos antes, que como la antena de tv trae algo de lo que está en el cielo (antecedente de nuestra nube en la red) a la tierra a través de esas aguas de la pantalla de tv. El vecino sin trabajo que confunde borracho la casa de los niños con la suya, será el que les traiga la tv, como un regalo, como el oro, incienso y mirra de los reyes magos, esa fórmula alquímica para la encarnación convertida aquí en receptor de tv, como un feliz OHAYO.



* Su primera peli He nacido pero… parte también de un punto de vista infantil, de hecho Buenos días es una especie de remake de aquella.

http://buscandoelhilo.com/category/peliculas/buenos-dias/
Ignacio Collado
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23 de abril de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primera aproximación a Ozu. Y no me ha convencido del todo, aunque le reconozco el mérito de ser capaz de rodar una historia del día a día con sencillez, naturalidad y sin aburrir. La verdad es que la película se pasa volando... Pretende un relato costumbrista de la sociedad nipona de la postguerra. Pobreza, normalidad, empleo, niños... Un retrato de la normalidad de la vida. Esperaba algo más lírico de él, quizá no épico, eso se lo dejamos a Kurosawa, pero con más tono. Parece una película de la España de postguerra. No necesariamente tienen que acontecer cosas para que sea una buena película, pero es que ésta no ocurre nada. Parece el asunto del día.
No hay planos largos, grúas, extras a montones, caballos, armas o buenos y malos como las de Kurosawa. Es sencillez en los planos, en los encuadres, en el sonido, incluso en el color -muy brillante, por cierto, como si fuera un cuadro de Hooper-, y una forma de situar la cámara desde abajo, como para centrar las caras cuando los personajes están arrodillados. En esta hay pocos exteriores, si acaso una calle en mitad de la película, cuando se encuentran en los bares, y la calle en donde están situadas las casas prefabricadas.
Tengo que ver más cintas suyas para hacerme una idea de su filmografía, pero me parece un director muy prometedor.
Desde luego me gusta más esta sencillez que la complejidad artificial de Godard, por ejemplo. Bajo la aparente sencillez de sus planteamiento estético se esconde una belleza muy natural, de las de andar por casa, de las de verdad. Pero es una sencillez natural, nada forzada. Me ha gustado verla, aunque no creo que sea una película que vuelva a visitar, desde luego no muchas veces.
ÁAD
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27 de octubre de 2016
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gran filme del maestro Yasujiro Ozu. Una vez más Ozu nos muestra el magnificado realizador que fue. Es una historia llena de ternura, y reflejo de los cambios que estaban aconteciendo en Japón después de la segunda guerra mundial. Tema recurrente en la filmografía de Ozu. Historia bien narrada, y con la dirección maestra de Ozu.
Señor Cara de Papa
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