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Barrabás

Aventuras. Drama Superproducción sobre la historia bíblica de Barrabás, el criminal que fue indultado por Poncio Pilatos en lugar de Jesucristo. Su libertad significó, pues, la crucifixión del nazareno, hecho que lo atormentó durante el resto de su agitada vida, en la que antes fue preso y obligado a trabajar cómo esclavo en las minas de azufre para después convertirse en gladiador en Roma hasta por fin ser hombre libre y enfrentarse nuevamente a la muerte. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 24
Críticas ordenadas por utilidad
18 de abril de 2010
19 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recuerdo a Anthony Quinn sufrir en las minas de azufre y su lucha interna contra el cristianismo. Algo inolvidable en mi mente cinéfila. Desde aquel ayer, cuando siendo niño, pude ver esta película, que se convirtió en una de mis favoritas en aquel entonces.
Cierta influencia hubo por parte de mi padre, a quien también le gustaba mucho esta filme. Y cada que llegaba la semana santa, era de vista obligada en la casa.
Anthony Quinn, “cara de perro” fue un actor burdo, que cargó con la cruz de Barrabás cuando este fue liberado a cambio del nazareno. ¡Liberen a Barrabás! Gritaban los fariseos. Una actuación inolvidable, en un final que consternó al mundo cristiano.
RAMON ROCEL
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4 de junio de 2009
17 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pär Lagerkvist logró en la mayoría de sus textos, dejarnos un sentimiento de fe, no en términos religiosos precisamente, sí, en lo que respecta al hombre y su porvenir.
El camino que debíamos recorrer era inevitablemente el sufrimiento, ya sea el de ser Piccolino, el enano o el verdugo, y reconocer nuestra existencia en ellos. En Barrabás la incertidumbre es llevada a la tumba.
La intuición de la existencia de Dios es un constante sufrimiento y es vivido en carne propia por quien lleva la carga de la muerte de Jesús. Esa inconstancia se encuadra en el interior de Barrabás al ensayar su debilidad eminentemente humana frente al rostro de Dios (sufre por no entender sus premisas) y, sin embargo, preponderar su suerte o la caprichosa elección de alguien divino al dejarlo vivir: "te has llevado mi vida", dice.
Es en medio de esta indecisión que por fin elige y convencido, obra en nombre de Dios, en nombre de su mundanidad: ser cristiano. En sus ojos brilla la destrucción para la creación: ha entendido la palabra de Dios ¡literalmente! No es sólo Nerón quien engulle la ciudad en llamas, es también Dios, es el Dios de Barrabás, el hombre paria, nacido de una puta que antes de parirlo lo maldijo. Barrabás cree; y parece un niño jugando con fósforos, porque no es la fe lo que lo conduce, es el placer por la destrucción lo que lleva a unirlo a la “función”, como podría denominar Nerón al incendio (mientras tocaba una flauta decía, que hermoso el canto que me acompaña, esto al referirse al grito de los cuerpos en llamas). Barrabás nunca cambió, sólo mutó su condición geográfico y al contrario de lo que creía el verdadero mártir de la película, Sahek, su vida no tenía un propósito más que el de sacrificar absurdamente a la gente que ni siquiera lo distinguía más allá de su condición de intercambiado, aquellos que habían entendido la metáfora en las prédicas, los que fueron señalados como creadores del incendio.
La conversación en la mazmorra con los cristianos perturba en cuanto demuestra la ignorancia de Barrabás respecto a la fe y además, remueve el sentimiento de culpabilidad por cuanto es él quien en última decisión (con lienzo en mano) se admite como cristiano y propone un “nuevo mundo” a vista y paciencia de los romanos que además, estaban en busca de un culpable y que mejor que englobar su locura en la religión que iba en contra de los principios del Estado.
Él responde a un estímulo, es decir el incendio, y lo relaciona con la venida del Mesías y la consiguiente separación entre pecadores y salvados y es frente al miedo que decide “no volver a fallarle a Dios”. Ante ese indicio evidente de destrucción apocalíptica, prefiere ser el salvado.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Palmer
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6 de febrero de 2009
23 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
En mi particular universo cinéfilo el término medio no existe. La mediocridad, la vulgaridad, la futilidad... no tienen cabida en él. El cine, como cualquier otro medio de expresión artística, es bueno o malo. Magistral o nefasto. Perfecto o imperfecto. Evaluarlo de cualquier otro modo denota -invariablemente- inseguridad emocional, debilidad mental y decrepitud moral.

La mayoría de usuarios de FA padecen dichos síntomas.

Barrabás, no.

Abrid bien los ojos. Leed atentamente todo cuanto me digne a publicar. Tal vez haciéndolo vuestro raquítico intelecto consiga abrigar un atisbo de esperanza. Aunque no lo creo. La plebe es estúpida.

No quiero lamentos. Limitaos a leer y fusiladme después si preferís seguir nadando en ese océano de estulticia que rodea vuestra triste existencia.

“Barrabás” no es una superproducción más. La peli de Fleischer es, inequívocamente, la obra cumbre del género épico. Olvidaos de “Ben-Hur”, “Espartaco”, “Cleopatra” o “La Historia más grande jamás contada”. “Barrabás” es la ÚNICA historia más grande jamás contada. La historia de un hombre al que el pueblo indultó en perjuicio de Jesucristo y que, en consecuencia, tuvo que cargar sobre sus robustas espaldas el escarnio y la infamia de la cristiandad entera. Algo que solo un superhombre, una fuerza de la naturaleza, sería capaz de soportar.

El escogido para interpretar tan codiciado papel fue Anthony Quinn. Su abyecto perfil encajaba bastante bien con la siniestra personalidad del protagonista, pero no lo suficiente. Barrabás debería haber sido caracterizado por Jack Palance, el mejor villano del séptimo arte. Curiosamente, Palance fue requerido para asumir el personaje de Torvald, el jefe de los gladiadores. Un ser fascinantemente diabólico que protagonizó junto a Quinn una de las secuencias de lucha circense más extraordinarias de la historia del cine.

Se acabó la chirigota. Levantad el culo de vuestro asiento y pillaos el DVD de la peli. Vedla, cascadle un 10 y no intentéis crucificarme. Ya sabéis como acabó la historia, cretinos.

Fdo. :

Barrabás, vuestra pesadilla.
Barrabás
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30 de marzo de 2013
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Drama religioso bastante conocido por la premisa de su personaje bíblico; Barrabás es mencionado en el Nuevo Testamento como ladrón que, a petición del pueblo judío, fue indultado por el contrario de Jesús de Nazaret en una condena a muerte imputada con la crucifixión. Partiendo de la novela del ganador del Premio Nobel de Literatura en 1951, el escritor sueco Pär Lagerkvist, Richard Fleischer (Cuando el Destino nos Alcance) se puso detrás de las cámaras para ambientar esta ficción épica en que destaca el personaje que interpreta Anthony Quinn; el orgulloso, egoísta y despreocupado Barrabás que se sale con la suya sin tener en cuenta unos remordimientos o sentimientos de culpa después de haber sido liberado por voluntad de un pueblo cegado por la ira anticristiana.

Durante un largo periodo de tiempo casi cuatro décadas con el pesar de haber sido indultado en lugar aquel hijo de carpintero humilde y castigado a latigazo y espina, Barrabás a parte de ser testigo de persecuciones, vuelve a robar, es enviado como prisionero a hacer trabajos forzados lejos de Jerusalem y es adiestrado en una escuela de gladiadores donde conoce a dos cristianos, el antiguo centurión Sahak (Vittorio Gasman) y Lucio (Ernest Borgnine). Roma parece una ciudad prometedora pero también llena de peligros, aún creyendo que si testarudez y egoísmo le mantendrán al margen.

Por ser una película religiosa su tratamiento es más serio de lo que productos de la época ofrecían como simples y coloridas estampas custodiadas por un gran sentido del espectáculo que, en el film de Fleischer, su labor de superproducción es intachable pero no prevalece como elemento característico, dando más importancia a la dramaturgia de sus personajes.
Natxo Borràs
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25 de junio de 2021
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recordaré siempre esta película por la memorable actuación de Anthony Quinn, interpretando a un personaje que pareciese estar hecho para él; y por aquella fabulosa confrontación entre él y Jack Palance tanto en la arena como en la pantalla. Oh aquellos desafíos con una simple mirada, entre aquellos dos rostros duros e impenetrables.

Por otro lado la novela de Pär Lagerkvist fue muy bien conducida por el sólido artesano y excelente realizador, Richard Fleischer. En un insólito trabajo para la productora de Dino de Laurentiis, que tantísimas producciones y superproducciones del cine de romanos produjo en los años cincuenta y sesenta. Pero olvídense de ellas, ésta fue otra cosa; ésta fue una cinta con un gran cuerpo, con una estética distinta, con un acento diferente, con una intromisión en el alma humana que difícilmente hallaran en aquel género que antes mencioné.

A mi modo de ver, la mejor aportación italiana a la película reside en la buena banda sonora compuesta por Mario Nascimbene, el que ya había colaborado con Fleischer en “Los vikingos” (1958) con un excelente resultado.

Su largo metraje de más de dos horas en ningún momento se hace repetitivo. Demostrando, una vez más, que cuando hay talento se acortan los minutos. Una película que siempre recomendaré verla. Además no es el típico relato de aquel cine histórico que recreaba los primeros años del cristianismo en la antigua Roma.
Plácido Eldel Motocarro
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