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Timbuktu

Drama Año 2012, la ciudad maliense de Tombuctú ha caído en manos de extremistas religiosos. Kidane vive tranquilamente en las dunas con su esposa Satima, su hija Toya e Issam, un niño pastor de 12 años. Pero en la ciudad los habitantes padecen el régimen de terror impuesto por los yihadistas: prohibido escuchar música, reír, fumar e incluso jugar al fútbol. Las mujeres se han convertido en sombras que intentan resistir con dignidad. Cada día, ... [+]
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Críticas 50
Críticas ordenadas por utilidad
17 de abril de 2017
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La película parte de un suceso real, acontecido en Mali, para abordar a través de él uno de los grandes conflictos geopolíticos en el mundo de hoy. En 2012, una pareja fue lapidada a manos de los islamistas en Aguelhok, al norte del país, por no estar casados. Ello constituía un grave delito contra la ley religiosa. A partir de esta historia, Sissako reproduce la vida diaria en un pueblo cercano a la ciudad santa de Tombuctú, gobernada de forma estricta según la sharía.

Timbuktu tiene la rara cualidad de hacer sencillo lo esencial y supremo, de hacer simple lo complejo. Puede recordar al neorrealismo italiano, e incluso cierto cine equivalente español, pues es emocionante en su simplicidad. Y es emocionante, sobre todo porque como ahora diré, la película refleja a las claras cómo la muerte la dicta la religión, algo espeluznante.

Película mauritana, coproducida por Mauritania-Francia; Armada Films / Les Films du Worso / Dune Vision. Una obra dirigida con maestría singular por un multipremiado Abderrahmane Sissako, quien junto a Kessen Tall escribió también el guión del film, un guión de excelencia, muy bien trabado y lleno de dramatismo y dolor, en clase cuasi documental. Una maravillosa música de Amin Bouhafa con una emotiva canción, “Timbuctú Fasso” de Fatoumata Diawara y Amine Bouhafa. Preciosa fotografía de Sofian El Fani.

En el reparto destacan Abel Jafri, Hichem Yacoubi, Kettly Noël y Pino Desperado, y junto a ellos actores secundarios como Ibrahim Ahmed, Layla Walet Mohamed, Mehdi A.G. Mohamed, Fatoumata Diawara, Adel Mahmoud Cherif, Salem Dendou, Mamby Kamissoko, Yoro Diakité, Cheik A.G. Emakni, Zikra Oualet Moussa y Weli Cleib. Todos en su sitio y en plena conjunción, a pesar de que más de uno son amateur.

Este film no está contado por la propaganda occidental, sino que está dirigido por el mauritano Abderrahmane Sissako, que sabe de lo que habla. Y es que esta película con mayúsculas habla de una humillación cotidiana, tal es la imposición de normas y principios de corte kafkiano en el nombre de Dios, como que las mujeres usen guantes y calcetines, la cara totalmente tapada, la prohibición de fumar, cantar, hacer deporte, escuchar música, etc.; en fin, asuntos que cualquiera de nosotros juzgaríamos bárbaros y brutales.

Sissako es una especie de “embajador de la realidad”, que analiza con verismo lo que aconteció en Tombuctú y alrededores, y que puede hablar con un gran poder de observación y un realismo doloroso de lo que allí ocurrió. Pero también utiliza la elipsis de manera inteligente, sobre todo cuando relata determinadas salvajadas, de entre este listado de ignominias impuestas. Ocurre esto cuando ha de desentrañar la realidad dramática de una familia de tuaregs condenados a muerte, lo cual que acepta la víctima, desde una especie de determinismo oriental que elude los gestos enfáticos, ni la protesta, ni el alegato en su defensa. Dramático, realmente.
Kikivall
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2 de diciembre de 2018
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Los radicales islámicos llegan a la ciudad que fue imperio de libros y universidades, para imponer su nuevo orden. Entre sus construcciones de adobe, Sissako no se detiene en el drama profundo y sutil que causa su llegada, sino que explota las contradicciones, jugando con el humor negro de todo lo absurdo por extremo, sumado a algunas bellísimas metaforas que son canto de resistencia, vida y emoción entre tanta prohibición, como aquel partido de futbol (deporte prohibido) sin pelota.
Los radicales lo amenazarán todo y a todos, incluso ese vastísimo pasado que muestra un Islam rico y tremendamente humano que ridiculiza aún más que la misma película de Sissako, sus sinsentidos. Como Hammer en la novela "Los contrabandistas de libros" Tombuctu se hace presente delante de nuestros ojos que sienten el clima torrido de la arena sobre los velos negros obligados. La película, pese a mostrar las hondas consecuencias en la población, parece quedarse en una visión más liviana, evidente pero sin eco, incapaz de profundizar sino con ese tono irónico y irreverente, que sin lugar a dudas es uno de los grandes baluartes de la película. Pero quizá por ello, ese drama intimo y familiar, no llega a fundirse con el resto de la película, ambos se entrelazan, pero no suman.
Hasta que sucede el final y el pobre animalito corre, ella corre, él corre, aquel corre y se produce la confluencia, la sutileza y la elevación.

Timbuktu guarda más de lo que aparenta esconder; por su frontalidad total, sin esa trasmisión velada y traslúcida que como puzzles va construyendo las películas, sin querer esconderse ni matizarse desde un inicio, la hace parecer menos compleja; indudablemente buena, pero como si solo fuera aquello que muestra. Cuando las mejores peliculas son aquellas en la que lo que se revela es solo una parte de todo aquello que contiene y en ese abismo se da el absoluto.
sbarres
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13 de febrero de 2021
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En 1978 Edward Said publicaba "Orientalismo", obra clave para comprender el pensamiento homónimo nacido en el siglo XVIII a raíz de las ideas colonialistas y lectura obligada si se quiere profundizar en los mecanismos implementados por los imperios occidentales para simplificar una realidad, aquella que se refiere al mundo árabe, infinitamente más compleja y heterogénea de lo que pueda parecer a ojos del espectador foráneo no instruido. El teórico palestino denunciaba en su trabajo cómo los prejuicios y la mirada paternalista de las sociedades occidentales han imposibilitado desde tiempos del colonialismo la difícil tarea de comprender la cultura, historia e idiosincrasia del pueblo musulmán.

Todavía hoy, esa falta de empatía histórica (o ese ufano y miserable desprecio por el conocimiento, llamémoslo como queramos) continúa manifestándose en la visión que la mayoría de los occidentales tenemos sobre lo que sucede en Oriente Medio. Tendemos a observar ese universo como un todo e incurrimos con frecuencia en el error de imaginar países como Siria, Líbano o Irán dominados por unos sistemas políticos y religiosos unificados. Es ese imaginario el que nos conduce a obviar el carácter multiconfesional que define a muchos de esos pueblos y es precisamente ese planteamiento el que condiciona al ciudadano europeo o norteamericano para identificar conceptos tan peligrosos como el del yihadismo con la totalidad o una gran mayoría del mundo árabe.

"Timbuktu" (2014), película mauritana dirigida por Abderrahmane Sissako, intenta con éxito romper esa barrera cultural y ofrece un magnífico ejemplo de cine social, no exento de connotaciones políticas, que conecta de forma directa con lo que está sucediendo actualmente en el avispero en que se ha convertido Oriente Próximo. La premisa argumental es sencilla. La llegada de un grupo de islamistas radicales a la ciudad maliense de Timbuktu (la acción se sitúa en África, continente que está heredando las mismas perversiones que se perpetran en la península arábiga debido a formaciones como Boko Haram y el propio ISIS) obliga a la población local a someterse a las totalitarias reglas de conducta que establece la sharia.

Los lugareños, que han vivido hasta ese momento su fe en Alá de forma pacífica y sin injerencias, observarán impotentes cómo una interpretación reaccionaria de un mismo credo puede aniquilar rápidamente una cultura autóctona, la suya, no tan alejada de las costumbres occidentales. Fumar, escuchar música e incluso jugar al fútbol se convierten así en actividades vetadas. Sissako retrata con nobleza los esfuerzos de la población por mantener vivas esas rutinas y en ese hilo narrativo encuentra el pretexto perfecto para fabricar una serie de imágenes y situaciones imbuidas de una belleza tan fascinante, tan paradigmática como real, que acaba coqueteando con la poesía. Niños que juegan al fútbol sin balón, mujeres que entonan una melodía mientras reciben como castigo cuarenta latigazos, una tendera que prefiere ver sus manos amputadas antes que ceder a la imposición de vestir guantes, cualquier secuencia es buena para plasmar en la pantalla la perfecta metáfora de la dignidad. Pocas películas hasta la fecha han sabido como Timbuktu representar la amenaza que el yihadismo supone no ya para la sociedad occidental, sino para la propia supervivencia de la cultura de sus compatriotas.

La fe y las creencias como algo indefectiblemente interior, el orgullo frente a la opresión como única vía para preservar la libertad, la tolerancia como un valor intrínsecamente humano y no cultural... Muchas son las moralejas de la cinta e infinitos los abanicos de debate que en ella se sugieren. Sin embargo, pocas horas después de verla yo continúo dándole vueltas a la misma idea. Edward Said lo tenía claro. El orientalismo existe, es aceptado por muchos, pero no es válido como pensamiento. Es en el humanismo donde debemos centrar nuestra mirada.
Tú a Móstoles y yo a Calamocha
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30 de junio de 2023
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Película franco-mauritana dirigida por Abderrahman Sissako que fue nominada a los Premios de la Academia en 2014 como mejor película de habla extranjera. Precisamente, 2 años antes se instalaba la Yihad Islámica en el Sahel, por lo que por encima de todo destaco y aplaudo la valentía de realizar una película crítica con el emergente (en ese momento) extremismo religioso en la zona.

Retrata la vida de los malienses en el momento que empiezan las restricciones y limitaciones impuestas por los fanáticos del islamismo.

Sin duda, la fortaleza visual de la película es una de sus aspectos a destacar. Tanto los paisajes, los encuadres, la simetría de los planos... en general tiene una cinematografía excelente.

También se hacen notar las actuaciones no profesionales. Es cierto que Sissako busca dotar de realismo y autenticidad las distintas tramas y subtramas, pero, a mi parecer, se excede en amateurismo y le resta veracidad al conjunto.

Y esa es mi crítica principal: cómo tratándose de un tema tan potente y tan valiente de retratar, el producto se queda desangelado debido a las interpretaciones, así como por unas subtramas, en mi opinión, desiguales en profundidad y un tanto excesivas, no por la dureza, sino en cantidad. Entiendo que tratan de mostrarnos con muchos ejemplos el impacto en la cotidianidad del extremismo religioso, pero al final acaban pareciendo un collage desigual alrededor de la trama principal.

Antes de acabar, quiero destacar la escena del partido de fútbol sin la pelota. Me ha parecido una coreografía magnífica.
Alberto M Laguía
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30 de mayo de 2015
2 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
No cuenta nada que no sepamos ya. No tiene chispa, no engancha en ningún momento, no tiene ni siquiera argumento, no cuenta nada en concreto, es como que te va mostrando escenas de un día normal en un pueblo "gobernado" por la yihad... Pero no tiene ninguna historia, ningún principio, desarrollo o final. Y encima es pesada, aburrida y lenta como ella sóla, porque en apenas ningún momento de la película tiene banda sonora. Se desarrolla toda prácticamente en silencio, con apenas unos pocos diálogos... Es la peor película que he visto en mi vida. Debería haber exigido que me devolvieran el dinero con intereses por daños morales al salir del cine.
Melissa Cangrejos
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