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Los buenos mueren jóvenes

Drama. Thriller. Cine negro Inquietante historia criminal sobre cuatro malhechores que deciden robar un coche correo que transporta una gran suma de dinero. (FILMAFFINITY)
Críticas 5
Críticas ordenadas por utilidad
15 de julio de 2017
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tres pringados, en el momento más pringado de sus vidas, coinciden con un hijo de papá necesitado de dinero que les anima a cometer un atraco. Mientras llega la hora de la verdad, diversos flashbacks nos ayudan a conocer mejor a los personajes.
Lewis Gilbert fue un probo artesano con momentos de autoría. Dirigió tres títulos de la saga Bond, la mítica Alfie, ¡Hundid el Bismarck!, Motín en el Defiant y otros títulos que dieron en la diana comercial, hasta que, como tantos otros, se hundió en abismos de mediocridad inmerecidos. Gilbert se había bregado en ese cine británico de los años 50 que oculta más perlas de las que supone el espectador normal. Los buenos mueren jóvenes es una excelente muestra de ello. En la mejor tradición del noir inglés, con una fotografía preciosa de Jack Asher en B&N, una adecuada banda sonora jazzy del gran Georges Auric, y un reparto cuajado de estrellas, tanto estadounidenses como del reino Unido, nos habla de la miseria moral que conduce a la desesperación, de las elecciones erróneas que desvían del camino correcto y, en definitiva, de la condición humana: un sargento del ejército a quien su mujer engaña con asiduidad (Gloria Grahame, qué delicia de señora); un veterano que intenta rescatar a su esposa (Joan Collins cuando era pequeñita) de las garras de su posesiva madre; un boxeador al que han amputado una mano; y el niño rico que dilapida su fortuna, la de su esposa (Margaret Leighton, futura señora de Harvey), e incluso trata de hacer lo propio, sin éxito, con la de su padre. Éste es el material humana que se confabula para una misión imposible, cuyo desenlace constituye una de las escenas más brillantes del cine negro británico. He hablado de las señoras por aquello de las debilidades que le aquejan a uno, pero el elenco masculino está en su punto adecuado, con tal vez la mejor interpretación de la carrera de Laurence Harvey, cuyo personaje prefigura el que bordará en Un lugar en la cumbre, la cinta que le convirtió en una estrella de alcance mundial. Os animo a buscar esta pequeña joya, no ha mucho publicada en DVD.
Eduardo
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18 de noviembre de 2016
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Amargo y duro film sobre el destino de los débiles. Fotografía cerrada y oscura que remarca la imposibilidad de los presonajes de superar las situaciones. Quizá sea observar la vida a través de una copa la que haga decidirnos por la opciones más descabelladas aun sabiendo a ciencia cierta que nos conducirán al fracaso (desde este punto de vista la preparación del golpe y su ejecución es impropia de las pretensiones del mismo aun a costa de su relativo éxito) o quizá sea que esa misma copa nos aporte la valentía (impostada) para buscar un último refugio a nuestra disgnidad. Tres hombres en busca de reivindicarse ante unas parejas a las que de una u otra forma hace tiempo que han dejado de importar o ante las que se sienten deudores de su fracaso. Y así conocedores del probable final se dejan llevar, (sin mucha convicción o aceptando y asumiendo su fatalidad) por cantos de sirena de un embaucador, que reconoce al instante la marca de la derrota y la posibilidad de su sacrificio( en realidad el aún es mas perdedor que ellos pues se presenta como triunfador, del que un guión preciso nos muestra una realidad miserable y contrapuesta a su apariencia).
Buena muestra de noir europeo con trazo negrísimo donde se describen unas relaciones afectivas marcadas por la falta de cariño, la rutina, el interés económico y el egoismo y donde en su ignorancia se opta por el dinero como la única forma de modificar la situación. Fracaso absoluto y previsible.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
savira
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4 de febrero de 2023
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...y ellos se juntaron. Cuatro hombres, sentados en un Jaguar Mark VII en mitad de una calle de Chelsea teñida del negro de una noche húmeda que hiela los huesos.
Cuatro desgraciados planeando un lucrativo viaje al Cielo sin saber que terminarán yéndose al Infierno...

Otra perla con sabor a Wellington beef llegada de los lejanos '50, cuando el cine de criminales estaba en su máximo verdor, tanto a un lado del charco como al otro. De nuevo una novela es el gérmen de esta obra auspiciada por los inteligentes y ambiciosos James y John Woolf (quienes poco antes habían iniciado su larga producción cinematográfica a través de Romulus/Remus Films), novela del veterano y muy versátil guionista Richard MacAulay (revelándose un infame de mucho cuidado al ser uno de esos de Hollywood que condenaron a otros colegas por supuestas sospechas de comunismo...).
"The Good Die Young" es publicada en 1.953 cuando éste ya había dejado de escribir para el cine y trabajaba en el seno de la televisión; entonces los hermanos preparan uno de sus típicos proyectos donde reúnen a estrellas norteamericanas con populares rostros británicos, apuntando al éxito comercial. Ello le es ofrecido al eficaz artesano Lewis Gilbert (a quien aún le quedaban muchos años para acercarse al universo Bond), optando por un cambio tan vital como el lugar donde se desarrolla la acción, de Los Angeles de la novela a Londres. De hecho el comienzo, bajo la voz de un narrador que con hosquedad vaticina un desastre, ya da pie a esa sensación de ahogo que estará presente hasta el final.

Esas palabras provienen exactamente de las líneas escritas por MacAulay, y en la tradición más clásica del género la historia se nos contará en "flashback". El narrador anónimo pasa a desgranar entonces, muy poco a poco, las vidas de los tipejos que están a punto de atracar un camión de una oficina de correos (un banco, originalmente), siendo así el melodrama y no el suspense ni la acción por lo que se distinguirá el film: Ed, Joe y Mike. El primero, un débil casado con una zorra desagradable dedicada al cine; el segundo, que deja su empleo para arrancar a su mujer de las uñas de su posesiva madre; el tercero vive más mal que bien encajando puñetazos en el ring.
Todos tienen en común su servicio en el ejército y cómo el mundo en el que MacAulay y Lewis los enclaustra parece rechazarlos sin medias tintas, una Londres de posguerra que habita esa generación hecha añicos por la 2.ª Guerra Mundial y la de Corea. El aire pesa en los pulmones como en las negras fábulas de McGivern y el director se sirve bien de la fotografía en metálico blanco y negro y la bella puesta en escena para modelar un entorno de niebla constante, noche perpetua y tensión que parece tener a todos siempre de mala uva y con la autoestima por los suelos.

Como en otros relatos sobre delincuentes, los protagonistas jamás han cometido fechorías, es la mala suerte lo que les conduce a planear el crimen, esbozando un retrato humano deprimente, que siempre nos pone de su parte (ejemplificado en la imagen del galés Stanley Baker, cuando frente al espejo y sin la mano que se partió peleando clama a gritos su desgracia). Dicha suerte, en esta ocasión, depende de las mujeres exclusivamente, todas fatales, pero dos no querían serlo (Eve y Angela), cuando las otras se regocijan en ello (la suegra de Joe y Denise); sus acciones, bien despiadadas, bien accidentales, son culpables de empujar a los hombres a la desesperación.
Sin embargo la mayoría de estos personajes son objeto de manipulación recíproca, reforzando esa atmósfera de opresión: mientras la pobre Mary sufre bajo el victimismo cínico de su madre, Ed es incapaz de salir del vampírico hechizo de Denise y Angela de las amenazas de su propio hermano, criminal de poca monta. ¿Y ese cuarto en discordia? Laurence Harvey en la piel de Miles exhibe la cara más sucia, sórdida y cruel de la condición humana; un bala perdida de familia rica que ejerce el arte del engaño y la amenaza, primero en su temeroso padre, luego en su esposa Eve.

Presencia femenina poderosa la de Margaret Leighton que se suma a las de Rene Ray, la veterana actriz de teatro Freda Jackson y una perfecta Gloria Grahame de furcia con el corazón gélido; la Mary de Joan Collins no posee ninguna fuerza que la haga recordar. Es admirable la habilidad sibilina de Miles para embaucar a su mujer Eve, de más edad y con más dinero que él...y sin adivinarlo es la responsable de unirle a los demás protagonistas; su intromisión en ese pub de barrio que Mike, Ed y Joe han convertido en su refugio de paz y consolación se tornará en castillo gótico donde el monstruo selecciona a sus próximas víctimas.
Hay algo de vampírico tanto en los ojos siempre escrutadores de Miles como en la sonrisa escurridiza y medio torcida de Denise. Al entrar al pub donde los otros beben se sabe que la fatalidad está servida y sin vuelta atrás. Lo restante, volviendo al inicio, tiene que ver con la forma de Gilbert de crear el entorno adecuado; pareciera la Londres de Jack, "the Ripper", con sus callejuelas en penumbra, la niebla que no se va nunca y un cementerio trasero anunciando muchas cosas. Suspense gótico. Las escenas climáticas, con sus buenas dosis de acción cruda, son de una insoportable dureza debido a la maldad de Miles y el modo en que la tragedia se abalanza sobre los personajes, sin tregua, sin instantes épicos.

Los personajes de los también brillantes John Ireland y Richard Basehart tampoco la tendrán.
Un retrato de pérdida en el sentido más triste de la palabra, fábula de cine negro que hace honor al género al que pertenece, y un grupo suicida que no tiene nada que envidiar a otros más conocidos del mismo...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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2 de mayo de 2023
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Interesante. Bien dirigida, intensa, con un buen guión, actores muy bien elegidos... Cine negro en estado puro. Solo puede ponérsele un pero, a mi juicio. Que el atraco dure tan poco tiempo. Emplea demasiado recorrido en explicar quiénes son los personajes, uno por uno de los cuatro, con detalles de sus vidas, de sus circunstancias y, sin embargo, el atraco lo ventila en cinco minutos. No sé si es porque la película está cortada para adecuarla a los estándares de 100 minutos típicos... puede ser.
En todo caso es una buena película.
ÁAD
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6 de mayo de 2017
0 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo que sobre el papel parecía brillante se convierte en mediocridad a su paso al celuloide. Pese a un verdaderamente brillante elenco, en el que se reúnen estrellas del otro lado del océano, la entonces estrella del cine negro americano Gloria Grahame y buenos actores como Basehart e Ireland ,secundada por parte británica por un muy desaprovechado aunque siempre poderoso Stanley Baker ;este intento de cine negro británico a los modos estadounidenses naufraga en casi todos sus apartados. Poco ayuda un desastrado guión , una deslabazada dirección y un desequilibrio tanto interpretativo como argumental presente durante todo el desarrollo de la película. Únicamente el final de la película anima un poco el conjunto, además de la elegancia natural de Harvey y la extraordinaria belleza de Joan Collins.
La obvia conclusión es que el cine británico de la época tenía mucho más que ofrecer que este trasunto de género, y siendo fiel a su estilo, historia y características que regaló tantas obras formidables al séptimo arte.
edug
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