Un pedazo de mi corazón

Malin Akerman regresa a su país para realizar este musical y alejándose de los papeles que la han hecho famosa en Estados Unidos.
Esta película busca descaradamente entroncar con el estilo impuesto por "Mamma Mia", pero quedándose unos cuantos peldaños por debajo.
Las canciones están cantadas en sueco, queriendo demostrar que es su idioma y que se sienten orgullosos de ello y que no necesitan venderse al inglés (cosa que no hacen en Eurovisión)
La historia en sí está bastante vista, aunque tiene algún rato gracioso, pero que queda roto por algún número musical, que no aporta nada y que provoca que se nos haga tedioso.
En resumidas cuentas: interpretaciones correctas, canciones muy pop (aunque sin chispa) y oómo he comentado anteriormente, muy nórdica.

Como no son demasiadas las películas suecas que llegan a nuestros ojos, la curiosidad nos lleva a ver “Un pedazo de mi corazón”, que, liderada por Malin Akerman como cara más conocida, cumple las expectativas de aquellos que no las pongan muy altas.

La película tiene un argumento muy manido que suele dar buenos réditos a poco que se cumpla con sus normas más básicas: la protagonista se fue de su pueblo para triunfar en la gran ciudad y vuelve, casualmente, cuando su novio de la juventud se va a casar con una de sus amigas. A partir de ahí, algún que otro malentendido, un par de historias alrededor para que la trama principal descanse un poco, y el desarrollo del personaje de Akerman, que descubre sus verdaderos sentimientos según se rebelan los secretos del pasado.

Aunque por todo esto está claro que la comedia romántica está asegurada, la película añade un buen puñado de números musicales a la trama, convirtiéndola en un musical. Canciones pop con melodías muy pegadizas aunque bastante impersonales aderezan las situaciones y le dan un aire diferente a otras películas del género.

“Un pedazo de mi corazón” es un simple entretenimiento, quizás pasado de duración, al que le falta peso en los personajes, pero que tiene la virtud de no dejar que las canciones sean aburridas y mantener la gracia hasta el final aunque el espectador sepa en todo momento lo que va a pasar a continuación.