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Estados Unidos Estados Unidos · Yoknapatawpha
Críticas de Jewel
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
2
4 de enero de 2014
74 de 104 usuarios han encontrado esta crítica útil
Salgo de ver Nymphomaniac (1), y barrunto que algo así debe de ser la pregunta que asalta a Larsvon por las noches. Esa cosa del "goce femenino", ese misterio eterno, ese abismo primordial... Ese Gran Interrogante que sigue ahí porque todavía pervive un mandato aún más ancestral y más enquistado: el que exige al hombre que "sepa" cómo satisfacer a La Mujer, siempre y de antemano. Preguntarle a ellas, en minúscula y plural, es síntoma de poca virilidad; el hombre es y ha de ser la llave de su placer. Y así nacen los mitos y los terrores ante lo ignoto, la hidra de mil cabezas que parecen las entrepiernas y los deseos femeninos para algunas mentes. Este pavor y esta imaginería tenebrosa se extiende, como no puede ser de otra manera, al sexo, que se yergue como algo amenazante. Pero, por otro lado, nunca pueden aspirar a ser más que eso, mitos, cuentos y monstruos, siempre irreales y un poco infantiles, engendrados por el desconocimiento asustado de quien no pregunta, sino que ya "sabe" y debe saber.

Y yo creo que Larsvon no preguntó. A mi modo de ver sólo esto, sigo barruntando, explica la planicie, el cliché y la repetición tediosa, superficial y estéril de Nymphomaniac (1). Y escribo esto sólo para darle un par de vueltas a lo que no hay dentro de la psique de la ninfómana Joe y el judío Feliz. Todo lo demás ya lo ha dicho (y muy bien dicho) Servadac. El desierto.

Años ha, Trier nos regalaba a una mujer de mediana edad que, tras unas semanas haciendo el idiota, ganaba el poder de volver a su casa para, tarta en boca, cuestionar y enfrentar las coerciones de su casa. Esta evolución le es negada a la (mal) llamada ninfómana que nos ocupa. Da igual cuánto haya fornicado, cuántas experiencias haya tenido o con quién haya topado: ya ha cumplido 50, y de la vida no ha sido capaz de extraer nada más que "soy una mala persona". No ha aprendido nada del sexo, de la soledad, del llanto, de los amantes... Nada. Vivir toda su vida fuera de la moral establecida, increíblemente, sólo la lleva a suscribirla. Piensa lo mismo sobre el sexo que un puritano que no lo practica, que no lo conoce, y que lo rechaza: que es destructivo y malo. Se censura y se repudia exactamente igual; entrevemos que se flagela, por su mano o la de otros, cuando afirma que se ha buscado y que se merece la paliza que exhibe su cara. Aprendizaje cero a lo largo de todos esos años. Si una ninfómana piensa igual que un puritano, ¿no será que no es una ninfómana, sino un puritano?

No me la creo. Esto no es un personaje, es un monigote.

Pero es lo que se nos repite, una y otra vez, a lo largo de los capítulos. Es Joe, en ella no hay nada más. Como aderezo final, un poco de diatriba edípica, y el eterno retorno del Desvirgador, porque la primera verga marca. Te tienen que marcar.

¿Se puede ser más rancio?

Hay una expresión en la cara de la Gainsbourg que se repite un par de veces, y que mezcla extrañeza, sorpresa y reflexión. Ese gesto de vislumbrar un algo más, cuando pensabas que ya estabas de vuelta de todo. Y esta cara se la debemos a las ilustradas intervenciones de Skarsgård, benefactor de la ninfómana, hombre meticuloso y pescador, que constituye un contrapunto en la evaluación moral de la vida de Joe. Un poema. Sus apuntes críticos sobre la eticidad de la ninfomanía son simplones y burdos, de la misma profundidad que las autocondenas de la puritana-ninfómana, de la misma estofa que sus referencias culturales. Todo muy cutre. Pero ello no es impedimento para que estos comentarios se donen a la protagonista - y al público- con la cándida superioridad del regalo paternalista: "¿tú sabes qué es...?" Porque la brecha que separa a un Seligman feliz de una Joe doliente es que él sabe, y ella no. Él lee, escucha, suma, y sabe de sexo - “¡en la literatura hay ejemplos mucho más extremos!”-. Ella folla, pero no entiende lo que hace, y desconoce qué es una polifonía, quién es Fibonacci, o qué es un delirium tremens. Aunque estudió un poco de medicina, las pollas la tenían descentrada, y no retuvo.

Maledicencias aparte, este me parece el punto más elitista y deplorable de la película: yo sé, yo te enseño, yo te salvo. Tú no sabes, aunque hayas tenido todo el sexo del mundo, no sabes porque no eres culta. La cinta le da a Seligman la llave que puede limpiar la culpa de Joe y abrirle la puerta al verdadero placer. Es el varón que ya sabe y la figura paternal. Y, para más rechazo del sexo, él no lo practica. Parece que no le haga falta (puede que incluso le sobre). En algo ha de dársele la razón a Trier: esta es una historia moralista.

No es una película realista ni consistente; los personajes no tienen complejidad, no avanzan; la visión del sexo no problematiza nada. Ya no es que no diga nada nuevo, es que está caducada. La sensación es de estar dos horas asistiendo a un revolcarse onanista en las obsesiones y terrores del director sobre lo que cree que son el sexo y La Mujer. Y son totalmente infantiles e ignorantes.

Caith_Sith decía que, si te ha gustado esta, veas, entre otras, Jeune et Jolie. Yo la recomendaría si no te ha gustado. Porque allí el sexo no es este tótem mítico e intocable que atrae y repugna a un tiempo, sino un aspecto más de la vida humana con el que lidiar, con el que crecer o aprender. Y es mucho más rico así tratado. A esta sugerencia se me suman, a bote pronto, Klip, Faith, Año Bisiesto, Chasing Amy... Lars, mientras, puede seguir de cañas con el Médem de Habitación en Roma. Qué par.
Jewel
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2
13 de mayo de 2016
153 de 267 usuarios han encontrado esta crítica útil
Capitán América: Civil War es un dispositivo ideológico en el que todos los elementos (el montaje, la música, el guión, las batallas...) se disponen para justificar la política exterior intervencionista de Estados Unidos y para reconvenir a la población que cuestiona esta política y retira su apoyo a la patria, encarnada en el Capitán. Me sorprende que, hasta ahora, no haya visto ningún comentario al respecto, y que un discurso de legitimación tan obvio y plano de esta política esté tan bien considerado (7.2 de nota media en este momento) cuando, quiero pensar y espero, la política a la que respalda no tiene tanta adhesión.

El punto de partido es la intervención de los superhéroes en un país extranjero para detener a unos "malos". Su actuación acarrea muertes inocentes, y los héroes se enfrentan tanto a sus propias dudas sobre la moralidad de sus actos, como a la censura por parte de los representantes del Estado (William Hurt). Algunos de los argumentos enunciados son los siguientes:

- Entre los superhéroes, hay quien pone en entredicho la bondad de los objetivos conseguidos por las muertes injustificadas de inocentes que han causado. Sin llegar a cuestionar nunca que el motivo era bueno, se plantea que los medios no lo justifican, y que quizá haya que pasar a una estrategia menos beligerante y más diplomática.

- Desde las instituciones, se recrimina a los superhéroes que subestimen las consecuencias negativas de sus actos aunque los fines sean buenos, y se señala que sus acciones pueden hacer mucho daño y alejarlos de su objetivo, pese a que no se lo parezca (alusión explícita a la "desclasificación" de algunos papeles secretos en los que están referenciados Snowden o Assange). Se les exige que se sometan a vigilancia y acuerdos internacionales, y que dejen de ser una entidad privada para pasar a ser un organismo público (sorprende, o no tanto, que Capitán identifique lo privado como garantía de su libertad, independencia y condición de su buen hacer, y lo público como espacio dominado por intereses espurios y ocultos de las distintas naciones).

Paso al spoiler para desgranar un poco más la ideología de la película.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jewel
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9
16 de enero de 2014
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Oeste americano fue, -¿casi?- antes de ser Oeste, imagen. Los pioneros cruzaban el desierto mientras hacían desierto, y extrajeron de la arena hostil la pura posibilidad que no tiene hueco en la plenitud de lo real. Por ganar al, pero también el, desierto, pudieron convertirse a sí mismos en simulacros, espectacularizando una y otra vez la conquista del territorio y apuntalando las bases del mito. Pero el desierto todavía albergaba, para ser completo, un regalo más: en sus últimos kilómetros dio cabida a la caja de resonancia que borraría definitivamente todo rastro de realidad para dejar curso libre a la orgía de las imágenes de las imágenes de las imágenes. El ojo ya nunca vería el Monument Valley sino a Ford. Crecen la leyenda y los héroes como sólo pueden crecer en la sala de cine. Y a su altura debe estar, imposible que sea de otro modo, la catadura moral de la ontología del mundo: progreso, libertad, honor. La justicia, el deber, la lealtad del amigo. La lealtad del enemigo.

La imagen, otra vez, se retuerce sobre sí con un crepúsculo que llega sobrio y silencioso, aunque no haya pasado el tiempo. Entonces se ven más largas las sombras de los jinetes, de sus caballos y de sus ideales. Y Europa, siempre un poco vieja y cansada ya como para no sentirse de vuelta, reconoce en el Oeste a su propio vástago, y lo trae de vuelta a sí para dar la única respuesta que le queda: la hipérbole y la risa.

Para cuando el cowboy decide mirarse a sí mismo, se ve tan vapuleado que quiere defenderse y recuperar su voz y su dignidad. Denuncia la esclavitud de ser un héroe forzoso, cuando él sólo quería ser un hombre. La soledad de la llanura, toda ella inclemente. Pero la humanidad de la imagen sigue siendo imagen, y esta es la cadena que la aprisiona, su tragedia. Ser -ser- imagen. Nunca más que indios y vaqueros, ferrocarriles de cartón y piedra, los fastos de los viejos decorados. Nunca saldrán de la pantalla a un lugar que ya no queda.

Donde la imagen parece un cadáver exiliado forzosa y eternamente de la vida, la vida se inmiscuye y lo envenena. En uno de los últimos virajes del fractal, un neozelandés, sin paradoja alguna a estas alturas, consigue romper la urna del aislamiento a base de machacona honestidad humilde: la de la imagen que se asume imagen, y nada más. Y, ahí, todo respira.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jewel
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2
8 de setiembre de 2012
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Una relación personal que crece con y por el sexo? ¿Una sexualidad humana y humanizante, real y transgresora? ¿Amor? "Año bisiesto". Igual no lo sabes, pero lo que quieres ver es "Año bisiesto". Aquí sólo hay cartón piedra, sólo excusas para un softporn bien iluminado.

Personajes planos, historia plana, malas actuaciones: gestos impostados, falsos, sobreactuados. Gestualidad manida, hueca, teatral. Los ojos titubeantes, las cejas, cuando se arquean, los cuerpos que can en la cama... todo es tosca teatralidad, manida y sin ningún matiz. Declaman, no actúan. Por no hablar de las metáforas y algún que otro recurso ¿poético?: completa y directamente hortera. Las historias personales, los pasados, son vacíos, banales, aunque pretenden ser profundos y realistas mediante la insistencia machacona en la cotidianidad (ese "podríamos ser cualquiera"). No. Huele a falso.

No hay ninguna relación personal creciendo en esa habitación en Roma, no hay personas reales en esta película. Son muñecas, no individuos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jewel
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